Columna Invitada

Romero Deschamps, emblema de la decadencia

México requiere una regeneración de valores, una renovación de cuadros y de personajes que deje atrás la decadencia del viejo régimen

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Tras la derrota electoral del viejo régimen, los partidos y personajes que fueron su soporte han sufrido episodios subsecuentes que los dejan postrados por su pasado, uno de ellos es Carlos Romero Deschamps, personaje político éticamente indefendible.

Aún tratando de hacer un análisis frío, es complicado encontrar elementos de justificación del ex líder sindical para los excesos que propició contra de la empresa pública más importante de nuestro país.

Pemex ha sido sometida por décadas a un saqueo de recursos y a la gestión de intereses personales, desde la Presidencia de la República, pasando encima o en contubernio con sus directores generales y el liderazgo sindical, que han dilapidado nuestros recursos naturales y la viabilidad del desarrollo de dicha empresa.

En el imaginario social los dirigentes obreros del sistema corporativo del PRI -desde la referencia de Fidel Velázquez en la CTM-, son una combinación de magnates y seres ajenos a la realidad del trabajador en el país.

Romero Deschamps es miembro activo del PRI desde 1961, iniciando en su estado natal Tamaulipas como operador electoral. En 1969 ingresó a Pemex y dos años después inició su actividad en el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM).

A la par de los 27 años de liderazgo, fue tres veces diputado federal y dos veces Senador de la República. 

Aun con las prácticas de corrupción ejercidas ha sido posible que Romero Deschamps “sobreviva”, a pesar de ser señalado por el desvío de 500 millones de pesos de recursos sindicales para apoyar al candidato del PRI en la elección del año 2000, Francisco Labastida Ochoa. 

De ese capítulo indignante conocido como Pemexgate, salió sin responsabilidad por decisión de los órganos de justicia, arropado por gobiernos panistas y priístas, sin distingo.

Ostentoso, y para un sector amplio de la población con gustos ofensivos en el uso de artículos de lujo, como relojes de oro que portaba permanentemente, algunos valuados en siete millones de pesos, además de escolta, autos de lujo, casas en el extranjero, nunca recibió sanción o comentario público de sus dirigentes políticos ni de los Presidentes en turno, mientras la dirigencia sindical siguió ganando terreno con un contrato colectivo ventajoso en demasía.

En su último capítulo dentro de Pemex, antes de su renuncia anunciada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, quería hacer uso del derecho sindical de gozar de las vacaciones acumuladas en 27 años y que según él no había tomado a pesar de los frecuentes viajes que realizaba. En suma, un personaje moralmente indefendible que deja bien colocados a una serie de dirigentes seccionales que operan bajo el esquema de contubernio que él mismo les diseñó.

En contraste, la actuación del actual Gobierno Federal muestra una diferencia notable para tratar estos temas, muy distinto a la transición frustrada que en teoría representaba Vicente Fox cuando ganó la elección del año 2000.

Nuestra nación requiere una regeneración de valores, una renovación de cuadros y de personajes que deje atrás la decadencia del viejo régimen.

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