Análisis y Opinión
Autosustentabilidad, justicia y participación ciudadana en la agenda católica en México
La última semana de abril pasado se realizó discretamente pero de forma innovadora el Primer Encuentro Eclesial Mexicano; un esfuerzo de toda la Iglesia católica presente en el país para repensar las necesidades apremiantes del pueblo mexicano; para discernir con claridad cómo los católicos pueden participar social y culturalmente para atenderlas; y, finalmente, para comprometerse en nuevos objetivos y acciones frente a la próxima década.
A lo largo de la semana, un grupo representativo de católicos -obispos, sacerdotes, religiosas, consagrados y laicos- realizó un trabajo colectivo para repensar 14 temas y 28 acciones que el Plan Global de Pastoral 2031+2033 (PGP) compendió en 2018 luego de tres años de estudio y consultas.
Los participantes del Primer Encuentro Eclesial definieron que atenderán catorce objetivos prioritarios a los que definieron como ‘acciones pastorales nacionales’ en lo que resta de la década y frente a la celebración del 500 aniversario del Acontecimiento Guadalupano y los dos milenios de la Redención de la Humanidad.
Los asuntos en donde los católicos mexicanos desean involucrarse en el mediano y largo plazo son los compromisos hacia la promoción de la autosustentabilidad, la justicia social, la participación ciudadana y la construcción de paz; los métodos se irán ajustando pero adelantan que se trabajará desde el diálogo, la multidisciplinariedad, el voluntariado, las obras de caridad y la formación -educativa, cultural y religiosa- de adolescentes y jóvenes.
Al finalizar el Encuentro Eclesial se explicó que estos objetivos prioritarios-acciones nacionales serán asumidos en primera instancia por un ‘Equipo eclesial de discernimiento comunitario’ que llevará la responsabilidad de sintetizar -antes de que concluya este verano- un ‘Documento Pastoral del Primer Encuentro Eclesial Mexicano’ donde se pongan en blanco y negro estos nuevos objetivos.
Esta vez, dicen los obispos católicos, no se desea que estas ideas se queden en buenas intenciones o en profusos legajos de autoconsumo católico. Esta vez, el compromiso busca transformar una nación que parece desmoronarse en polarizaciones, violencias, crímenes, pobrezas, abandonos, enfermedades, corrupción y vulgares pretensiones.
Este compromiso, además tiene la diplomática presión que, desde la Nunciatura apostólica en México y por lo menos los últimos dos representantes del Papa, se ha hecho a la sociedad mexicana: ¿Cómo es posible que una nación, donde casi 98 millones de habitantes se identifica como ‘católico’, muestre rostros y estadísticas tan funestos en materia de pobreza, crímenes, violencia, agresiones a las libertades fundamentales, ataques a la democracia, desprecio al diálogo, abuso de poder y hasta delitos de lesa humanidad?
Esto último es cierto, los clamores sociales en México pueden escucharse todos los días; especialmente aquellos que legítimamente se desgarran cuestionando una cultura y un sistema que parece sólo causar horror y dolor, especialmente entre los grupos vulnerables.
También es cierto que este no es el único rumbo posible. Actualmente hay otros sectores sociales que apelan por la confrontación, por una colisión masiva de ‘nosotros-contra-los-otros’ y suponen que los vencedores (su grupo) recogerán la ensangrentada cosecha. Estas propuestas se escuchan también en los más diversos escenarios: en el radicalismo ideológico y político; en el victimismo heroico y reivindicador; la cortés (o legal) supresión de las libertades del prójimo; en el prejuicio que anula la otredad; y hasta en mesianismos apocalípticos. Muchas de las luchas actuales se encuentran dentro de las fronteras de este singular espectro y, para no variar, los últimos en darse cuenta son quienes se encuentran adoctrinados y enceguecidos por sus certezas y prejuicios.
La propuesta de la Iglesia católica, aunque más audaz (pues escuchar al otro, comprenderlo y compartir compromisos es lo más atípico en estos tiempos) también tiene sus riesgos mayúsculos y sus propios fantasmas: la autorreferencialidad, el clericalismo, la imposición dogmática y hasta el virtualismo.
Y, sin embargo, algo tiene de positivo esta nueva mirada de la Iglesia católica ante los desafíos contemporáneos: evita la confrontación; finalmente ya no mira la historia como una lucha radical, simple y maniquea. Para muestra, algunos de los verbos utilizados en sus catorce acciones nacionales: discernir, integrar, construir, compartir, acoger, apoyar, promover, atender, acompañar… y el leitmotiv de su misión: “Todo es más fácil juntos”.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe