México
Alumnos de la ENAH: de rescatistas a la dignidad de los fallecidos
México.— Como miles de jóvenes salieron a las zonas devastadas en la Ciudad de México a remover escombros, a rescatar heridos, llevar agua y víveres, todo ello para luchar por la vida de cientos de personas atrapadas entre varillas, tabiques y cementos por el sismo del pasado 19 de septiembre.
Pero esta docena de jóvenes de séptimo semestre de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), pronto se dieron cuenta que el rol que les tocaba jugar iría más allá del rescate de personas con vida, ello cuando empezó a desvanecerse esa esperanza en zonas como el edificio de Petén y la fábrica de Chimalpopoca. Su misión era darle dignidad, un trato humano a los fallecidos.
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“Llegamos a Petén el martes 19 de septiembre a las 8:30 de la noche. Para esa hora ya habían rescatado a tres personas, dos de ellas había perdido la vida y la otra sobrevivió. La zona era un caos, con un acordonamiento para evitar el desbordamiento de miles de voluntarios que ya se encontraban ahí. Empezamos a infiltrarnos en la llamada zona cero, la presencia de elementos de Marina y Sedena era casi nula y ya había un área médica conformada por unos 30 doctores voluntarios, todos instalados en el estacionamiento de la Agencia Volkswagen”.
Leo Ortiz y Fenice Padilla, alumnos del séptimo semestre de Antropología Física de la ENAH, recordaron que su primer reto fue para convencer a Marinos, militares, médicos, rescatistas y judiciales de la Ciudad de México de la importancia de su labor para la identificación de las víctimas mortales del sismo, darles un trato digno y evitar un mayor dolor a los familiares en el momento de su identificación.
“Salí de mi casa el martes 20 con una pala, con un bote, unos guantes y una botella de agua. Nos vimos en Zapata con otros compañeros y nos dirigimos a un edificio en Petén, a cargar escombro para ayudar a rescatar víctimas por varias horas. Había poco personal militar y policiaco y se nos permitió ingresar al área médica donde nos aceptaron como encargados del área de abasto. Yo sabía que podíamos ayudar más”, recordó Diego Jiménez, también alumno de la ENAH.
Ellos, junto con otros compañeros de la ENAH, trabajaron en lo que quedaba del edificio colapsado en Prolongación Petén 915 y Emiliano Zapata, en la colonia Emperadores. Al principio sacando escombro, como voluntarios en el tema de abasto de medicamentos y después elaborando fichas con datos sobre los desaparecidos, para finalmente montar un improvisado servicio forense para una identificación más detalla, digna, humana, de las víctimas mortales.
Buscamos evitar repetir el error de la gran morgue en estadio de beisbol de 1985
Fenice Padilla, fue la encargada de la labor de convencimiento con grupos de rescatistas y autoridades. “Tuve que explicar el abc de la antropología forense, lo mismo a un marino que a un médico o lo más difícil y cerrado, es decir explicarle a un agente o Ministerio Público de la Ciudad de México”.
“Les explicamos la importancia de nuestra labor ahí y de evitar la “desaparición administrativa” es decir evitar que un cuerpo se pierda, que nadie sepa si lo llevaron a un hospital, al Forense y evitar con ello que los familiares tuvieran que peregrinar por hospitales, oficinas del MP y el Semefo, así como evitar que esos cuerpos terminaran en una fosa común, como ocurrió en 1985. Todo porque no hay un registro, una cédula. Eso lo evitamos en Petén”.
“Buscamos evitar lo que ya había ocurrido en el sismo de 1985 cuando el Estadio de Beisbol del IMSS, ubicado en Viaducto y Cuauhtémoc, se convirtió en una gran morgue donde miles de personas tuvieron que caminar por ese lugar para identificar a sus familiares, con todo el sufrimiento, dolor que ello conlleva”, indicó Julio Galván, también estudiante de Antropología Física.
Dijo que en el sismo de 1985 muchas de las víctimas mortales terminaron en una fosa común, en el mejor de los casos se les tomó una fotografía a los cuerpos. “Nosotros buscamos con la labor en Petén evitar a toda costa esta mala experiencia y ser los más objetivos posible en la identificación. En los seis cuerpos que logramos identificar logramos ello”, apuntó.
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Laura Corrales, indicó que se construyó un improvisado servicio forense en el estacionamiento de la Agencia Volkswagen, donde en un espacio de dos por dos metros cuadrados, cubierto con sábanas, realizaron la labor de reconocimiento de las víctimas mortales rescatadas de los escombros del edificio de seis pisos y 12 departamentos.
