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Mujeres y Niñas: Las pescadoras de metales en el Gran Canal

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Ecatepec, Edomex.—  Es la tierra de Eruviel Avila, el mismo que dice que “está vivito y coleando” para busca la candidatura presidencial por el PRI en el 2018. Es territorio de violencia, de feminicidios, de impunidad. También de pobreza extrema, de esa que no se cuenta en los informes y spots presidenciales, pero sigue contando. Estamos en el llamado “Triángulo de la Muerte”.

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Es el Canal de Aguas Negras de Cartagena en Ecatepec. Aquí mujeres adultas y niñas se sumergen con imanes amarrados a sus pies para, entre la basura, cadáveres humanos, de perros y gatos “pescar” metales y ganarse en promedio 50 pesos al día.

Son las mismas aguas negras que salen del oriente de la Ciudad de México y recorren más de 47 kilómetros por los municipios mexiquenses de municipios mexiquenses de Ecatepec, Tecámac, Tonanitla, Jaltenco y Zumpango. Todo lo que alguien quiere hacer desaparecer lo tira a esta zanja oscura y hedionda. Desde un sillón, un automóvil, un viejo colchón, un perro muerto o un cadáver.

“Siga derecho, hasta el fondo, allá por el canal y claro con mucho cuidadito, porque está ¡cabrón!”, eran las indicaciones que me daba la gente mientras caminaba en estas calles de pobreza tratando de ubicar el Canal de Cartegena.

En la calle del Rio Bravo, o bien debería ser barrio bravo, a unos metros del Circuito Exterior Mexiquense, ahí se ve la sobrevivencia infrahumana, marginadas, ignoradas, descalzas o con zapatos y ropa rota.

El hábitat de estas pepenadoras son las aguas negras, fierros, maderas, comida podrida y el pestilentes y fétido olor del canal.

Desde hace un año, Victoria Velázquez baja diario a sumergirse en su chamba. Ya se le notan las ronchas y salpullido, los ojos rojos, rojos. El dolor de estómago lo calma con bicarbonato. Convive, además, con ratas que se sienten dueñas y señoras del lugar.

Ella es pescadora, una pescadora del metal. “Llaves, dedos humanos con anillos. Está muy feo aquí el canal, pero aquí llegue a vivir y pues aquí estoy trabajando. Pescamos y limpiamos el cobre, el aluminio, fierro, bronce”.

Diariamente, al igual que una veintena de personas, la mayoría mujeres y niñas de entre 10 y 12 años, se sumerge en las aguas y avienta los grandes imanes o bocinas de sonido viejas amarradas a un lazo o a sus propios tobillos. “Si está bien peligroso”, reconoce.

El lugar se llama “Potrero del Rey”. Un conjunto de 40 casas de cartón, polines y postes. Además de costales rellenos de basura que sirven de dique a las aguas negras y a las ratas. Es parte de Ecatepec, el municipio de 2 millones de habitantes, el más poblado y violento del estado de México. Alrededor del trabajo de las “pescadoras”, un grupo de jóvenes se drogan con la llamada “mona” o trapos impregnados de solventes, con lo que se ayudan a soñar despiertos.

Victoria, veinteañera, es oriunda de Jicotepec, Puebla. Es migrante del campo a los suburbios de la Ciudad de México, reconoce que la pobreza extrema es igual en ambas geografías del país. “Es igual, pero gana un poquito más uno aquí que andar allá en la siembra de frijol. Aquí no le voy a decir que ganamos millones, pero un poquito más si saca uno aquí. Luego salen monedas”.

“Lo más horroroso que visto aquí son unos cuerpos humanos con ropa ya echados a perder. El de una niña y el de un señor. El otro día que andaba pescando y saque con los imanes unas manos”, recuerda la joven mujer quien combina su labor como “pescadora” con la de recolectora de basura en una carreta que renta para lograr sobrevivir.

El investigador del Colegio de México, Julio Boltvinik, señala que los índices de pobreza urbana del 2006 a la fecha han aumentado de manera exponencial en el país. “Es muy difícil cuantificarlos porque no tienen documentos, no tienen identificación. Viven en pobreza extrema, tienen un nombre, pero no tienen un documento para probarlo, son los inexistentes”. No pertenecen a ninguna estadística, ni a ningún programa social.

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Del otro lado del canal se oye un grito: “Mejor váyase”. Es la advertencia de otra pescadora sobre el peligro de estas en este territorio de los cuerpos de desaparecidos de vez en vez flotan y aparecen en las aguas negras.

Su nombre es Sandra y está sumergida en las aguas del canal del desagüe hasta la cintura para sacar metales ayudada con una pala, mientras su bebé de cuatro meses custodiado por un perro, la espera en la orilla.

Los cuerpos de las niñas y mujeres que trabajan en esta “pesca” ya muestran severos daños en su salud que van desde infecciones y pueden llegar a muerte por cáncer de piel. Pero ni las brigadas de la Secretaría de Salud, ni el DIF municipal se aparecen por aquí.

Son cuatro horas en este laberinto de la soledad, en este lugar de pobres entre los pobres del país a los que nadie visita, a los que nadie atiende. Es el Potrero del Rey, donde sí hay caballos, en el reino de la basura. En el llamado Triángulo de la Muerte. Un llano en llamas del México real.

www.theexodo.com

 

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