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Tras la pandemia de Covid, padres y maestros enfrentan el reto de regresar a los menores a la vida real
Ciudad de México.— Alopecia, ansiedad, depresión y estrés son algunos de los problemas que motivaron que niñas y niños en el mundo acudieran con psicólogos durante la pandemia de Covid-19, explica la académica de la Facultad de Psicología, Hilda Elena Esquivel Guillén.
Con motivo del Día del Niño, la maestra en Psicología Clínica destaca que los menores están entre los más afectados por el confinamiento durante la emergencia sanitaria, pues requieren siempre más de la interacción con otros, algo difícil de mantener frente a una computadora, lo que también implicó un reto para maestros y padres de familia.
“No ha sido fácil. El retorno para muchos niños era algo muy deseado, y lo que he visto es que en muchos casos a los niños les volvió la vida. He tenido pacientes con depresión, alopecia, crisis de ansiedad severa por no ir a la escuela y el retorno para los niños es una liberación de estar con sus pares y jugar”, comenta la investigadora.
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A partir de 1924 México dedica el 30 de abril a esta conmemoración, por lo que es la primera nación del mundo en reafirmar los derechos de los niños y crear una infancia feliz para su desarrollo pleno e integral como ser humano.
La celebración fue instituida por el entonces titular de la Secretaría de Educación Pública, José Vasconcelos, para recordar a los ciudadanos que los pequeños son el colectivo más vulnerable y, por tanto, el que más sufre las crisis y los problemas. En ese sentido, se exhortó a fomentar la fraternidad y la comprensión hacia esa población.
En 1954 la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas recomendó a los países destinar un día a fin de recordar que tienen derecho a la salud, educación y protección, independientemente del lugar en el que hayan nacido.
Lo anterior gracias a que en 1923 la Alianza Internacional Save the Children adoptó en su IV Congreso General la primera Declaración de los Derechos del Niño, que fue ratificada al año siguiente y adoptada por Naciones Unidas indicando que estaba “convencida de que se deben exigir ciertos derechos para la infancia y trabajar en pro de un reconocimiento general de estos derechos”, como se lee en el documento que posteriormente sería conocido como la Declaración de Ginebra.
NECESIDAD DE INTERACTUAR
De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en México residen 31,8 millones de niñas y niños de 0 a 14 años de edad, en términos porcentuales representan 25.3 por ciento de la población total. De ellos, 1.4 millones de 3 a 14 años hablan alguna lengua indígena; además, 1.7 por ciento de los menores de 15 años son afromexicanos o afrodescendientes.
En la parte más difícil de la pandemia “me tocó atender a chiquitos que estaban sumamente ansiosos, deprimidos, estresados por una educación en línea. No es lo mismo ir a la escuela donde se desenvuelven con sus propios recursos y son independientes para enfrentar los retos escolares, que tener que interactuar con sus compañeros con un monitor de por medio y una mamá o papá detrás vigilando y pendiente de cómo hace cada actividad, o exigiendo lo mejor de sí”, expresa Esquivel Guillén.
Pero también existe un grupo que presenta problemas para interactuar con sus compañeros; es decir, no fácilmente tienen amigos, y para ellos la educación en línea fue lo mejor porque no tenían que lidiar con nadie; sin embargo, tampoco toda la vida es estar frente a un aparato, dígase teléfono, computadora o tableta, precisa.
Especialmente en estos casos, comenta la psicóloga clínica, si bien la tecnología facilitó seguir con la “vida cotidiana” en los hogares, ahora el reto para madres, padres y maestros es regresar a los niños a la vida real para que desarrollen habilidades sociales que les servirán para una sana convivencia en la sociedad.
“La curiosidad nata de los niños los lleva a indagar en diferentes lugares y, justamente, al no tener la madurez ni el criterio de discriminar qué puede o no ser de riesgo, los pone en mayor vulnerabilidad de cualquier tipo de abuso, por lo que esa parte es un reto. Se sabe que depredadores están a la caza de estos sitios y sus estrategias. No porque el uso de aparatos se haya vuelto de uso común, se puede considerar que el niño tiene la madurez para manejarlo”, recalca.
Para la psicóloga, los padres, hoy más que nunca, deben tener mayor comunicación con los menores para supervisar a qué sitios tienen acceso, con quiénes interactúan y evitar que se coloquen en peligro.
También les recomienda regular el uso de esos equipos, especialmente con horarios, pues su utilización en exceso ocasiona trastornos del sueño y de la alimentación, ansiedad, incluso suicidio debido a los retos que circulan por internet o el acoso en el ciberespacio.
ebv