Análisis y Opinión
Sin nuevos cardenales
El pasado 29 de mayo, el papa Francisco anunció la creación de 21 nuevos cardenales y, para no variar en este pontificado, no faltaron las sorpresas, como tampoco las interrogantes.
El Papa distinguió con el birrete púrpura a perfiles variopintos: funcionarios curiales, arzobispos y obispos, presbíteros distinguidos y hasta un joven prefecto misionero de Mongolia (Giorgio Marengo, 48 años) que atiende a menos de 2 mil feligreses católicos.
De entre los perfiles, llamó la atención el nombramiento del padre jesuita Gianfranco Ghirlanda, un notable profesor de teología, exrector de la universidad pontificia más importante en Roma y quien participó directamente en la intervención vaticana ante la crisis institucional de los Legionarios de Cristo tras los escándalos de su fundador. Sin embargo, el Papa también nombró a Fernando Vérgez Alzaga, el primer Legionario de Cristo elevado a cardenal de la historia. Vergéz -quien hizo votos perpetuos en la legión desde los 20 años- fue convocado por el propio Francisco en 2013 para servir en el Governatorato Vaticano y actualmente es presidente de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano y del mismo Governatorato.
Es decir, el Papa ha elegido como colaboradores a personajes muy variados: pastores de las periferias más modestas pero también a jóvenes promesas de las grandes capitales (como a Paulo Cezar Costa, arzobispo de Brasilia, Brasil, el país con más católicos en el mundo); se trata del consistorio de creación de cardenales más grande que ha convocado Francisco y, sin embargo, no eligió esta vez a algún mexicano para incorporarlo al Colegio Cardenalicio.
En su pontificado, Francisco ha distinguido a cuatro mexicanos con el birrete púrpura: a Alberto Suárez Inda en el 2015 siendo arzobispo de Morelia (hoy emérito con 83 años); a Carlos Aguiar Retes en 2016 como arzobispo de Tlalnepantla (actualmente primado de México); a Sergio Obeso Rivera en 2018, entonces arzobispo emérito de Xalapa (hoy finado); y a Felipe Arizmendi Esquivel, en 2020, obispo emérito de San Cristóbal de las Casas (actualmente de 82 años).
El resto de cardenales mexicanos vivos son Norberto Rivera Carrera, arzobispo emérito de México, quien tras cumplir los 80 años el próximo 6 de junio dejará de ser cardenal elector; José Francisco Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara (73 años) y Juan Sandoval Íñiguez, también emérito de Guadalajara de 89 años que tampoco puede participar como elector en un próximo cónclave.
Con la reciente muerte del cardenal Javier Lozano Barragán, presidente emérito de la Comisión Pontificia para los Agentes Sanitarios, el 20 de abril pasado, actualmente México (aún el país con más católicos en el mundo) cuenta con seis cardenales vivos: cuatro eméritos (mayores de 80 años) y dos electores; sólo Robles y Aguiar podrían participar en un cónclave cercano.
Para la Iglesia mexicana, la mayor interrogante es porqué en este consistorio donde cada vez más se advierten los malestares de salud del pontífice no se ha puesto ningún birrete púrpura en algún obispo mexicano para ser cardenal elector (en realidad desde 2016, Bergoglio no nombra cardenal a ningún pastor mexicano menor de 80 años).
Candidatos había. El más notable, el arzobispo de Monterrey y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Rogelio Cabrera López (71 años). Cabrera ha demostrado liderazgo no sólo en la Iglesia mexicana sino en el continente americano mediante los diversos servicios que ha prestado al episcopado latinoamericano; además, ha manifestado sensibilidad y sintonía ante los retos contemporáneos planteados por Francisco.
Otro personaje bien conocido por el Papa es Jorge Carlos Patrón Wong (64), flamante arzobispo de Xalapa quien desde 2013 fue llamado por el propio Francisco para colaborar con él en Roma como encargado de Seminarios de la Congregación del Clero. Por su cercanía con Bergoglio así como su conocimiento sobre los desafíos de la vocación religiosa y su carácter afable lo hacen un candidato fuerte al cardenalato.
Con mucha más experiencia y un perfil ampliamente reconocido en México, otro pastor con madera de cardenal es el arzobispo de Puebla, Víctor Sánchez Espinosa (72), sus sólidos trece años al frente de la emblemática iglesia angelopolitana lo respaldan; o el arzobispo de Mérida, Gustavo Rodríguez Vega (67), quien cuenta con amplia experiencia en la Pastoral Social.
No obstante, el propio Francisco ha pensado en perfiles cardenalicios muy singulares, perfiles ‘periféricos’ y nadie duda que México tenga de ellos en abundancia: José de Jesús González Hernández (Chilpancingo-Chilapa), Cristóbal Ascencio García (Apatzingán), José Guadalupe Torres Campos (Cd. Juárez), Joel Ocampo Gorostieta (Cd. Altamirano), Juan María Huerta Muro (El Salto) o Sigifredo Noriega Barceló (Zacatecas), por ejemplo, serían candidatos muy semejantes a los que Bergoglio ya ha distinguido con la dignidad cardenalicia.
La imagen del papa Francisco en silla de ruedas y los constantes comentarios respecto a su salud comienzan a adelantar vísperas sobre un potencial cónclave que renueve el pontificado y de allí la importancia en la composición del Colegio de Cardenales, pues de entre ellos saldría el próximo Papa.
Bergoglio, con sus ocho consistorios y sus 122 cardenales nombrados ha favorecido, quizá como nunca, una configuración donde el Colegio de Cardenales no es una dignidad de exclusivo servicio al Papa sino de reflexión, construcción y confianza de la estructura y el lenguaje de la Iglesia católica futura. Hoy, ni duda cabe, abundan cardenales en franca rebelión al Sumo Pontífice que, de ninguna manera, sienten el servicio de ser ‘bisagra’ entre el Obispo de Roma y el mundo; sino que consideran su dignidad como la resistencia ante el devenir de la historia. Hay otros líderes católicos que, por fortuna, miran quizá con más esperanza el cambio de época y en las acciones que la Iglesia está obligada a emprender; sólo que esta vez, ningún mexicano nuevo se ha incluido en el máximo espacio de decisión.
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