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Llaman expertos a avanzar en la integración regional y cooperación en américa latina

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Foto UNAM

Ciudad de México.— La pandemia de Covid agravó los principales desafíos estructurales que tenía la región latinoamericana, y profundizó las desigualdades y la vulnerabilidad social.

Hoy, además, los temas ambiental y el de la necesidad de avanzar en la noción de integración regional y de cooperación entre los distintos países e instituciones, son centrales, se estableció en la UNAM en el marco de los trabajos de la 9ª Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales. Tramas de las desigualdades en América Latina y el Caribe. Saberes, luchas y transformaciones.

En la mesa América Latina, Karina Batthyány, secretaria Ejecutiva del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), dijo que este es un momento muy complejo no sólo para la región latinoamericana, sino para el mundo, por ello es necesario estar abiertos a escuchar y a dialogar, con creatividad e innovación, en torno a temas como cambio climático, desigualdades de género, transformación digital, sanidad, educación, migraciones, violencias, democracia, derechos humanos, procesos de paz y justicia, y otros.

Nuestra región, señaló, fue la más afectada por la pandemia. Estudios realizados por instancias como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) muestran su impacto en la pobreza y las desigualdades. De ahí que hoy, la integración regional sea más necesaria que nunca en esta parte del mundo.

Ana Güezmes, directora de la División de Asuntos de Género de la CEPAL y defensora de los derechos humanos, coincidió en que la pandemia implicó enormes retrocesos en las condiciones de vida de América Latina. Se han acentuado las brechas estructurales de crecimiento, la baja productividad, la alta desigualdad e informalidad, al tiempo que han quedado expuestos los frágiles sistemas de salud, educación y protección social con que se cuenta.

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Así, nos encontramos ante el reto de fortalecer el multilateralismo y la integración regional y global con el fin de abordar de forma coordinada los desafíos, para poner la igualdad y la sostenibilidad en el centro de las acciones, para hacer frente a las tendencias de la globalización comercial y financiera, el cambio climático y la crisis sanitaria. “Son periodos de mucha desconfianza, pero hay que apostar por una solución global y negociada del desarrollo, por proteger los bienes públicos globales”.

En tanto, Cecilia Alemany, directora Regional Adjunta de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe, alertó que en los últimos 20 años este es el momento en el cual estamos más desintegrados como región, lo cual representa una dificultad para la cooperación. Fortalecer los mecanismos institucionales de la integración regional es difícil sin la voluntad política de las partes. Por eso, el llamado es seguir apoyando a los mecanismos de integración, que son proyectos de largo plazo.

Además, detalló, posiblemente este es el momento en que América Latina y el Caribe están recibiendo menos fondos de todos los tipos de cooperación, norte-sur y sur-sur. En los últimos años se han encadenado múltiples crisis “que hacen que nos encontremos en esta situación”, entre ellas la de vulnerabilidad ante el cambio climático, la de migración y refugiados, y la de desastres naturales y climáticos. La región tiene problemas estructurales que no se resuelven, no obstante, puede ser una contraparte en la búsqueda de soluciones globales compartidas.

Mariano Jabonero, secretario General de la Organización de Estados Iberoamericanos, en un mensaje en video, expuso que la pandemia se ha ensañado especialmente con Latinoamérica y eso ha generado efectos negativos de todo tipo, en la salud, la economía, la educación y la cultura. Más de 160 millones de niños y jóvenes quedaron confinados en sus hogares, sin poder seguir su atención educativa regular; algunos siguieron en educación virtual, pero “buena parte de la población de la región no tiene acceso a comunicación digital, ni dispositivos en sus domicilios”.

Esa brecha, dijo, es tecnológica, pero también social, porque tienen acceso al mundo digital más los ricos que los pobres; de territorio, porque hay mayores servicios en las ciudades que en los pueblos; étnica, porque las comunidades indígenas tienen escasa posibilidad de acceder a él; y de género. Al reducirla, se puede conseguir una sociedad más justa, solidaria y con mayor capacidad de presencia política en el mundo, que es “algo que tenemos que conseguir de una vez por todas”.

Mateo Adarve Zuluaga, oficial de Programas de Cooperación Regional en América Latina y el Caribe, de la embajada de Suecia en Colombia, expuso que la cooperación internacional hacia la región está marcada por retos comunes y una serie de problemáticas enlazadas. El año pasado, ese gobierno europeo estableció una nueva estrategia al respecto con el objetivo de generar las bases para mejorar las condiciones de vida de las personas en pobreza y opresión.

La estrategia sueca ha establecido tres áreas estratégicas “sombrilla” para sus contribuciones: democracia y derechos humanos; cambio climático y medio ambiente; y migración y desarrollo. La primera busca la promoción de la democracia, el fortalecimiento del Estado de Derecho y un avance decisivo en la agenda de equidad de género; la segunda, el combate al cambio climático, protección del ambiente y uso sustentable de los recursos naturales, y la última, el fortalecimiento de la gestión de la movilidad humana, que garantice los derechos de los refugiados, desplazados y migrantes. Estas problemáticas, finalizó, deben ser abordadas de manera conjunta.

Por último, el suizo Paul Ladd, del Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social, dijo que si se pretende continuar la cooperación hay que re-imaginar y adaptarse a las crisis que se enfrentan, pero además incrementarla en una magnitud de por lo menos cien por ciento.

La mesa, efectuada en el auditorio Raoul Fournier de la Facultad de Medicina, fue moderada por Darío Salinas, integrante del Comité Directivo de CLACSO.

ebv

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