¿Ése es nuestro único problema, conocer dos o tres nombres?

En aquellos años del glorioso y dorado autoritarismo, frente a la sucesión presidencial, todo se reducía a conocer de antemano, un nombre; el nombre de El Bueno, de El Tapado.

Conocerlo o acertar, y manifestarle al susodicho su lealtad incondicional, le aseguraba un futuro luminoso, tanto a él como a los suyos, cuando menos, para las próximas cinco generaciones.

Esa adivinanza era el sucedáneo de la democracia; ese juego perverso seducía a una muy buena parte de la sociedad mexicana. A falta de democracia y presencia y participación real de otros partidos, se nos daba un juego de azar.

Hoy, con ligeras variantes y tomando en cuenta las condiciones de tiempo y lugar, las cosas parecen estar en esos tiempos.

Sin embargo, lo que en aquellos años interesaba a millones de mexicanos, hoy es el deporte adivinatorio de unos cuantos sedicentes analistas políticos. La casi totalidad de los mexicanos, dedicados de manera cotidiana a perseguir la cada vez más inasible chuleta que ya parece pescado enjabonado, contrasta con las supuestas sesudas discusiones de quienes, ahítos merced a su elevada posición económica, pontifican acerca del futuro de posibles candidatos y suerte de los partidos.

Con la seguridad que solo es capaz de proporcionar la ignorancia, una y otra vez vuelven a sus porcentajes y a sus nombres; no tiene otro tema, no hay otro problema que no sea conocer, ya no un nombre como en aquellos años sino al nombre habría que agregarle el porcentaje impactante: El PRI no pasará de obtener 18%.

¿En verdad nuestros problemas se reducen hoy, a conocer uno, dos o tres nombres, y un porcentaje? ¿Ése es el nivel del análisis de quienes, casi en actitud de perdonavidas, parecen saber todo del futuro?

¿Acaso en vez de haber estudiado ciencia política, acudieron a la Universidad Walter Mercado, y se graduaron de zahoríes? ¿O estudiarían análisis político en las gloriosas Academias Vázquez y en el glorioso Instituto Patrulla?

¡Qué nivel tan bajo del análisis político del cual, indebidamente presumen nuestros intelectuales! ¿Ahora se explica por qué nada entendemos de nuestros problemas y sus causas?

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