¿Qué sigue en Francia? Todo, menos el triunfalismo

Las primeras reacciones de quienes se dejan llevar por el triunfalismo ramplón, son de dar pena.

La mayoría de ellos, desconocedores de la realidad política francesa y del proceso electoral en su integralidad, lanzan las campanas al vuelo sin tomar en cuenta -quizás por su ignorancia-, de lo decisivo que será para la gobernación de Emmanuel Macron, la composición de la Asamblea Nacional.

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Las dos vueltas -el 11 y el 18 de junio-, son ahora la parte crítica y decisiva para la concreción de las reformas que ha propuesto Macron al electorado francés.

Por otra parte, aun cuando lograre conformar alrededor de sus propuestas un bloque razonablemente sólido y fuerte en términos numéricos, eso no significaría, en modo alguno, la aprobación de sus reformas en su totalidad e integralidad.

¿La razón? La realidad de la política francesa, y la visión de los franceses que ven en el gobierno a su salvador, protector y proveedor en última instancia.

De ahí que las campanas no deberían ser echadas al vuelo hoy, por los que con su superficial e incompleto conocimiento del sistema político y proceso electoral francés, no ven más allá de una etapa -importantísima pero, una nada más-, del profundo cambio -tanto estructural como cultural- que deberá experimentar el gobierno, la clase política y los agentes económicos franceses en los próximos 20 o 30 años cuando menos.

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Quienes duden de lo que afirmo en el párrafo anterior, únicamente les pediría revisar las principales propuestas de cambios que hizo durante la campaña el hoy victorioso, Emmanuel Macron.

Al mismo tiempo pediría, que por favor, no hagan comparaciones mecánicas, las más de las veces absurdas, con lo que veremos en México el año próximo.

Ni en Francia han desaparecido los partidos políticos con el triunfo de Macron, ni en México desaparecerán con ese sueño de opio de una victoria de un candidato independiente.

México no es Francia; entendámoslo por favor.

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