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De la incredulidad al desconcierto, lecciones de la pandemia: Obispo

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Foto Cuartoscuro

Zacatecas.- Para el obispo de Zacatecas, Sigifredo Noriega Barceló, no hay espacio para la especulación: la pandemia del coronavirus debe superar la etapa del desconcierto y reconocer la realidad que interpela al capital de solidaridad social y que, desde la perspectiva espiritual, presiona al creyente a vivir los desafíos actuales con intensidad.

“Aquí no es tanto de teorías; ni que es primero, la salud o la economía. Necesitamos una visión integradora […] Para mí ha sido una experiencia muy aleccionadora; que ha tenido varias fases, como la misma evolución del virus en la sociedad. Al principio, por supuesto, la reacción de incredulidad, después el desconcierto. Pero después vino la otra visión, de oportunidad. ¿Qué nos dice el Señor? Por algo es este alto, con significado e implicaciones; y si le damos una interpretación salvífica nos ayuda a tener otra mirada”.

En entrevista con VCNoticias, el obispo Noriega reconoce que muchos de los planes en los que se encontraba la diócesis de Zacatecas tuvieron que ser pospuestos debido al COVID-19. A lo largo de siete años, la Iglesia zacatecana se había preparado hacia un amplio Sínodo Diocesano: consultas, aportaciones, reflexiones en comunidades y mucho trabajo en equipo rumbo a una asamblea pastoral; pero la crisis parecía obligar a replantear inquietudes:

“Después del desconcierto vino la búsqueda; y, estos desafíos nuevos nos están dando la oportunidad de ser Iglesia con espíritu sinodal para caminar juntos. No quisimos salirnos del todo del espíritu del sínodo en nuestra respuesta ante la pandemia, porque es justo lo que buscamos: otra forma de ser Iglesia, menos vertical, más equilibrada. Y eso nos ha ayudado bastante; no para ir sobreviviendo, sino para ir viviendo el momento con intensidad”.

Al igual que el resto de las diócesis, una central preocupación al inicio de la pandemia para la Iglesia de Zacatecas fue la economía de las parroquias por la suspensión del culto público (el principal sostén de la institución) y cómo fue agudizándose conforme la cuarentena avanzaba. El obispo relata:

“Por supuesto, me encontraba preocupado por los problemas y porque no estábamos preparados. Sin embargo, la diócesis sigue marchando. Al inicio fue una preocupación seria. En la segunda semana de cuarentena, la realidad nos fue cambiando el modelo, nuestros planes para mantener a la gente que trabaja con nosotros y el sostén económico del sacerdote. Con el tiempo tuvimos que ir cambiando. Al principio quisimos solucionar, implicando la solidaridad por parroquia, pues algunas parroquias tienen más y otras menos; luego por sacerdotes. Y hasta ahora ha habido muchas limitaciones. Ahora, vamos terminado el tercer mes de cuarentena con muchas lecciones; después de tres meses, ya no tenemos lo necesario. Pero, por otra parte, la gente misma se ha organizado en una solidaridad espontánea y eso es muy esperanzador”.

Sigifredo Noriega destaca el papel de los fieles y la ciudadanía que, en espontaneidad, han hecho lo posible por ayudar a los necesitados “han ofrecido lo poco que tienen con aquellos que tienen menos”.

“Para mí han sido dos lecciones muy importantes: Nuestra Iglesia está viva. Está allí y no sólo responde cuando hay emergencias, en terremotos o crisis. Tenemos un enorme capital de espiritualidad que nos ayudará a salir rápido más adelante. Así que, lo primero es que hay fe en Dios y eso hace que una persona salga con confianza a enfrentar los desafíos. Segundo, hay solidaridad. A pesar de nuestra cultura tan egoísta e individualista, aún tenemos un buen capital solidario, no nos ha llegado la indiferencia todavía. Quizá sí esté avanzando, pero aún no veo indiferencia, veo sensibilidad”.

Noriega no ve el vaso medio vacío: “No quiero fijarme en lo que nos falta, sino en lo que podemos dar. Mi visión es tratar de ser optimista, sin ingenuidad. Pero veo que la fe en Dios está allí, en el pueblo. Quizá no esté muy cultivada, pero está allí, abierta a la realidad y a los cambios”.

El obispo reflexiona que es una fe sencilla y comprometida; la cual, al verse presionada por las crisis, descubre su núcleo, su sentido principal, incluso dejando de lado lo accesorio e incluso algunas arraigadas tradiciones. Noriega acepta que hay resistencias, críticas y presiones para que la vida de la Iglesia marche como siempre, pero la mayoría de los sacerdotes ha enfrentado con serenidad y creatividad los desafíos, la gente se ha adaptado, acoge concienzudamente las medidas extraordinarias. Incluso reconoce que las autoridades locales han tomado una actitud de servicio, serenidad y compromiso.

En lo inmediato, el obispo Sigifredo seguirá insistiendo en la responsabilidad y la corresponsabilidad de la población ante los desafíos que la pandemia y la crisis impongan en la sociedad. Reconoce que hay cansancio entre la gente por el largo periodo de confinamiento; pero, precisamente por ello, la opción de la Iglesia zacatecana es sensibilizar y preparar la reapertura de actividades: “Preparando esa conciencia; prepararnos espiritual, emocional, laboral, evangelizadoramente. Nuestra intención es ir poco a poco. No queremos que se desboque la situación”.

Información de VC Noticias

Siete24.mx

ebv

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