Opinión

¿Por qué el rechazo a lo nuevo, a aprovechar lo positivo que podría tener?

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He dicho en múltiples ocasiones, que lo nuestro es el pasado; ahora agregaría que también, el rechazo a todo lo que huela a nuevo y a lo que provenga de fuera.

Cómo México no hay dos. ¿En verdad no hay al menos otro país, donde el cambio sea anatematizado como aquí? ¿No hay por ahí, perdido en alguna parte del planeta, donde sus habitantes rechacen lo nuevo por temor a cambiar, a perder privilegios reales o inventados?

¿En verdad no hay otro donde sus habitantes se la pasen viendo el ombligo y maldiciendo todo lo ajeno, no únicamente porque debilita lo propio sino porque exhibe su atraso? 

¿Se ha puesto a pensar acerca del porqué somos así? ¿Por qué tenemos esa visión refractaria a lo nuevo, a lo que nos obligaría a cambiar, a hacer las cosas de otra manera?

¿Dónde aprendimos a rechazar lo nuevo y lo ajeno? ¿Quién nos lo enseño, y desde cuándo?

¿Ha intentado calcular el daño que esa visión del mundo, cerrada y de rechazo a lo nuevo y a lo de fuera, le ha causado a México y a los mexicanos?

Por otra parte, ¿por qué casi 100 millones de mexicanos poseen un teléfono celular? ¿Y por qué visten con tenis y jeans? ¿Y por qué cientos de miles de mexicanos, de repente se sienten leñadores y usan camisa de cuadritos y se dejan crecer la barba?

¿Por qué escuchan casi pura música en inglés aun cuando nada entiendan de la letra de las canciones que prefieren? ¿Y por qué hacen hasta lo imposible por obtener la visa para ellos y los suyos, para llevarlos a Disney World, y los que tienen los recursos suficientes, no piensan en otra cosa que en ir a Dallas a ver un juego de los Cowboys?

¿Por qué todas esas cosas y muchas más, no las rechazan, pero, cuando se trata de respetar la ley, o de fijar multas elevadas a quien la viole, chillan y chillan y chillan y la siguen violando? ¿Por qué si viajan por los segundos pisos a 120 Km/h, juran y perjuran que no eran ellos?

¿Sabe usted por qué rechazamos lo nuevo y lo ajeno? Porque somos hipócritas; rechazamos lo que nos obligaría a respetar la ley, perder privilegios y lo que nos obligaría a pagar por los servicios recibidos.

Por ejemplo, ¿concibe un país donde un grupo de delincuentes se apodera de instalaciones universitarias y las mantiene en su poder durante más de 17 años, y sus rectores presumen porque hacen respetar la ley?

Copiamos lo que a nada nos obliga, salvo a seguir haciendo lo mismo aun cuando nos vistamos con trapos que nos hacen ver ridículos; no se dan cuenta que, en vez de verse como leñadores canadienses, lucen más cercanos a miembros de las tropas del Estado Islámico.

¿Por qué en vez de rechazar lo que implica cambios y perder privilegios, mejor aceptamos lo nuevo y lo ajeno, lo que allá afuera ha probado ser exitoso como sería, entre otras cosas, el respeto de la ley?

Piénsele un poco, y dígase como sería el mundo si hubiere más de un México; con uno, ya ve cómo está el mundo, ¿se imagina cómo estaría con dos?

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