Opinión
Coppola, un nuncio con visión alternativa para México
De nada sirve prohibir porque lo prohibido se vuelve más deseable en automático, no sirven tampoco los cabildeos legislativos contra el aborto o la eutanasia si no van acompañados de un cambio cultural profundo y, finalmente, no sirven los acuerdos cupulares con políticos o funcionarios porque los políticos cambian sus ideologías y principios sin ruborizarse al ritmo que marcan las encuestas o las modas pasajeras. De esta manera ve el Nuncio apostólico en México, Franco Coppola, el panorama actual del país.
La famosa “solución mexicana” que el embajador del Vaticano cree que puede ser la vía para superar entuertos sociales y culturales se aleja mucho del maniqueísmo tradicional en donde parece que se han entrampado grandes grupos antagonistas.
Mientras algunos sectores religiosos (no sólo católicos) no paran de hablar de ‘guerra’, ‘brazos armados’ y ‘batallas de la fe’ que suceden en la arena política; el enviado del papa Francisco (que proviene de naciones donde estas expresiones no son sólo figurativas) siempre propone vías de diálogo que exigen un mínimo ejercicio de autocrítica. Una perspectiva que puede venir muy bien ante los tiempos electorales que comienzan a inquietar a los mexicanos.
En principio, al nuncio Coppola le llama la atención que la filiación religiosa de los políticos mexicanos sub-represente la cantidad de católicos en el país: “Me ha extrañado –dijo en Querétaro durante su participación en un encuentro de laicos- que en un país tan católico entre comillas, con 80% de fieles, a nivel político, los que profesionalmente tratan o deberían tratar de conseguir el bien común, haya una presencia muy escasa de católicos. Casi no se ven, hay algunas personas, pero muy pocas. No son para nada representativas del hecho que los católicos son el 80% de la población, para nada”.
Sin embargo, Coppola tampoco considera apremiante usar sólo la ficha de la masividad católica como apuesta para construir una verdadera nación de valores humanos y cristianos: “No hay que estar muy atentos sólo en concentrarse en estos hechos. Este es un aspecto importante pero no sirve de nada si no se trabaja con la gente, con el pueblo; si no se construye esta familia, este espíritu de familia en el pueblo mexicano. Hubo un tiempo –ejemplifica Coppola-, el de la conquista, o hace un siglo, incluso hasta hace sólo 40 o 50 años, cuando era posible convertir al jefe y enseguida todos los demás seguían automáticamente. Bastaba convertir al rey y todo el reino seguía. Bastaba con ponerse de acuerdo y hacer unas leyes y todo estaba arreglado. Esto iba bien hace un siglo, ahora no”.
De tal suerte que el diplomático señala sin medias tintas: “Si no se fortalece la conciencia cristiana de la población, no sirve de nada trabajar con los políticos, no se consigue nada. Se puede obtener una ley pero en seis meses será cancelada, no se llega a nada”.
La lectura del nuncio replantea fuertemente las búsquedas que varios sectores sociales han planteado para garantizar en el marco legal mexicano los derechos fundamentales de la vida y la dignidad humana. Coppola no los desanima ni desacredita los esfuerzos de aquellos grupos, sólo les propone una visión alternativa: “Es equivocado pretender defender la vida desde el nacimiento sólo prohibiendo el aborto, no sirve de nada; o defender la vida hasta el último momento prohibiendo la eutanasia. ¿A quién sirven las prohibiciones? Cuando se hace una cosa prohibida, la única consecuencia que uno la desee más; eso psicológicamente es automático”.
Franco Coppola ha planteado en varios foros la perspectiva de promoción de valores humanos y cristianos que el papa Francisco desea en las naciones: “La protección de la vida desde el principio hasta el último momento significa, siempre siguiendo el mensaje del Papa, estar cercanos a la gente. Para que ninguna mujer, ninguna joven, se sienta tan sola que no se sienta capaz de acoger la vida que el Señor le ha dado en su seno. Para estar bien cercanos a los enfermos, a nuestros viejitos, para que no sientan la necesidad o el deseo, como última cosa, de ser liberados de esta enfermedad. No es la ley lo que va a darnos estas cosas, es la cercanía a las personas. Si nosotros no estamos cercanos a las personas, las personas se alejan y tratan de encontrar la solución más fácil: el aborto o la eutanasia. No sirve de nada tapar estas salidas, porque siempre hay muchas maneras ilegales y de todas maneras no sirven. Se puede ganar la batalla si se obtiene una legislación que nosotros queremos, pero si no se hace nada para estar al lado de los adolescentes, las mujeres o los enfermos, no sirve de nada. Es una batalla ganada pero la guerra está perdida”.
La misión de Coppola en México parece ser la de sembrar estas ideas entre los obispos y los ministros de nueva generación, dejar de alimentar el purismo excluyente porque la revancha es un refugio sombrío. Kasuo Ishiguro el nobel de literatura 2017 plantea en su Gigante enterrado: “No sé qué tipo de desesperación nos lleva a instalarnos en parajes tan lúgubres”. La alternativa cristiana, incluso en la política, no levanta muros en las fronteras sino puentes, no llama a la guerra santa profetizando cataclismos: confía y se implica mientras los desesperados echan suertes.
@monroyfelipe
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