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Poco a poco regresaremos a la pesadilla; la euforia o la tristeza, se irán pronto. No desesperemos, ¿cuál es la prisa?

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 Otra vez a la realidad, a la pesadilla cotidiana que es hoy sobrevivir, prácticamente en todo México.  Donde se pare usted, su vida correrá peligro; esta afirmación podría, a los ojos de muchos, una completa exageración.

Sin embargo, ¿lo es? ¿Se atrevería, simplemente para exhibir mi tendencia a exagerar, pasearse a las ocho y nueve de la noche, ¿por cuál colonia le gusta de la CDMX? ¿Y si saliéremos de aquí rumbo a Acapulco? ¿Le parecería agradable caminar a esa misma hora por Cuernavaca o cualquier ciudad de Guerrero?

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La realidad pues, ahí nos está esperando. La excitación temporal producto de las campañas, ya dio paso a la euforia de los triunfadores o a la tristeza de los perdedores.

Si usted fue uno de estos últimos, tome el regreso con la debida calma; la cruda y violenta realidad del país lo estará esperando, si no con los brazos abiertos sí con la AK-47 en la modalidad de ráfaga.

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¿Cómo llegamos al actual estado de cosas? ¿En verdad el responsable de todo esto es Felipe Calderón? ¿Acaso los que así lo afirman, están conscientes de lo que afirman, del despropósito y del desprecio de la realidad que hemos venido construyendo desde cuando menos los años setenta?

¿Por qué en temas serios, nos encanta la simplificación pedestre, la expresión que satisface a los políticamente correctos además de hacernos ver bien?

¿Nos hemos puesto a pensar por un momento siquiera, en la gravedad que alcanzó ya nuestra cultura de la ilegalidad, y el desprecio sistemático y permanente por todo aquello que huela a orden y respeto de la ley?

Esto que hoy vemos y padecemos en lo que se refiere a la violencia y delitos diversos donde, cínicamente a la vista de todos, autoridades incluidas, toda una comunidad delinque sin recato alguno, ¿es algo que pudo ser construido en seis años?

¿Cómo es posible que millones de mexicanos no piensen ni por un momento, que lo que hoy vemos es resultado de un largo proceso de impunidad y complicidades entre delincuentes y autoridades encargadas de combatirlos?

Sin embargo, qué fácil es descargar la responsabilidad de eso que todos hemos generado desde nuestras posiciones en diversas trincheras, en una sola persona. ¡Sí, esto es culpa de Calderón? ¡Qué bien! ¡Qué satisfechos quedamos después de gritarlo!

Hoy, los gritos son en contra de los compradores de votos; muy bien, hay que exhibirlos sin miramiento alguno. Sin embargo, ¿por qué no prestar un poco de atención a los que lo vendieron por razones como su miseria, o por estar sin empleo meses y meses y ver que los suyos pasan hambre?

¿Ha pensado alguna vez en la posibilidad de que no combatamos de manera efectiva la pobreza porque, se imagina, a quién le compraríamos su Credencial de Elector para impedir que votare?

Bienvenido pues a la pesadilla que nosotros, los mexicanos todos, hemos construido a ciencia y paciencia.

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