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¿Por qué fue histórica la Bendición Urbi Et Orbi del papa Francisco?

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Ciudad del Vaticano.- El papa Francisco, de manera extraordinaria con motivo de la pandemia por coronavirus COVID-19, impartió la bendición especial denominada ‘Urbi et Orbi’ desde una lluviosa y solitaria Plaza de San Pedro.

La traducción de ‘Urbi et Orbi’ significa que la bendición se realiza “A la ciudad (de Roma) y al mundo”; y para los católicos implica que el pontífice bendice a todos los rincones del planeta. Esta especial bendición sucede dos veces al año (en la Fiesta Litúrgica de Navidad y en la Pascua) y también de manera extraordinaria cuando es elegido sucesor de san Pedro. Es decir, el papa Francisco impartió esta bendición el 13 de marzo del 2013 y catorce veces más en los últimos siete años. Este viernes 27, el Papa ha decidido impartir esta bendición de manera extraordinaria para auxiliar a todos aquellos que padecen los desafíos de la pandemia por COVID-19.

Tradicionalmente, el Papa realiza este acto desde el balcón de las bendiciones de la Basílica de San Pedro, ante miles de personas que se hacen presentes en la Plaza e inmediaciones de la Ciudad del Vaticano y ante millones de fieles que a través de los medios de comunicación siguen la bendición; sin embargo, también por esta ocasión inédita, el Papa impartió la bendición en la soledad de la plaza de San Pedro, acompañado por monseñor Marini y por el equipo de información vaticana para transmitir el histórico evento a millones de hogares católicos en todo el mundo.

“Parece que todo se ha oscurecido… esta tormenta palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa”, comenzó el Papa.

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En su meditación sobre el pasaje del Evangelio donde los discípulos son sorprendidos en una tormenta en medio del mar y Jesús duerme; el pontífice comparó los momentos actuales de la pandemia con aquella tormenta que llena de miedo el corazón de los hombres: “Somos todos importantes y necesarios, llamados a remar juntos, necesitados a reconfortarnos mutuamente… en esta barca estamos todos. Como esos discípulos que hablan con una única voz y con angustia dicen: Estamos perdidos. Nosotros nos damos cuenta que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta sino todos juntos”.

El pontífice confirmó que la pandemia por COVID-19, como una tormenta, “desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto nuestras falsas seguridades”:

“La tempestad pone al descubierto todos los intentos de esconder y olvidar lo que nutrió al alma de nuestros pueblos…Con la tempestad se cayó el maquillaje de esos trucos, de nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar y dejó al descubierto esa bendita identidad, esa pertenencia de hermanos”.

En una oración autodeprecativa, el papa Francisco admitió ante Dios que la humanidad ha corrido codiciosa sólo hacia las ganancias: “Nos hemos dejado absorber por lo material y por la prisa, no nos hemos detenido a tus llamados, no nos hemos despertado ante las injusticias planetarias, no hemos ayudado a los pobres, hemos continuado imperturbables pensando que podemos mantenernos sanos en un mundo enfermo”.

En su homilía, el Papa hizo un reconocimiento a todas aquellas personas que desde el servicio humilde y sencillo han puesto el balance positivo en medio de la pandemia: “No es el momento de tu juicio sino el de nuestro juicio. Para separar lo que es necesario de lo que no es. Es tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia tí señor y hacia los demás. Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, que ante el miedo han donado la propia vida”.

“Nadie se salva solo… El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación porque no somos autosuficientes, porque solos nos hundimos. Necesitamos al señor como los antiguos marineros las estrellas”.

“Señor, bendice al mundo… nos pides que no tengamos temor pero nuestra fe es débil y tenemos miedo; pero tú señor no nos abandones en la tormenta. Nosotros descargamos en ti todo nuestro agobio, porque sabemos que tú nos cuidas”, concluyó.

Finalmente, el Papa oró ante la Salus Populi Romani y el Crucifijo de San Marcelo; se revistió y expuso el Santísimo Sacramento para elevar su plegaria: “…misereatur vestri omnipotens Deus et dimissis peccatis vestris omnibus, perducat vos Iesus Christus ad vitam æternam (Dios todopoderoso tenga misericordia de ustedes y, perdonados todos sus pecados, les conduzca por Jesucristo hasta la vida eterna)”.

Para esta especial e histórica bendición también fueron trasladados el Cristo milagroso que “salvó a Roma de la gran peste del siglo XVI” y el ícono de la Virgen María ‘Salus Populi Romani’ (Protectora del Pueblo Romano). El papa Francisco había peregrinado el 15 de marzo a la iglesia de San Marcello al Corso, donde se encuentra el Crucifijo que en 1522 fue procesionado por las calles de Roma. Según relató la Oficina de Prensa de la Santa Sede, en el siglo XVI, el cardenal Raimondo Vich organizó una procesión de 16 días del crucifijo por las calles de la ciudad que padecían la gran peste. También el Papa acudió a la Basílica de Santa María la Mayor donde se encuentra el ícono de la Virgen María. El obispo de Roma pidió se trasladase el Cristo milagroso y el ícono Salus Populi Romani a la Plaza de San Pedro para la bendición Urbi et Orbi.

Esta solemne bendición pontificia concede a los católicos la indulgencia plenaria siempre y cuando se encuentren bajo las condiciones solicitadas a los fieles: Tener disposición interior de un desapego total del pecado, estar confesado, haber comulgado y orar por las intenciones del Sumo Pontífice.

Sin embargo, como las condiciones para que los fieles acudan con normalidad a la Celebración Eucarística cambiaron por la pandemia, el papa Francisco ha facultado a los fieles pacientes, al personal sanitario y a las familias de los enfermos a recibir esta indulgencia del 27 de marzo mientras reciten un Credo, un Padre nuestro y una oración a María.

El decreto de la Penitenciaría Apostólica del Vaticano también indica que todos los demás fieles que oren por “el fin de la epidemia, el alivio de los afligidos y la salvación eterna de los que el Señor ha llamado a sí” la pueden obtener. También bajo la condición de que visiten al Santísimo Sacramento (por internet); realicen lectura de la Sagrada Escritura durante al menos media hora; recen el Santo Rosario; vivan en piedad el Vía Crucis o realicen el rezo de la coronilla de la Divina Misericordia.

Información de VC Noticias

Siete24.mx

ebv

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