Opinión

¿Por qué Cataluña, más allá de la política, es tan vibrante?

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Dejemos a los políticos solucionar sus enredos ideológicos y las entreveradas estrategias para hacer legal o ilegal sus ambiciones. Independiente o no, Cataluña tiene un no-sé-qué que la hace muy diferente del resto de España y, no se diga de Europa. Quizá esa condición, silenciada en el alboroto legalista, es la que serpentea por debajo de la piel de la población catalana que se entusiasma al reconocerse diferente de sus vecinos. Insisto: más allá de las cuitas independentistas, Cataluña se pinta en un tono más vibrante que el resto de las autonomías españolas.

Basta mirar las plazas centrales de las principales ciudades de las autonomías de España: en Plaza Catalunya de Barcelona abundan los niños, adolescentes y jóvenes; mientras, en la Plaza Mayor de Madrid o la Plaza del Ayuntamiento de Valencia (las otras dos ciudades más importantes de España), la media de edad de los transeúntes se ubica invariablemente por encima de los 30 años.

No es desconocido para nadie que el fenómeno de la baja de tasa de fecundidad y nacimientos en España en la segunda mitad del siglo XX fue dramático. El país ibérico se avejentó unas cuantas décadas cuando las mujeres españolas dejaron de tener un promedio de cinco hijos a principios del siglo XX a apenas un vástago desde los años 90. Todas las provincias españolas vivieron este fenómeno según apunta Margarita Delgado, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en su estudio La fecundidad de las provincias españolas en perspectiva histórica, pero sólo Cataluña ha visto una recuperación de la tasa de natalidad desde el año 2000. Apunta Delgado: “En 1940, todas las provincias catalanas estaban por debajo de dos hijos por mujer y, concretamente Barcelona y Gerona, registraban 1.50 y 1.54 respectivamente. Asimismo, en la recuperación que se aprecia desde los primeros años del siglo XXI, acusan incrementos más elevados que los del conjunto de España. Esto lleva a que en 2007 registren una fecundidad por encima de la media española”.

Algo sucede en estas ciudades catalanas y sus efectos impactan en varios espacios del desarrollo y la convivencia social. Según los datos del Institut d’Estadística de Catalunya: el 22% de los habitantes de esta provincia nació en el extranjero (lo que revela el impacto de la migración en la constitución poblacional), la tasa de natalidad de las ciudades catalanas supera el 9.5% cuando en otras provincias españolas alcanzan medias de 6.5% y 7.8% (sólo Andalucía y los territorios españoles en África superan la tasa de natalidad a Cataluña).

En el 2015, la provincia autonómica de Cataluña mostraba un índice de 3.2% de crecimiento poblacional cuando el resto de España seguía decreciendo en -0.2%; para el 2016, el crecimiento de España comenzó a revertir la tendencia con un 1.9% mientras las ciudades catalanas crecían ya a un ritmo de casi 4%.

Los efectos de este crecimiento poblacional (además de la densidad habitacional) se reflejan en un mayor desarrollo laboral y comercial. Cataluña mantuvo una tasa de desempleo del 12% en el 2016 cuando en el resto de España, la media de desempleo se mantuvo en la frontera del 19%. Con 608 mil 981 empresas radicadas en Cataluña, la región creció comercialmente un 2.1% y su actividad hotelera se incrementó en 3.3% en el último año solamente.

Algo tendrá que ver la migración y la multiculturalidad con este fenómeno de una Cataluña vibrante, según el Ajuntament de Barcelona casi el 22% de su población nació en el extranjero (el 60% es nativo de la provincia de Cataluña); entre esos extranjeros hay muchos latinoamericanos, africanos y migrantes procedentes de países árabes cuya tasa de fecundidad es mucho mayor que la de las parejas españolas.

La pluralidad de expresiones sociales y culturales en Cataluña es un fenómeno que necesita una atención especial por parte de las autoridades españolas; más allá de la ley y los mandatos superiores, el pulso social catalán acarrea cambios sustanciales en el estilo de vida europeo. No escucharlo sería un grave error de gobierno.

ebv

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