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¿Roma visibiliza a las empleadas domésticas?
México.— Como si el tiempo no pasara, muchas de las 2.4 millones de trabajadoras del hogar en México tienen una historia parecida a la Cleo de la película “Roma” de Alfonso Cuarón: alejadas de sus tierras natales, invisibilizadas y, a menudo, muy mal pagadas.
Adelina Santos tiene 27 años y llegó con apenas 18 años a la Ciudad de México acompañada de una amiga de su pueblo natal, San José Ñumí, en la región mixteca del sureño estado de Oaxaca, uno de los más pobres y rezagados del país.
“Yo soy una Cleo más”, dice en entrevista Ade, como la conocen las amigas.
Y la realidad es que su trayectoria vital recuerda demasiado, casi 50 años después, a la de la “nana” Libo de Cuarón, en la que se inspiró el cineasta para narrar las vicisitudes de su particular Cleo, protagonizada por la también oaxaqueña, y aspirante al Óscar, Yalitza Aparicio.
El primer empleo de Ade, que tiene hermanos en Estados Unidos, fue “de planta”, viviendo en una casa y cuidando a tres niños.
Ganaba 1,000 pesos semanales y trabajaba más de 14 horas diarias. “No tienes la libertad de ser tú misma, siempre tienes que estar con esa familia”, agrega la mujer.
Tras dejar este empleo tuvo otros. Entre estos, fue trabajadora del hogar de una persona que, para dirigirse a ella, le gritaba: “¡Hey, horrorosa!”.
Ella, que habla además mixteco, se supo defender, pero escuchó relatos aún peores de compañeras: “A una la llamaban india” y le decían qué podía comer.
Empezó a cuidar a los niños de otra familia, y ahí la situación todavía fue peor para ella en el plano emocional.
Inevitablemente, se encariñó de los infantes en los casi seis años que los cuidó, y ellos incluso la llamaban “segunda mamá”.
Pero el contrato laboral se rompió, y con ello toda relación con la familia. “Los sigo extrañando muchísimo”, asegura la joven.
En el filme, nominado a 10 premios Óscar, Cleo se desvive por los hijos de la familia, como si fueran suyos.
Como pudo, Ade pasó página de este triste episodio y hoy trabaja de “entrada por salida”; es decir, ya no duerme con las familias.
Su situación ha mejorado en los últimos años, en buena parte por el Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar (Sinactraho), creado en 2015, y el Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar.
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“Aprendí a valorarme como persona, también en el trabajo. Muchas veces, por cómo se refieren a nosotras, somos incluso más duras con nosotras mismas”, apuntó.
Sofía Pablo López es secretaria de Finanzas de Sinactraho -que cuenta con unas 1,500 afiliadas- y fue, durante casi un lustro, trabajadora del hogar.
Esta joven, también de origen oaxaqueño, explicó a Efe que la mejora de las condiciones de las trabajadoras del hogar -95% del sector son mujeres- son todavía mínimas.
“Es un trabajo feminizado porque siempre se ha dicho que el trabajo del hogar lo tiene que hacer la mujer”, denuncia.
Aunque 9 de cada 10 ya no viven con sus empleadores, solo 1% tiene un contrato por escrito. Nadan, en definitiva, en la informalidad.
Además, el salario mínimo diario para una empleada del hogar no está tipificado, y más del 40% perciben un salario mínimo o menos, que este año se sitúa en 102.68 pesos.
La mujer lamenta la “discriminación” que padecen las trabajadoras domésticas, especialmente en el plano normativo.
La Ley Federal del Trabajo estipula solo 9 horas de descanso nocturno y tres horas durante el día. “Nos dice que es legal que trabajemos 12 horas”, acusa.
“No se reconoce nuestro trabajo. Siempre asumimos el rol de la ‘muchacha que ayuda'”, apunta la experta.
Ahora, las trabajadoras del hogar están luchando para que, por fin, México ratifique el convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que les daría más derechos.
Con el nuevo Gobierno, de Andrés Manuel López Obrador, este convenio, y la mejora de sus derechos, podría hacerse realidad.
“Vamos a apoyar a las trabajadoras domesticas”, respondió el mandatario al ser cuestionado el 22 de enero sobre el filme, que reconoció no haberlo visto pero también aplaudió.
Para Sofía, la historia de “Roma” le supuso “un mar de sentimientos” y es muy parecida a la de su madre, también trabajadora del hogar.
Su progenitora emigró a Ciudad de México con 20 años y un hijo en brazos. Salió adelante no sin dificultades, pues la discriminaban por hablar mixteco, la lengua que también usa Cleo para hablar con su amiga y también trabajadora del hogar, Adela.
Licenciada en Sociología, la sindicalista representa actualmente a una trabajadora del hogar más capacitada y formada. También consciente de su fortaleza como mujer y de la lucha que queda por delante.
“Estoy soltera, sin hijos, libre”, concluye. (EFE)
emc