Opinión

‘Dunkerque’, la obra más madura de Nolan

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Dunkerque es la película más reciente del nominado al Oscar Christopher Nolan (‘Inception’, ‘Memento’), en la que actúa de nueva cuenta Tom Hardy y en la cual debuta el protagonista Fionn Whitehead. Historia basada en hechos reales que ha apasionado al también director de la trilogía de Batman, por muchos años.

Año 1940, en plena II Guerra Mundial. En las playas de Dunkirk, Francia, cientos de miles de soldados de las tropas británicas y francesas se encuentran rodeadas por el avance del ejército alemán, que ha invadido Francia. Atrapados en la playa, con el mar cortándoles el paso, las tropas se enfrentan a una situación angustiosa que empeora a medida que el enemigo se acerca.

Decir que ‘Dunkirk’ es una película de guerra con una premisa sencilla es acertado por lo que se refiere su trama: una armada compuesta por británicos y franceses, intentan entrar por el puerto de Dunkerque al flanco invadido por los Nazis. La operación es imposible, pues los alemanes están con todo su frescura y poderío. Y aunque los soldados no saben que van a pasar varios años para ese famoso Día D en Normandía, su misión ahora es sobrevivir esta situación de estar entre la espada y la pared. De un lado el poblado está tomado por soldados enemigos, del otro lado el océano no tiene barcos suficientes para llevarlos a casa.

Y es precisamente el término “casa” el más importante para Nolan en su filme. ¿Cómo regresar al hogar cuando ni siquiera hay botes suficientes para rescatarte?, ¿cómo exigirle a tu país, cuando está siendo estrangulado por el enemigo? La guerra es implacable y su aspecto épico topa en cada casco de la individualidad del soldado.

El argumento fílmico de Nolan no pretende por ello construir personajes complicados en pantalla, sino hombres que siguen su instinto de supervivencia, el código de lealtad militar o en el caso de los civiles, su espíritu patriótico y reconocimiento de hacer lo correcto cuando su país los necesita. Después de todo, son los hijos de la patria quienes están siendo tratados como carne de cañón sobre un pedazo de playa francesa.

Nolan, usa el punto de vista del cine, para ubicarnos en distintas esquinas del escenario. Conocemos a los generales que esperan que alguien venga al rescate, apuntando sus binoculares a altamar, mientras que seguimos el paso de un par de soldados que hacen todo lo posible por colarse a uno de los barco-hospital que podrían sacarlos del caos bélico.

Del otro lado, en un puerto Aliado, un civil aborda su barquito y sube a su hijo y a su mejor amigo, con la intención de sumarse a un hipotético rescate entre civiles, desafiando la imposibilidad de no ser bombardeados por los aviones o submarinos nazis.

Y en los aires, dos pilotos circundan el perímetro sin saber la gravedad del asunto, detectando poco a poco que allá abajo es cuestión de minutos para que sus colegas de armada puedan morir ante los nazis.

Para volverlo más interesante, Nolan nos coloca el reloj frente a la nariz. La historia se cuenta a tres tiempos. Donde cada sub-historia inicia a destiempo. Los soldados llevan una semana. Los botes y barcos en altamar un día. Los aviones una hora.

Todo debe coludir. Todo debe provocar una resolución. Todo debe estallar. Y algunos sobrevivirán y otros morirán. El suspenso es tal que Hitchcock estaría orgulloso.

A esto se le suma la música de Hans Zimmer, con el sonido de reloj en cuenta regresiva en distintas manifestaciones auditivas. Uno puede percibir el cómo las máquinas gritan al ser despedazadas por las bombas. El sentido de urgencia es tal, que las notas musicales se vuelven alarma viviente que indica que se roza con la muerte en cada cambio de fotograma.

Luego… la sobriedad de Nolan y su fotógrafo Hoyte van Hoytema (‘Her’, ‘Interestelar’, ‘Spectre’), donde ahora Kubrick estaría orgulloso de esta mancuerna. Cada encuadre de ‘Dunkerque’ es una oda al lenguaje cinematográfico, usando perspectivas para hablarnos de la inmensidad del océano contra un barco, un avión, un ser humano saltando por su supervivencia.

Es en medio de la locura y el desenfreno, la cacería del poderoso invasor a su presa, que la naturaleza humana se revela en el concepto instintivo de sobrevivir. En ese sentimiento Nolan forja su filme, sabiendo que todos compartimos la urgencia de salir a respirar a la superficie. Ahí, donde nuestra mortalidad se nos revela, es justo cuando la guerra adquiere su sentido más trágico, sabiéndonos que algunos regresaremos a casa y otros tanto… no.

Porque el cine es para siempre…

Dunkerque

npq 

 

 

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