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¿El cerebro tiene límites?

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México.— La libertad y la esclavitud del individuo están en su cerebro. El libre albedrío, es decir, la capacidad de elegir por uno mismo, también ocurre gracias a complejos mecanismos de ese órgano, explicó Herminia Pasante, investigadora emérita del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM. 

Se requieren tres pasos previos para tomar una decisión: el procesamiento jerárquico de las señales, la evaluación en el contexto de experiencias previas (memoria) y la integración de la información para la evaluación conceptual. Después de que el cerebro los sigue, tomamos una decisión, que es un acto de libertad, remarcó.

En la conferencia El cerebro y los límites de la libertad, en el marco de la Semana del Cerebro, explicó que todo lo que somos, sentimos, pensamos, soñamos o creamos está en el cerebro, así como también esa libertad o su pérdida.

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En el auditorio Antonio Peña Díaz del Instituto de Fisiología (IFC), expuso que “las decisiones están determinadas por el entorno; las tomamos influenciados de manera importante por lo que nos ha pasado, lo que hemos vivido y lo que se ha almacenado en el cerebro como memoria”.

Tipos de memoria

La memoria humana es un sistema complejo y está formada por varios tipos que se ubican desde el cerebro: la memoria sensorial (de más de un segundo), la de corto plazo o memoria de trabajo (mayor a un minuto) y la de largo plazo (que es de por vida, guarda el recuerdo de eventos pasados y nos ayuda a tomar decisiones).

Esta última se subdivide a su vez en memoria explícita (es consciente y se refiere a hechos y eventos) e implícita (es inconsciente y se refiere a habilidades y tareas).

La atención para guardar un recuerdo ocurre en el hipocampo, en las zonas corticales, donde las distintas partes del cerebro van teniendo a su cargo diferentes aspectos de la memoria. El lóbulo frontal es el que evalúa el costo-beneficio para finalmente tomar la decisión.

No obstante, la libertad de tomar una decisión se pierde cuando nos volvemos esclavos del cerebro. Las adicciones a las drogas, al alcohol, al juego, al trabajo o al sexo son un atentado contra esa libertad; “el cerebro nos hace dependientes cuando hay una adicción”, subrayó.

Cerebro adolescente, inmaduro

El cerebro adolescente no ha terminado su desarrollo, especialmente en las zonas que procesan la toma de decisiones, la evaluación de riesgos y los mecanismos de memoria emocional. “Por eso tienden a hacer lo que quieren sin medir las consecuencias”, dijo.

Durante la maduración del cerebro (que se alcanza después de los 20 años) se reduce el número de neuronas y dendritas, y se afinan las conexiones entre neuronas, incrementando su eficiencia.

El hipocampo procesa en distintas zonas la información espacial y conceptual, codifica los recuerdos complejos y consolida la memoria, pasando la información de la memoria de corto plazo a la de largo plazo. “El daño en el hipocampo produce incapacidad para crear nuevos recuerdos”.

Drogas, parecidas a moléculas cerebrales

Respecto a la comunicación interneuronal, la galardonada con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2001 reveló que no se da directamente entre neuronas, sino que entre ellas operan los neurotransmisores y los receptores, que entablan una comunicación química y eléctrica.

“Las drogas tienen sus efectos porque se parecen a moléculas que tienen una función en el cerebro, por ello muchas brindan la sensación de felicidad y actúan en el circuito de la recompensa. Son como llaves muy parecidas que abren la misma cerradura”.

Por ejemplo, la estructura molecular del neurotransmisor llamado norepinefrina es parecida a la de la mescalina del peyote; la de la serotonina se parece a la psilocibina de los hongos alucinógenos; y la anfetamina que produce el cerebro es similar a las metanfetaminas.

La cocaína, mariguana, opiáceos y anfetaminas, así como la nicotina del tabaco, el alcohol y los barbitúricos, actúan en el circuito de la recompensa, por lo que causan placer.

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Sin embargo, su problema es que crean adicción, y la posibilidad de adicción es mayor a menor edad de inicio de consumo. Por ejemplo, entre los adultos sólo un nueve por ciento se vuelve adicto, pero entre adolescentes la cifra va del 25 al 30 por ciento.

A las neurociencias aún les falta saber por qué algunas personas se vuelven adictas y otras no. “Depende de rasgos personales y del tipo de drogas”, finalizó.

emc

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