Columna Invitada
Cambiar la narrativa
Por Antonio Maza Pereda
Cuando los politólogos y algunos que no lo somos, hablamos de la política, es bastante frecuente que digamos qué es necesario tener una nueva narrativa y en todo caso no estar siguiendo la narrativa del Presidente de la República, ni siquiera para rebatirla. Lo cual suena bien. Hace ya algún tiempo que la susodicha oposición no ha tenido ideas propias y que, en términos generales, se ha dedicado más bien a criticar la narrativa de la 4T o en todo caso afirmar que no es una mala narrativa, pero que en el Gobierno han sido ineptos para aplicarla.
Suena bien, en teoría. Pero no basta. La gran pregunta, es: ¿cómo? ¿De qué manera se podría cambiar esa narrativa? Por qué es claro que no hemos escuchado nada realmente nuevo. Pero también es cierto que quienes criticamos a la oposición, no hemos presentado ideas muy concretas.
No basta con decir cosas diferentes, nuevas soluciones, otros modos de alcanzar nuevos objetivos. Tampoco decir qué la situación actual o su narrativa no está siendo suficiente. No sólo se necesita que la oposición ofrezca una narrativa distinta; también se necesita una que entusiasme al electorado. Una narrativa que sea creíble, que tenga racionalidad y al mismo tiempo elementos emotivos, que sea una guía que lleve a la acción. Todo eso, obviamente, es necesario. Pero, otra vez, ¿de qué manera?
Para cambiar la intención del electorado no basta con decirle que el actual gobierno tiene errores. Finalmente, todo gobernante los tiene. En todo caso, esas fallas se pueden enmendar. Pero cuando no hay propuesta, ciertamente no hay errores, pero tampoco hay nada que mejorar. Necesitamos enfoques radicalmente diferentes. Dejar de ver la situación de la Nación en términos de blanco y negro, en términos bidimensionales y ver que nuestra situación cómo Nación tiene múltiples colores con muy diversas tonalidades y que operamos no sólo en dos o tres dimensiones sino probablemente en un número mucho mayor. Se necesita una propuesta que despierte el entusiasmo de quienes se oponen al sistema actual. Ya es bastante claro que la mera negación que se está haciendo no ha sido suficiente.
Tema que, además, no es solo de la oposición. Aquellos a los que el Presidente les llama “las corcholatas”, tampoco han mostrado mayor iniciativa. Su propuesta es la continuidad y hacer lo que les diga AMLO. Pero al menos ellos tienen el aval del señor Presidente quién, de ser cierto lo que dicen las encuestas de opinión, sigue teniendo una gran popularidad. Al menos eso tienen. Los aspirantes a candidatos presidenciales de la oposición, ni siquiera eso. No tienen quien les preste popularidad, no tienen un programa que continuar, o hasta el momento no lo han mostrado. Alguien me dice que lo que pasa es que están reservando las buenas ideas para qué la 4T no se las vaya a robar. Puede ser. Pero hasta ahora no han mostrado mayor cosa.
También valdría la pena profundizar en el concepto de narrativa. Es de esas cosas de las que todo mundo habla, pero qué no se define con claridad. Incluso se dan cursos, y se critican para bien o para mal las narrativas existentes, pero más allá de las definiciones no hay más detalle. Es como si alguien pretendiera hacer un nuevo automóvil sin tener los planos detallados de las piezas, de los sistemas y las interconexiones entre ellos.
Si queremos ver en sus términos más simplificados la narrativa de la 4T, esos puntos quedarían así: la situación: antes teníamos una situación mucho mejor que la actual. La complicación: se abandonaron los postulados de la primera Revolución social del siglo XX y se permitió un viraje hacia el neoliberalismo. La pregunta: ¿cómo regresar a ese pasado maravilloso que se nos ha perdido? La respuesta: una transformación fundamental, basada en un caudillo qué entiende y encarna los anhelos de la población: la cuarta transformación. Obviamente es un esquema muy simple: la respuesta es una vuelta al pasado.
¿Basta atacar esta narrativa? Posiblemente el 60% o 70% del electorado no vivió esa situación idílica de la que nos platican. No existe información clara sobre el nivel de pobreza o de violencia en los cincuenta, sesenta y setenta del siglo XX. Y siempre está el recurso a “los otros datos”. Muchos aceptan esta premisa como un acto de fe, que no hay que demostrar.
Para poder exorcizar, valga la comparación, una narrativa, se necesita tener una base amplia de cultura política en lo económico, en lo numérico, en los aspectos sociales y hasta en la antropología filosófica. Una base amplia pero no necesariamente profunda. Se trata de entender los aspectos básicos de estos temas. Pero cuando los políticos, por poner un caso, no tienen un sentido claro de las proporciones, y usan los números sin entender el concepto de la magnitud, tendrán éxito sí el ciudadano no tiene bases sólidas. Qué es justamente el tema más grave de la educación que hemos recibido y que se pretende seguirnos dando.
¿Es fácil? Seguramente no. ¿Rápido? Tampoco. Y tal vez por eso los politólogos no pueden proponer soluciones aplicables. Todos los políticos, no importa su tendencia, quieren tener resultados a toda velocidad, que no requieran un gran esfuerzo y que no haya que explicar demasiado. Sí, hay que reconocer las ventajas y las bondades de crear una nueva narrativa. Partiendo de un análisis de la situación: creíble, demostrable, fácil de entender. Con esa base, crear objetivos que entusiasmen a la ciudadanía, Y que dejen muy claros cuáles serían los pasos para que ese grupo de objetivos se pueda cumplir.
Sé que pido demasiado. Pero no puedo creer que solamente a base de mercadotecnia política esta opción actual, que resulta insuficiente al ciudadano que quisiera ver otras ideas, se vuelva eficaz. La ciudadanía, organismos intermedios, y hasta algunas partes de los partidos políticos actuales tienen que hacer un gran esfuerzo de reflexión para ofrecer algo diferente. La gran cuestión es: ¿alcanzará el tiempo de aquí al día de las elecciones?
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