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Tiempos difíciles, la hora de las decisiones

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Ciudad de México.— A las 01:45 horas de este miércoles 9 de noviembre del 2016, el magnate, Donald Trump, se alzó con la mayoría de los colegios electorales que lo convierte en el próximo presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, la nación más poderosa del mundo y eje de la geopolítica, la economía y las finanzas del orbe.

La peor pesadilla en el escenario mundial se hizo realidad. El millonario postulado por el Partido Republicano rompió todos los pronósticos y proyecciones que se tenían respecto a las elecciones estadunidenses. El mundo entero daba por hecho que la demócrata Hillary Clinton sería quien despacharía en la oficina oval de la Casa Blanca, en sustitución del demócrata Barack Obama.
Comienza, sin caer en exageración alguna, el peor ciclo de la relación binacional México-Estados Unidos.

Nunca antes en las últimas décadas la nación mexicana, su gobierno e instituciones se habían enfrentado a una realidad política tan compleja y riesgosa como la que se presenta desde las primeras horas de este miércoles con el anuncio de la victoria de Donald Trump.

El gobierno  de la República, a través de sus principales funcionarios, los Secretarios de Hacienda, José Antonio Meade;  de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz Massieu; de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong; el Gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, principalmente, aseguraron en los días previos a la elección que no se tenía un plan especial porque no era necesario, que  fuere cual fuere el resultado de la elección en EU, el Estado Mexicano y su gobierno estaban preparados para hacer frente al nuevo  entorno en  la relación bilateral.

Todo ese discurso, sin embargo, queda rebasado principalmente porque se trató de una retórica política frente a la certeza de que Hillary Clinton ganaría la elección. Ahí comienza el principal problema de México: no haber entendido la gravedad del cambio drástico que se avecinaba y sus efectos devastadores en la relación bilateral.

A pesar de los mejores augurios y el discurso “prudente” que desde las primeras horas de este miércoles comenzó a asumir el Gobierno Federal, a través de las declaraciones de funcionarios de diversos rangos que trataron de explicar lo que ha ocurrido, vienen momentos difíciles.

Son tiempos difíciles, sin duda, y sus efectos serán, lamentablemente, nocivos, no sólo para el gobierno y su relación diplomática, sino para la sociedad misma de México y muchos otros países, efectos que comenzaron a observarse esta misma madrugada, con la caída de más de 6% por ciento de la Bolsa de Tokio; la caída del peso mexicano en más de 11 por ciento en sólo unas horas que lo colocaban a 20. 50 por dólar, y el anticipo de medidas financieras de vigencia inmediata para contener una crisis mayor.

El estupor se ha apoderado del mundo y no es para menos.

Es posible que el ejercicio de la Presidencia de la nación más poderosa del mundo acote mucha de las intenciones radicales que en los últimos meses anuncio Donald Trump, pero la realidad es que el nuevo inquilino de la Casa Blanca buscará responder a sus electorales, a esa sociedad norteamericana que le exige más y mejores empleos, mejores salarios, menos mano de obra para los inmigrantes y mayor protección dentro y fuera de sus fronteras.

Como acciones urgentes a instrumentar, Trump anunció deportación de inmigrantes latinos, principalmente mexicanos, a quienes calificó de delincuentes de violadores; cancelación del Tratado de Libre comercio de América del Norte, y el incremento de las medidas de tránsito migratorio, acciones que pasan necesariamente con el reforzamiento del muro en la frontera México-Estados Unidos.

Planteamientos, sí, que se hicieron al fragor de una de las campañas más difíciles y cerradas en EU, en donde más que la disputa del poder por parte de dos partidos Políticos, el Demócrata y el Republicano, lo que se colocó de por medio fue la redefinición del modelo de desarrollo económico, social y cultural de los Estados Unidos de Norteamérica, incluso si ello significara un viraje en el trato y en las decisiones de ese país y su gobierno con el resto del mundo.

Tiempos difíciles que requiere de un liderazgo firme y contundente en México.

De un Jefe de Estado, no de un jefe de grupo político. De un líder de una nación cuyo presente y futuro inmediato se puso en juego en la elección de EU, no un personaje que piense en la sucesión y heredar el poder a uno de los suyos, o a uno o a una que le conceda el favor de no actuar en su contra, política y judicialmente.

La pesadilla se hizo realidad, para México y para el mundo.

ebv

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