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Actitud + aptitud, tu seguro de empleo

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Derivado de la crisis, muchas personas han perdido su trabajo y otras tienen temor de perderlo si la situación no mejora. Si tienes un puesto ejecutivo, quizá has tenido que decidir la separación de una persona de tu equipo o tendrás que hacerlo pronto.

Independientemente de la antigüedad y costo de la liquidación, en mi opinión los factores que deberían determinar la decisión entre una y otra persona tendría que basarse en dos criterios: su aptitud y su actitud.

Yo sé que existen distintos entendimientos sobre todos estos conceptos relacionados a la capacidad o competencias del personal; eso complica su aplicación en este tipo de situaciones, así que les compartiré el enfoque que en lo personal me ha funcionado mejor.

Primero hablemos de aptitud. Para mí la aptitud se basa en los conocimientos y habilidades que una persona tiene y que representan su capacidad instalada para trabajar. 

Los conocimientos nos permiten tener distinciones en algún dominio del conocimiento humano, y se obtienen a través de la experiencia, la formación académica o instruccional y de investigar en distintas fuentes de consulta, es decir, el conocimiento es algo que se adquiere y se transmite. La capacitación es para transmitir y adquirir conocimiento, por ejemplo.

Por otro lado, las habilidades nos dan la destreza para ejecutar algo de una manera más efectiva y se adquieren a través de la práctica y de la repetición, es decir, las habilidades son algo que se desarrolla y a diferencia de los conocimientos, no se pueden transmitir o adquirir en un curso o capacitación, las habilidades se desarrollan a través de la práctica y el entrenamiento.

Aquí podemos ya entender la diferencia de capacitación que se ofrece a través de los cursos y el entrenamiento que se ofrece a través de los talleres o de la asignación de una persona para realizar determinadas funciones.

Algunas responsabilidades en el trabajo requieren más habilidades que conocimientos y viceversa, pero al final se requieren ambas.

Un pianista para tener la aptitud de tocar el piano requiere conocimientos de música y muchas horas de práctica.

Un ingeniero en sistemas para ser apto, requiere conocimientos en lenguajes de programación y habilidades para crear y desarrollar programas efectivos de una manera ágil.

Un vendedor debe conocer todas las características de los productos, beneficios, ventajas y desventajas pero a la vez, debe tener habilidades para convencer y cerrar la venta para poder decir que tiene las aptitudes necesarias.

La suma de los conocimientos y habilidades que tengamos nos hace aptos, pero no necesariamente competentes.

La competencia se logra cuando además de aptitud, las personas tenemos la actitud para usar esos conocimientos y habilidades para ejecutar una serie de actividades y lograr un objetivo determinado.

La actitud tiene que ver con mis comportamientos y el reflejo de mi estado de ánimo a través de los mismos. Y aquí entramos a un tema mucho más profundo que habla del porqué nos comportamos como nos comportamos y particularmente, del por qué nos comportamos así en nuestra organización.

Hay muchas teorías sobre el comportamiento humano, pero más allá de querer explicarlas, al final estoy convencido que la actitud es decisión de cada persona.

Podemos culpar a mil y un factores externos y autoconvencernos de que tenemos toda la justificación para tener una mala actitud; podemos señalar todas las fallas de la organización, pero al final, la actitud es algo que nosotros podemos modificar en el momento que queramos. 

Por ello, si quieres tener mayores posibilidades de mantener tu trabajo, pregúntate si estás logrando los resultados que se esperan de ti, usando al máximo tus aptitudes y si has elegido tener la actitud adecuada. Si no, estas en el mejor momento para cambiarlo.

Si a ti te toca decidir a quién de tu equipo necesitas separar, toma en cuenta las aptitudes y sus actitudes, y siempre recuerda que, es más fácil substituir la aptitud que la actitud.

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