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¿Aceptaría usted más apertura en México? ¿Aun si lo afectare?

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Ciudad de México.— Si bien México se ha convertido desde este martes 8 de noviembre, un mar de lágrimas y el país de decenas de millones de víctimas de la maldad del Presidente electo Donald Trump, todavía es posible encontrar por ahí a una que otra persona sensata, después de algunas dificultades para coronar la búsqueda con el éxito, con la cual comentar acerca del resultado de la elección celebrada ese día, de manera civilizada.

Ante la posición que he mantenido aquí, la cual podría resumirla así: La única salida que tenemos, ante las amenazas y propuestas carentes de todo sustento del triunfador, es profundizar la apertura de nuestra economía, y extenderla a sectores que permanecen prácticamente intocados desde 1987 cuando debimos abrirnos al mundo, quien me escucha (Espero que así haya sido), manifiesta sin reticencia alguna, su aprobación.

Enseguida, cuando profundizo en los aspectos concretos de lo que dicha profundización y extender la apertura al campo y los mercados laborales junto con la educación, por ejemplo, ahí las cosas cambian radicalmente, particularmente cunado discutimos éste último aspecto, la educación pública.

La profundización de la apertura educativa, la ejemplifico así: Imaginemos un padre de familia con dos hijos en la escuela; uno en secundaria, y el otro en el bachillerato. Las colegiaturas son $6,000.00 y $8,000.0 mensuales respectivamente.

Con estos datos, le planteo a la persona con la cual comento mi posición de llevar la apertura económica a una nueva ola de reformas, lo siguiente: Que para el hijo que entraría al bachillerato, fuere en alguna escuela del IPN; UNAM o Colegio de Bachilleres, pagaré $3 mil pesos mensuales y por el que ingresaría al nivel superior en alguna universidad o el IPN, pagaré $4 mil pesos, estalla Troya.

En ese momento, el mexicano sobre protegido y acostumbrado a recibirlo todo del gobierno sin pagar algo a cambio, estalla y pregunta, molesto, ¿por qué debo pagar si ya pago impuestos?

No hay poder humano que le haga entender, que en la economía nada hay gratuito, pues alguien termina pagando el costo de éste o aquel servicio.

¿Qué lección podríamos sacar de una respuesta como la que describo? Una sola y muy sencilla: En México, salvo honrosísimas excepciones, decimos de dientes para afuera que apoyamos más apertura, más libre comercio y más incorporación a la globalidad, más eficiencia en el uso de los recursos y estructuras públicas más ligeras y eficientes y sin que a mí, en lo personal e inmediato, me afecte.

Dicho de manera coloquial: Queremos que se haga la revolución, en los bueyes de mi compadre.

De ser esto así, preparémonos para nada significativo hacer frente a lo que amenaza con llevar a cabo el Presidente Electo Donald Trump.

Lo seguiremos insultando, y seguiremos representando el papel de víctimas; sin embargo, hacer lo que debemos para enfrentar con mayores posibilidades de éxito sus amenazas y posiciones absurdas en el terreno económico, jamás.

Con estos funcionarios cuya mediocridad es de pronóstico reservado, esperar otra cosa no pasaría de ser una ilusión o un buen deseo.

Preparémonos pues, para lo peor.

ebv

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