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De la violencia en el aula a la agresión cibernética

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México.- La violencia en la escuela comienza como una broma inocente, un hecho que puede causar un momento de risa entre compañeros; poner un sobrenombre, mofarse de la apariencia física, agredir corporal y verbalmente se volvieron prácticas constantes en los salones de clase.  

Aunque podría pensarse que esos actos quedaron atrás porque ahora la enseñanza se imparte a distancia, lo cierto es que prevalecen a través de los medios digitales, donde el ciberacoso adquirió mayor importancia. 

De acuerdo con datos arrojados en 2019 por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en materia de bullying en educación básica nuestro país ocupa el primer lugar a nivel internacional, es decir, más de 18 millones de estudiantes de primaria y secundaria sufrieron violencia escolar.  

“El acoso escolar o bullying es un comportamiento deliberado y repetido en el tiempo para dañar a otra persona y ocurre en un contexto interpersonal, involucrando un desequilibrio de fuerza o poder. Se puede iniciar como un incidente en el aula o espacio escolar y la víctima comienza a ser objeto de burlas, apodos, exclusión social y frecuentemente de violencia física”, afirma Milagros Figueroa Campos, académica de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM. 

En otros casos, agrega, el agresor puede seleccionar a su víctima por ciertas características. El acoso escolar se presenta con mayor incidencia entre preadolescentes y adolescentes, es decir, entre los 11 y 15 años de edad. 

En ocasión del Día Escolar de la No Violencia y la Paz, que se celebra el 30 de enero, señala: como consecuencia de este fenómeno las víctimas podrían empezar a desarrollar reacciones de tipo psicológico (ansiedad, insomnio, llanto, tristeza); psicosomáticas (dolores de cabeza o de estómago) y escolares (bajo rendimiento y ausentismo). 

Existe también el ciberacoso, que es la violencia ejercida a través de medios electrónicos, se presenta desde hace tiempo pero se intensificó durante la pandemia por la COVID-19; es algo que nunca termina: en internet o en redes sociodigitales los jóvenes son intimidados, se publican sus fotografías que incluso ignoraban que se las habían tomado, o escriben mensajes denigrantes, situación que los obliga a cambiar el número de su celular o cuentas en las plataformas virtuales. 

“Lo que se ha encontrado en el ciberacoso es que existen muchas humillaciones, violencia de tipo sexual derivada del género, burlas hacia el aspecto físico, la gente se reúne para generar chismes de otras personas a través de las redes sociodigitales, y genera información falsa sobre otra persona; comienzan a atacarla en cuanto a su prestigio y todo esto va haciendo que las víctimas tengan realmente episodios de estrés agudo, de mucha ansiedad y falta de sueño”, argumenta. 

Figueroa Campos explica que un rasgo del perfil de un agresor es que no se identifica así mismo como tal, a pesar de que los demás lo ubican así; para él su conducta es normal, porque es “una broma” o “así se lleva” con ciertas personas. Son individuos que crecen generalmente en ambientes donde la violencia se vive como algo “normal”, por lo que son impulsivos, impacientes y aprendieron a ganarse algo peleando o demostrando superioridad. 

También se encontró que algunos agresores pueden detectar a sus posibles víctimas: individuos tímidos, aislados socialmente, sumisos, o bien, con alguna “diferencia” que puede ser étnica, discapacidad física, escolar, entre otras características. 

La no violencia  

“La convivencia, siempre a través del tiempo, ha implicado violencia, una que algunos suelen calificar como necesaria cuando se lucha por los derechos humanos, una ideología de emancipación o por salvar a un ser humano. Es importante reconocer que la violencia siempre tiene el mismo significado, aunque sus expresiones son distintas”, asegura Nelia Tello Peón, académica de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM. 

Para referirse al concepto de “violencia”, cita a la filósofa universitaria Juliana González quien asegura que es como una fuerza que impone, que destruye, que arrasa a lo humano y a la posibilidad de ser. La especialista explica que en trabajo social estudian la violencia a partir de un enfoque relacional, es decir, una relación de dominio y sumisión. 

“El Día Escolar de la No Violencia y la Paz es un momento de reflexión, en el que se reconoce que todavía tenemos mucho que trabajar por una convivencia solidaria, porque en muchos actos de nuestra vida diaria se presenta la violencia. Desgraciadamente somos considerados como un país donde hay mucha violencia y al inicio nos ofendía, pero ahora nos duele, porque quizá ésta ya se haya naturalizado”, puntualiza. 

Para evitar asumir este fenómeno como algo “natural”, menciona que es necesario entender que somos responsables y se deben cambiar los comportamientos que la involucran, porque de otra manera la sociedad seguirá desigual, con las mismas jerarquías donde el dominio está institucionalizado.  

“Las personas somos vulnerables, pero a veces nos vulneramos más los unos a los otros y la violencia se da más hacia el débil. Por tanto, aquí es cuando aprendemos a relacionarnos de una manera violenta”, revela Tello Peón. Y agrega: esto en un salón de clases se ve reflejado en acciones pequeñas que van escalando y se vuelven más grandes hasta hacerlas colectivas.  

“En el momento que comenzamos a dar clase de manera virtual surgió una nueva problemática, porque esta modalidad implica una organización social distinta que también tenemos que aprender a manejarla. Al hablar de violencia escolar generalmente se habla de agresión entre estudiantes y poco de la relación de maestro-alumno, en la que también se llega a dar maltrato por ambas partes”, asevera. 

En ese sentido, la también coordinadora del Seminario Universitario Interinstitucional sobre la Violencia Escolar (SUIVE) de la UNAM estima que con esta nueva modalidad de aprendizaje se deben realizar más estudios, a fin de analizar la socialización, en la cual se podrían intentar nuevas formas relacionales con espacios abiertos que ayuden a mejorar la convivencia y los estudiantes puedan reconocer al otro. 

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emc

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