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Redes de solidaridad se apersonan en zonas vulnerables

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Ciudad de México.— Detrás de las vallas que montó la Policía Federal para proteger las zonas más vulnerables de la Colonia Del Valle en la Ciudad de México, reina un enjambre de intenciones.

Brigadistas y rescatistas, ya con los hombros vencidos y el sudor denso en las frentes, esperan las instrucciones que Protección Civil, el Ejército y la Marina les indican para poder traspasar hacia los edificios siniestrados. Junto a ellos, cientos de voluntarios que de manera espontánea ha salido a ofrecer su ayuda, agua o alimentos, no dejan de llegar ni de ponerse al servicio.

Sobre la avenida Gabriel Mancera y hasta que se convierte en Torreón pasando Obrero Mundial, la zona es un caos intermitente. A la altura de Concepción Béistegui, dos edificios de 12 pisos se colapsaron con gente dentro y los escombros hirieron incluso a los voluntarios que se encontraban apenas a media cuadra en uno de los muchos centros de acopio que se organizado en la zona. Desde el punto crítico, seis ambulancias aguardan a los primeros rescatados mientras los militares transmitían el mensaje hasta las vallas de que se requería suero, alcohol, vendas y gasas, líquidos azucarados y psicólogos para atender a las personas heridas o en shock.

Hasta las vallas de las calles aledañas (Escocia, Edimburgo) cientos de voluntarios están apostados para ofrecer víveres y refrescantes; la gran mayoría: sándwiches, tortas, galletas y agua embotellada, pero también otros ofrecían tacos de canasta, jugos envasados y una familia que llegó desde el Centro Histórico llevó espagueti a la bolognesa y ensalada con pera y manzana.

Cada tanto, un grupo de adolescentes y jóvenes arriba al lugar; dicen que recibieron mensajes por Whatsapp pidiendo ayuda en ese punto. Sin embargo, desde dentro, se les dice que no hace falta aún, que ya hay una gran valla de personas profesionales realizando las labores de rescate. Los jóvenes no se desaniman, uno más dice que en Xochimilco necesitan ayuda y todos acuerdan moverse hacia allá. Quizá puedan hacer algo.

Un par de cuadras más al norte, aún sobre Gabriel Mancera entre Elena Arizmendi y Ana María Mier, unos vecinos escriben sobre una manta una advertencia: “No pase. Fuga de gas”. No se percibe el aroma pero el corte vial ayuda para que, en la esquina con La Morena no se agolpen los automóviles que aún circulan por Xola. Allí se ha venido abajo toda la esquina sur de un edificio; desde la calle se pueden ver los cuartos de baño partidos a la mitad, regaderas y sanitarios expuestos impúdicos ante el azoro de los transeúntes.

Más allá de La Morena, los edificios numerados del 23 al 27 de Gabriel Mancera comienzan a ser desalojados; en el edificio 25, un hombre arroja desde su ventana en el decimoquinto piso todas sus pertenencias. Abajo los peritos aseguran que el edificio colapsará de un momento a otro y la zona es acordonada. Los evacuados, ahora damnificados, salen de los inmuebles incrédulos, sin prisa pero el temor en la mirada de los presentes los confunden y entran en pánico. Un voluntario solicita ayuda psicológica y una jovencita de no más de 22 años asiste a una mujer que ha entrado en shock mientras la ayuda a desalojar la zona de peligro.

Desde los primeros momentos del martes, en Obrero Mundial y Gabriel Mancera se montó un amplio centro de acopio bien organizado. Hay víveres, medicamentos, material de curación, guantes de trabajo, cubrebocas, agua suficiente y alimento, mucho alimento.

Fue montado para ayudar a los trabajos sobre la calle de Torreón (que no es sino la prolongación de Gabriel Mancera en la colonia Narvarte Poniente pasando Obrero Mundial); desde este centro de acopio se vive expectación y temor, cientos de brigadistas y personal del ejército realizan desde el martes labores de rescate. Sin cejar un momento, a 25 horas del siniestro, tres personas fueron rescatadas con éxito y los aplausos entre la gente se extienden a lo largo de las calles de la colonia del Valle hasta que un puño erigido en todo lo alto pide silencio: un crujido, un chasquido, un gemido pide sepulcral silencio. Y un mensaje de WhatsApp vuelve a retumbar en los celulares: otro edificio se ha colapsado y muchos ponen marcha hacia allí para ayudar.

ebv

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