Estilo
Artesanos dan nuevas formas al molcajete
Guadalajara.- Herederos de una tradición familiar, los artesanos del poblado de San Lucas Evangelista, Jalisco, elaboran los molcajetes y metates que se utilizan en las cocinas mexicanas en busca de darles un toque moderno e innovador.
Por décadas un puñado de familias han esculpido y dado forma a estas herramientas culinarias a base de la dura piedra del basalto, que extraen de las minas cercanas del llamado “Cerro Viejo”.
Víctor Cocula es conocido en San Lucas Evangelista, en el municipio de Tlajomulco, como uno de los 200 artesanos “lapidarios”; es decir, dedicados a la producción de metates y molcajetes, así como otros productos de piedra en este lugar.
El joven cuenta que aprendió con sus familiares a picar la piedra en la mina y darle forma a base de golpes, tallado y mucha imaginación. Cuando ve la forma que tiene una piedra, sabe de inmediato en qué la convertirá ayudado por el picadero, una especie de martillo elaborado por los mismos artesanos.
“En la actualidad se manejan herramientas como marros con pico y hacha que los llamamos picaderos, y con esos mismos les van dando forma a lo que son tus piedras que extraes con pico, pala, barra, como puedes, de las minas que están ubicadas en las faldas del Cerro Viejo, y a golpes le vas dando forma”, expuso.
El metate es una piedra rectangular que es usada desde tiempos prehispánicos para moler semillas con ayuda de una piedra cilíndrica llamada metlapil o mano de metate, mientras que el molcajete es una vasija parecida a un mortero donde se suelen mezclar a mano verduras para preparar diferentes tipos de salsas.
Artículos de este tipo son adornados con figuras de tortuga o cerdito, con grecas prehispánicas o flores que contrastan con la textura rugosa y oscura del basalto.
Las familia Cocula vive de la comercialización de los productos y ayuda a otros vecinos dándoles empleo cuando hay un pedido grande de los clientes, que generalmente son restauranteros de zonas turísticas de México y de países como Colombia.
La empresa compuesta por siete personas ha buscado hacer más llamativos estos utensilios con nuevos diseños y formas y también ampliar su catálogo con productos como platos especiales o instrumentos para lugares que ofrecen servicio de temazcal (baño de vapor de la medicina tradicional), ya que el basalto resiste altas temperaturas.
“Es cuestión de tener un poco de imaginación, saber qué perfil quieres seguir, qué tipo de mercado estamos teniendo, las necesidades de los restauranteros. Es cuestión de ver diseños y dices realmente ‘Yo quiero algo parecido a esto en mi negocio porque sí atrae mucho a la gente el tipo de piedra'”, expresó.
San Lucas Evangelista es conocido como la cuna del molcajete. En la plaza principal los artesanos, ayudados por el Gobierno estatal, elaboraron y erigieron el que hasta ahora es considerado “el molcajete más grande del mundo”, que funge como fuente.
A unas cuadras de ahí Adrián Rodríguez tiene su taller. En medio del patio mantiene los trozos de piedra que más tarde se convertirán en molcajetes, pero también en vasos, platos para cortes de carne, incensarios, lámparas y hasta cubos para enfriar las bebidas.
Cuenta que al esculpir la piedra vieron la necesidad de buscar nuevas formas de aprovecharla, pues la que conocen como “quesa” es ideal para hacer productos que puedan filtrar agua, la “piedra dura” es más compacta y se utiliza en vasos y floreros, mientras la “blandita” es ideal para los productos tradicionales.
Poco a poco y ayudado por carpinteros ha creado artículos con basalto y madera para actualizar su catálogo, lo que le ha permitido llegar a nuevos compradores.
“El cambio se da porque en lo tradicional hay mucho mercado ya que aquí somos como 200 artesanos y hay mucho de los mismos. Hacer ese cambio es una necesidad que el cliente requiere y vemos que hay que transformar la materia prima y ofrecer un poco de más productos porque quedas libre para hacer más negocio”, aseguró.
Juan José Pérez, de 65 años, elabora estas artesanías decorativas y utilitarias desde los ocho años, cuando uno de sus tíos le enseñó el oficio. Hasta su taller, que es a la vez tienda, llegan mexicanos que viven en Estados Unidos y extranjeros que quieren llevarse un recuerdo de México.
Aunque también vende sillas, fuentes y vasijas, el fuerte de Pérez -cuyo trabajo le ha valido reconocimientos y premios en México- son los molcajetes en diferentes tamaños y formas.
“Cada día voy diseñando cosas nuevas; unas pegan (se comercializan) muy bien, otras menos, y voy buscando qué es lo que más necesita la gente para que pueda tener auge en la venta. Son piezas únicas y ningún diseño es el mismo”, recalca.
Los dos hijos de Pérez conocen el oficio pero prefirieron dedicarse a sus profesiones, aunque el artesano espera que en algún momento ellos o alguno de sus sobrinos pueda continuar la tradición familiar.
“Sí me gustaría. Mis hijos saben y trabajan muy bonito, saben bien el oficio”, expresó.
emc