“Veíamos características físicas, ropa, objetos como relojes, lunares, tatuajes, para comparar con la descripción que habían dado antes los familiares en las cédulas ante mortem que se habían recabado. Nosotros evitamos que este proceso pudiera ser visto por los medios de comunicación y sobre todo por los familiares, para evitarles un mayor dolor. Darles dignidad a los fallecidos y sus familiares en el manejo. Nosotros teníamos que hacer este proceso en unos 20 minutos por cada fallecido”, apuntó.
Dijo que al realizar esta ficha ante mortem y con la labor de reconocimiento de los cuerpos ya había casi una certeza de quién se trataba. Se evitaba el peregrinar de decenas de personas ante un cuerpo.
“Sobre todo porque era una situación muy fuerte ver a una persona en estado de descomposición avanzada, con los estragos de haber sido golpeados por concreto, algo muy impactante, con rostros desfigurados. Nuestra labor era evitar un mayor dolor a los familiares”, agregó Leo Ortiz.
Después este pre reconocimiento se avisaba a los familiares que había un cuerpo con las características similares a quien buscaba, se les daba la opción de verlos o no y se entregaba al Ministerio Publico quien a su vez trasladaba el cadáver al Instituto de Ciencias Forenses. Ya ahí por ley los familiares tienen que reconocer los cuerpos para recogerlos.
Las Cédulas creadas por alumnos de la ENAH que fueron usadas por Cruz Roja y Protección Civil
Los alumnos de la ENAH no sólo tuvieron presencia en Petén. También ayudaron a las labores de rescate en la fábrica-oficinas de las calles de Chimalpopoca y Bolívar, Colonia Obrera, donde entrevistaron a familiares de algunas de las víctimas mortales de origen mexicano y taiwanés. Ahí se creó otra cédula ante mortem para facilitar la identificación de las personas rescatadas.
“El miércoles 20 de septiembre un grupo de compañeros de la ENAH logramos ingresar a la zona cero del edificio de Chimalpopoca gracias a una brigada de Protección Civil que nos equipó con cascos y guantes. De ahí nos dirigimos a la zona donde estaban los familiares y empezamos hacer la labor con mexicanos y taiwaneses para recabar datos de quienes están dentro del edificio colapsado”, expuso Leo Ortiz.
Junto con Laura Corrales y Fenice Padilla elaboraron trabajaron en la cédula, mientras otros alumnos de la ENAH, desde la escuela o sus casas, sistematizaban los datos, digitalizaban las cédulas e incluso el formato fue enviado a otras zonas con edificios siniestrados o estados como Morelos para facilitar la identificación de víctimas, tantos los sobrevivientes como fallecidos.
“A diferencias de los taiwaneses, que les costaba trabajo describir a sus familiares y lo hacían teniendo como referencia una foto, los mexicanos te decían lunares, tatuajes, los accesorios como aretes, collares, la ropa con la que salieron esa mañana, todo ello obviamente en medio del dolor y llanto en ese momento. Es un tema cultural importante que se agregó en las cedulas”.
Las listas oficiales que tenía Cruz Roja, Protección Civil y las áreas médicas, que no tenían comunicación entre sí, sólo contenían edad, sexo y nombre de la víctima. Nuestra cedula agregó características físicas generales y particulares. Conseguimos fotografías por medio de los familiares y las agregamos. Esta cédula después fue requerida por Cruz Roja, al área médica y el Instituto de Ciencias Forenses.
Eduardo Toledo, también estudiante de la ENAH, expone que esos días aciagos en la Ciudad de México logramos que por lo menos en la zona del edificio de Petén se sensibilizaran las demás personas, los rescatistas, las autoridades de la importancia de identificación de personas, de víctimas.
“Que muchas veces por no querer tratar con un cuerpo de una persona fallecida simplemente se abandona, a ver quién lo agarra, se deslindan de responsabilidades diciendo “esto le toca a alguien más y se tratan de desafanarse de la situación”.
“Es muy importante que se pueda dar un poco de alivio a los familiares de las víctimas. Porque no sólo es la persona que fallece, sino todo lo que está alrededor de ellos. Un cuerpo por el hecho de haber perdido la vida significa que haya perdido su humanidad. Se debe tener todo el respeto y toda la dignidad que se da a todas las demás personas”, apuntó.
Laura Corrales, expuso que la Antropología Forense no sólo se trata del tema de los muertos. “Nosotros intentamos ser ese puente entre los que fallecieron y sus familiares. Esa es la importancia, de lograr el cierre del duelo, que los familiares sepan dónde quedó su familiar”.
Fenice Padilla, concluyó “con lo que me quedó es que a mi me gustaría, en caso de morir en una situación parecida, se dé un trato digno a mi cadáver, un respeto a mis familiares. Que exista alguien que haga esa función de guardián, que no vean a los cuerpos como residuos de la tragedia, como parte de los escombros, sino que sigan tratándolos con respeto, con dignidad, como personas”.
agch