Análisis y Opinión
La violencia desde afuera
El gran tamaño de un país como México hace que los brotes de violencia terminen siendo regionalizados en sus respectivos estados. ¿A qué me refiero? En muchos casos el mexicano que vive lejos de un estado donde hay hechos violentos se mostrará identificado con la situación. En pocas palabras, la lejanía del conflicto hace que por parte de algunos se le confiera poca importancia, ya que “esas cosas solo pasan allá”, como suelen pensar unos. Desafortunadamente, cuando uno de estos sucesos se vuelve noticia nacional parece ser más una excepción. Todos conocemos este tipo de casos, por ejemplo, Ayotzinapa. No obstante, alrededor de esos sucesos hay muchos más en toda la república y que poco suenan en lo nacional. La mayoría son brevemente mencionados en las redes sociales, por lo que no se convierten en temas de interés para la población mexicana. A lo mucho termina siendo un tópico de conversación cuando se habla de violencia. A dos años y medio de ocurrido, el Culiacanazo sigue presente en la memoria de los mexicanos, dado que mostró el poder del narcotráfico en el país. Sin embargo, para muchos este acontecimiento reforzó la idea de que estas cosas nada más pasan en ciertas regiones.
Está claro que poder cubrirlos todos sería muy abrumador para el periodismo y la sociedad mexicana, la cual está harta de la constante violencia en el país. Aunque también ese hartazgo se ve impulsado por las noticias diarias de secuestros, tiroteos y asesinatos. La cuestión está en que no es lo mismo leer sobre un enfrentamiento armado, ocurrido cerca de donde uno vive, a enterarse de esa noticia desde un estado lejos de donde sucedió. La perspectiva y la manera de entender eso cambian. Mientras se viva lejos de aquellos acontecimientos siempre se verán por la mayoría a partir de una mirada un tanto indiferente, que nace de la acumulación de un sentimiento de impotencia ante la incapacidad de hacer algo, pero con pizcas de hartazgo.
No necesariamente es un fenómeno que aborde de manera exclusiva la relación entre las regiones del país. A nivel urbano también ocurren fenómenos parecidos. En las zonas metropolitanas y ciudades existen demarcaciones con índices altos de violencia. Las poblaciones urbanas, fuera de esas partes, saben cuáles son para evitarlas y, además, advertirles a viajeros y visitantes sobre ellas. En lugar de mostrar un interés por cambiar la situación, la mayoría prefiere evadirla. Tal como están las cosas, resulta mucho más difícil llegar a una solución. Tampoco es que antes fuera fácil, pero en la medida en que un problema siga sin ser atendido, las posibles soluciones se vuelven más complicadas.
Siempre existirán ciertas zonas de “seguridad”, ya sea dentro de una ciudad o en todo el país. Los estados turísticos -sobre todo los receptores del turismo extranjero- son prioridad en cuanto al tema de seguridad. Por ello, cuando ocurren actos de violencia en lugares como Cancún, la sociedad muestra indignación ante eso y los gobiernos actúan de inmediato. No está de más decir que el sentimiento de la población no reacciona de la misma manera ante una matanza efectuada en Sonora y una cometida en la Ciudad de México. En el primer caso, la experiencia del estado con el narcotráfico ha generado una normalización de los hechos desde la vista de quien no lo experimenta, pues, se ha vuelto cotidiano enterarse de la violencia allá. Si lo mismo sucediera en la Ciudad de México, habría bastante indignación por parte de la población mexicana, puesto que, existe la creencia falsa de que hay zonas ajenas al crimen organizado. El atentado que vivió Omar García Harfuch, secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, en junio de 2020, le dio un golpe de realidad a la población capitalina sobre la presencia del narcotráfico en la capital. Sin embargo, con el paso del tiempo la gente prefiere olvidar lo que pasó.
En parte esto es un síntoma de la normalización de la violencia en el país en las zonas con relativa seguridad. Pregúntele a alguien que vive en estados como Sinaloa y Zacatecas sobre la situación en esas regiones; verán que para quien experimenta este tipo de crímenes, los hechos violentos no están normalizados. Uno de tantos resultados de décadas de guerra, dominio del narcotráfico y la constante ausencia del Estado en ciertas regiones del país. Muchos vemos estas noticias y a veces nos preguntamos: ¿qué podemos hacer? La nula respuesta a esta cuestión termina provocando que tomemos la decisión de omitir la realidad de los hechos. Esa impotencia de uno, al verse imposibilitado para actuar, encuentra consuelo en el olvido y la omisión. Lo mínimo que se puede hacer es recordar estos sucesos, mostrar empatía por las víctimas y, sobre todo, ser consciente de los entornos privilegiados en los cuales muchos vivimos.
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