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La genial historia de cómo Metallica grabó el ‘Ride The Lightning’

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El escritor Mark Eglinton nos comparte en exclusiva un extracto de su nuevo libro, ‘So Let It Be Written: The Biography of Metallica’s James Hetfield’.

Fans de Metallica, tomen nota: una nueva biografía de James Hetfield está a punto de invadir los estantes de las librerías gringas la próxima semana, y aunque no está oficialmente autorizada, Papá Het y su bando no han tenido queja alguna. El libro es en parte historia oral, en parte biografía de la banda y en parte historia personal de James; su narrativa abarca los años mozos del cantante en la naciente escena de trash del área de la Bahía y lo sigue a lo largo de giros y vueltas en la gigantesca carrera de Metallica, ofreciendo comentarios y anécdotas de amigos, personas de la industria y compañeros rockstars que conocen, trabajaron y tocaron con él. El escritor y ghostwriter Mark Eglinton —que conoció a James Hetfield y a Cliff Burton en 1986 en la gira de Damage, Inc— tampoco es ajeno a las memorias de metaleros como género literario: es coautor de libros con el bajista de Pantera Rex Brown y con Nergal de Behemoth. Este último esfuerzo cuenta con un epílogo de Chuck Billy de Testament.

Eglinton le dijo a Noisey: “De muchos modos, escribir So Let It Be Written fue como resolver un rompecabezas. Con el fin de presentar información nueva y realmente interesante sobre alguien que existe en el ojo público, era importante encontrar formas de contactar a los que sí conocían a James, pero rara vez habían mencionado el hecho. Ese proceso inevitablemente condujo a callejones sin salida, pero también dio lugar a algunas revelaciones fascinantes sobre las personas involucradas en la vida temprana de James, y sobre cómo grabó Metallica sus primeras cosas.

Desde esa perspectiva, esta biografía es única en su penetración y equilibrada en sus comentarios. No sólo eso, también me informaron que So Let It Be Written ha ayudado a que se reconcilien algunas amistades de la adolescencia de James. Como fan de toda la vida, esa noticia es mucho más gratificante que cualquier otra cosa”.

Lee nuestro extracto en exclusiva del capítulo 6: “1984 and Beyond below”. El libro sale a la venta en Estados Unidos el 11 de abril.

Con posters de The Scorpions y Michael Schenker en la pared, James posa de rebelde, 1981. Foto – Ron McGovney

Cuando llegó 1984, fue menos orwelliano de lo que muchos predijeron. Lejos de ser una época de censura en los medios y represión cultural, hubo un estallido de productividad sonora, y fue una época emocionante para ser un metal head. En muchos sentidos, 1984 fue un año crucial para el género. Algunas de las bandas más establecidas gozaron el pináculo de su éxito, mientras que nuevos actos —incluido Metallica—, querían clavarse en la fiesta. Iron Maiden, el más exitoso en salir de la nueva ola de meta británico, a la que Lars amaba tanto, lanzó ese año su poderoso Powerslave de temática egipcia, y Judas Priest, esa otra fuerza del metal inglés, volaba en las alturas gracias a Defenders of the Faith. Ambos continuaron girando y liberando material de calidad por otros veinticinco años, pero este fue uno de varios picos para ambos actos, sobre todo para Iron Maiden. Sus vastos escenarios y su ambiciosa producción visual fijaron el estándar para todas las bandas de rock que vinieron después. Los suizos Celtic Frost —que influyó en el black metal y el death metal con su vanguardista debut, Morbid Tales—, era otro de los grupos jóvenes tratando de romperla en el mercado con un sonido más oscuro y extremo. Con un creciente número de seguidores en Europa, si alguna vez hubo un momento oportuno para que Metallica se estableciera a la vanguardia de esta escena transitoria del metal, ese momento fue 1984.

El año no comenzó exactamente como estaba previsto. Después de un concierto en el Channel Club de Boston el 14 de enero, a Metallica le robaron su equipo, que se encontraba en una camioneta afuera del lugar. Al parecer, Hetfield sintió la pérdida del equipo más que los otros, ya que se había acostumbrado a un amplificador Marshall que lo ayudaba a crear el sonido de guitarra que estaba buscando. Un equipo prestado de Anthrax, banda manejada por el mismo manager, Jon Zazula, fue el reemplazo adecuado y permitió a Metallica finalizar la gira. No hubo ninguna cancelación a pesar de haber perdido el equipo. Los Zazulas debilitaron su nueva relación con Venom aún más, bookeando a Metallica para girar con ellos en Europa, en la gira Seven Dates of Hell. Dave Marrs, cuya relación con Hetfield se remonta a sus días como escolares en Downey, seguía trabajando para la banda como roadie de batería de Lars y recuerda este tour con Venom como un punto de quiebre: “Escuchábamos a Mercyful Fate 24/7 en el camión de esa gira, según recuerdo y luego cuando estuvimos en Dinamarca y fuimos a los estudios Sweet Silence, allí estaban Mercyful Fate. En ese momento ya no tenían dinero para que yo me pudiera quedar en Europa, así que tuve que regresar a casa. No me arrepiento, en realidad no sabía qué demonios estaba haciendo allí. Cuando te toca salir a rolar, descubres muy rápido si el camino es para ti o no, y simplemente no era algo para mí”.

 
 

La responsabilidad para el seguimiento de Kill ‘Em All detrás de la consola, recayó en el calmado productor danés Flemming Rasmussen, cuyos estudios Sweet Silence se convirtieron en la casa del grupo en las subsiguientes semanas. Rasmussen era un tipo tranquilo que llamó su atención en la parte trasera del Difficult to Cure de los ingleses Rainbow, al que le dio un brillo enérgico en 1981. Dado que había lidiado con la mezcla de egos y personalidades de Rainbow, fue la elección ideal tanto a nivel interpersonal, como sonoro. Metallica no quería repetir las sesiones del Kill ‘Em All, en las que pensaban que podrían haber tenido más ayuda del productor. Lo que necesitaban era alguien que pudiera refinar o, mejor aún, desarrollar el sonido del grupo, y en Rasmussen sentían que encontraron al hombre adecuado. El hecho de que esta fuera la ciudad natal de Lars también fue importante: les sirvió como manto protector. Dado que fueron necesarios todos los fondos disponibles para meter a la banda al estudio, también hicieron uso de las instalaciones para dormir. No podían permitirse el lujo de habitaciones del hotel.

 

Incluso en esta temprana etapa, Hetfield había desarrollado un sonido único en la guitarra, y le tocó a Rasmussen hacer lo mejor que pudo, para satisfacer esta nueva necesidad de James de sonar como nadie más en el planeta. Rasmussen explica: “Le gustaba el hecho de tener su propio sonido y que no estaba intentando copiarle a otras personas. Creo que la mayor parte del proceso de grabación la invertimos en conseguir lo suyo. Así que terminamos buscando algo que sonara nuevo pero que también sonara a su amplificador robado”. ¿Y cuál fue la opinión del danés sobre James a nivel personal? “Siempre consideré que James era un joven enojado. Pero también pensaba que tenía una gran actitud”. Rasmussen era el contraste perfecto para el obstinado Hetfield de 1984. Templó su ira y canalizó esos sentimientos hacia la ruta creativa. Las sesiones del Ride The Lightning bajo el cuidado de Rasmussen podrían entenderse como el comienzo de un James Hetfield musicalmente más maduro. Su perspicacia para el negocio también fue puesta a prueba, como lo notó Rasmussen: “Estaban negociando un nuevo contrato, porque estaban en ese sello independiente [Megaforce]. Tuvieron diferentes conversaciones con varias disqueras y él fue parte importante del proceso. Es un tipo listo”.

 
 

El editor del fanzine de Metallica, Steffan Chirazi, James, Kirk Hammett y Eric Braverman en la despedida de soltero de Kirk, 1987. Foto – Eric Braverman

El proceso de grabación quedó partido en dos pedazos: febrero/marzo y parte de junio. Durante la pausa de en medio, la banda se dirigió a Londres para tocar dos shows en el famoso Marquee Club. Esto mantuvo la olla hirviendo para la audiencia inglesa, que estaba al tanto de que el nuevo disco era inminente. Originalmente, Metallica estaba agendado para girar en Europa con otros dos actos de Megaforce, The Rods y Exciter, pero el Hell on Earth Tour tuvo que ser desechado, —el rumor es que debido a las malas ventas. Dan Beehler, el baterista y vocalista del grupo de trash canadiense Exciter, recuerda un encuentro con James en Londres por esa época. “Music for Nations rentaba dos departamentos en Baker Street; Metallica estaban en el sótano y nosotros arriba”, dijo Beehler. “Bajaba a pasar el rato con James y los muchachos, y enfiestábamos a lo grande”. Beehler recuerda haberse sorprendido por la estatura de Hetfield: “Cuando vi por primera vez la parte de atrás del Kill ‘Em All, pensaba que era un tipo chaparrito. Pero cuando lo conocí, era muy alto. Era un tipazo y estaba totalmente despreocupado y le encantaba pasarla bien en ese entonces.”

Metallica regresó a Copenhague y puso a descansar el disco. Después hicieron una breve gira de cuatro fechas con los amos del maquillaje de Nueva York Twisted Sister, que terminó el 10 de junio. El 27 de julio, Ride The Lightning llegó a las tiendas de discos como un golpe seco todopoderoso. Zazula lo publicó a través de Megaforce en Estados Unidos, hizo que Music for Nations tuviera los honores en el Reino Unido y negoció para que un sello llamado Roadrunner lo lanzara en Holanda. La respuesta en general fue de gran incredulidad con la boca abierta. Kill ‘Em All fue un disco pesado, agresivo y un fabuloso debut, pero Ride the Lightning estaba en otro nivel por completo. El crecimiento tanto en la escritura de las letras, como en el sonido, era tan marcado que uno podría ser perdonado por pensar que se trataba de otra banda. La contribución de Hetfield había pasado de ser, en retrospectiva, de un debut atrabancado a jugar un papel más dominante, en cuanto a su voz y la precisión de su guitarra rítmica. Rasmussen capturó la pesadez de la banda pero encontró una forma de darle espacio al sonido para que respirara, lo que tuvo devastadores efectos. Cuando le preguntaron en 1988 cómo sonaba Ride The Lightning, Hetfield declarado contudentemente: “Flemming estaba como en un pasmo de reverbs”. En efecto, el álbum tenía un montón de reverb, pero nadie podría cuestionar las canciones. Incluso la portada —que representa una silla eléctrica suspendida en lo que parecía un cielo de noche, debajo del ahora familiar logo— era una madura declaración del veloz crecimiento de la banda.

 
 

 

Foto principal: Afuera de la mansión de Metallica en Carlson Boulevard, El Cerrito, 1984. Tomada por “Banger” Bart.

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