Análisis y Opinión
In memoriam
Por Alberto Vizcarra Ozuna
Mis palabras en la misa de cuerpo presente de Don Jaime Miranda, el día de hoy (31 de marzo del 2022) en la Catedral de Ciudad Obregón, Sonora.
El invencible optimismo de Jaime Miranda Peláez
Aun con las limitaciones físicas que la edad impone, Jaime Miranda Peláez, hablaba con el vigor y el optimismo que en muchas ocasiones no vemos en los jóvenes. A pesar de una edad que acusaba el atardecer, él vivía en un amanecer constante, parecía inagotable y se expresaba con el sentir de quien podía vivir cien años más.
No le concedía espacio a la injusticia; menos la admitía como una fatalidad. Luchar en contra de lo que los conformistas y los oportunistas admiten como “realidades de fuerza”, era su especialidad.
En esa tarea fue una personalidad transparente, con una marcada religiosidad. Creía tanto en Dios como en la justicia. Era tanta su confianza en que lo justo encontrará siempre los caminos y las brechas para hacerse valer, que en ocasiones, frente a los maliciosos, aparecía como ingenuo.
Pero a la hora de las definiciones fundamentales, pintaba su raya y se rebelaba como un gigante.
No hubo momento crítico en la historia de los acontecimientos de los últimos 70 años en el Valle del Yaqui, que no hayan sido tocados con las palabras y las acciones de Jaime Miranda Peláez. El rostro de esta región conservará como una huella imperecedera su personalidad. En el balance de su larga e intensa vida, supo entregar mucho más de lo que recibió. Hoy se encuentra Don Jaime frente al tribunal de la Verdad, y estamos seguros de que está entregando buenas cuentas.
No le temió a la adversidad y a los desafíos. Sin llegar a tener la edad adulta, asumió la responsabilidad por el cultivo de su tierra. Las heridas de la orfandad no lo rindieron. Eran tiempos en los que se ponían las primeras piedras para edificar este fértil valle. A ese jovencito, lleno de polvo y sobre un tractor, lo encontró Norman Borlaug, en la parte más profunda del Valle del Yaqui. Ahí se iniciaría una amistad que perduró hasta la muerte de Borlaug, y que le daría a Don Jaime una identidad inquebrantable con la actividad agrícola, con la ciencia y con la tecnología para hacerla cada vez más productiva.
Eso se empotró en su carácter y le moldeó los principales rasgos de su personalidad. De ahí emanó su fuerza inagotable y su amor para defender el presente y futuro de esta región. Don Jaime no pensaba en la actividad agrícola, en la tarea de producir alimentos, solo como una forma personal de vida. Se asumía como residente de una región que tiene una responsabilidad por el país y por el mundo, y en cada oportunidad lo decía. No le importaba repetir mucho las cosas verdaderas.
Nunca admitió que la producción de alimentos para los mexicanos quedara sujeta a los caprichos del mercado y con valentía defendió al sector agropecuario de los acuerdos comerciales que caminaban en su contra.
Se hizo presente en la defensa de la pequeña propiedad y en la conformación de una vida social y productiva de convivencia entre los pequeños propietarios, ejidatarios y colonos. Le dio vitalidad a la Unión de Crédito de la que siempre fue socio y en dos ocasiones su presidente. Veía en esas instituciones la fuerza y el camino más apropiado para que los productores contaran con los instrumentos -que acompañados de políticas públicas adecuadas- hicieran posible construirle un segundo piso al Valle del Yaqui con su agroindustrialización.
No escatimó esfuerzo en ninguna de estas luchas, pero entregó el resto de sus energías, a la defensa de las aguas del Río Yaqui. Nunca admitió su desvió para otro destino y otros usos. Sabía, como pocos, de la importancia de mantener, contra todo prejuicio, la alianza con la Tribu Yaqui para poner a salvo la existencia de los yoremes y de la vida productiva del sur de Sonora.
Conservemos la memoria de nuestro querido Jaime Miranda Peláez, como un activo de la historia de nuestra región. Coloquémonos a la sombra de su gigantesca estatura moral; de su transparencia, de su vigor, pero sobre todo de su valentía y de su gran amor por el Valle del Yaqui. No tengamos temor de imitar a los hombres que han sabido ser padres e hijos de esta región.
Algún día nosotros estaremos colocados frente al gran espejo de la Verdad y tendremos que rendir cuentas.
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