Opinión

¿Ya se dio cuenta que la realidad, otra vez, se impuso?  

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¿Dónde está hoy la euforia de los primeros días después de ambos temblores de este septiembre?

¿Dónde los miles de milennials y de los ya no tan milennials, en los días que corren?

Sin duda, usted lo sabe tan bien como yo: En su rutina diaria; en la que han estado, unos durante años y otros durante decenios.

En cada tragedia, en México y en cualquier otro país, la euforia por ayudar como consecuencia de lo mejor que tenemos como personas, sale a relucir. Enfrentamos el peligro con tal de salvar a un semejante o una mascota, y/o rescatar el cuerpo de quien quedó atrapado bajo los escombros.

Esta conducta, con las variantes que usted guste -dada la cultura de cada sociedad-, la vemos y la seguiremos viendo. Lo importante, ante las consecuencias de la tragedia, es la etapa que sigue.

Esta etapa es la que está soportada en la fuerza de las instituciones; en la cultura de servicio de las mismas y el sentido de la responsabilidad de los servidores públicos que forman parte de las estructuras del gobierno respectivo.

¿Qué podría decir usted hoy, de esas instituciones y de quienes en ellas laboran? ¿Ha visto en ellos la obligada comprensión y solidaridad que como servidores públicos estarían a otorgar a quienes en la desgracia perdieron todo o parte de su patrimonio?

Por otra parte, dejemos a esos empleados que bien los conocemos, que en estos días hemos empezado a ver, una vez más, su calidad moral y la profunda corrupción que los caracteriza.

¿Qué hemos visto de otros grupos, no de burócratas sino de mexicanos de a pie, como usted y yo? La misma conducta criminal de siempre; la misma actitud de aprovechar cualquier oportunidad para robar, para aprovechar cualquier oportunidad para robar esto o lo otro.

Por eso mi pregunta: ¿Dónde quedó esa solidaridad y actitud heroica que tanto presumimos?

¿Sabe dónde? En donde siempre ha estado; aparece unos días, y luego regresa a su lugar de siempre. Hoy, ya la realidad tomó el mando.

Hoy, cuando más necesarias son la solidaridad y el papel eficaz de las estructuras del sector público, es cuando más claras se ven nuestras taras sociales: la corrupción, las complicidades entre la burocracia y los particulares tramposos de las pésimas construcciones a precio de oro. 

¿Lo duda? Pregunte quién está ayudando a los cientos de miles o millones en el total desamparo, y me dará la razón.

No cabe duda que la realidad, por más ilusiones que nos hagamos, es dura y cruel.

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