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Barcelona-Shangai por tierra…

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CUMPLIENDO SUEÑOS

Por Iñaki Escribano

Todos soñamos con hacer algo asombroso en nuestra vida alguna vez cuando somos pequeños. Creemos que algún día, podríamos llegar a ser astronautas, presidentes, bomberos, o simplemente tener una casa, un coche y una familia. Yo quise desde muy pequeño ser aventurero y explorar el mundo. Hoy por hoy, a mis 29 años y tras 85 países recorridos (más de un tercio del total en el mundo) considero que he cumplido gran parte de ese sueño que se inició en la infancia. Con gran esfuerzo y sacrificio, los sueños, igual que todas las metas que uno se proponga en la vida, se cumplen.

Siempre soñé en salir del lugar donde estaba, y me junté con todo aquel que pensara de la misma manera que yo. Cualquier cosa exótica o distinta a la vida que yo tenía, me enamoraba. Un día me topé con el libro de Tony Wheeler llamado “Across Asia on the cheap” donde una pareja atravesaba Europa y llegaba a Asia con medios muy escasos, sin apenas recursos durante los años 60. Posteriormente crearon la guía de viajes más famosa del mundo entero: Lonely Planet. Me vi demasiado reflejado en ese libro. Así que desde aquel momento me puse a investigar a más no poder sobre aquellas travesías y rutas, y me reuní con personas que habían realizado recorridos parecidos con tal de recopilar toda la información posible.

Desde ese momento, no paraba de soñar: viajar desde mi casa hasta la otra punta del mapamundi por tierra. Desde Barcelona (España) hasta Shanghai (China) en la medida de mis posibilidades, que por entonces a decir verdad, no eran muchas. Y así hice.

En 2017 recorrí 26 países, con 26 años en 26 semanas. Llegué a Shanghai habiendo recorrido la histórica ruta de la seda, con una mochilita, unas enormes ganas de aventura y mi dedo pulgar. Dos años más tarde hice un recorrido parecido desde el lugar que me vio nacer hasta mi segunda casa: Melbourne (Australia). Esta vez tomé un tren hasta Tianjin (cerca de Pekín, en China) y luego poco a poco, isla por isla, recorriendo el Este de Asia hasta llegar a la ciudad de Darwin (al norte de Australia) para finalmente atravesar en coche todo el país.

¿Mi gran inconveniente en estos viajes? Ser celíaco/alérgico al gluten… y con el pan siendo un ingrediente tan presente en prácticamente cualquier cultura.. convengamos que es un handicap tremendo. Hoy en día, por fortuna atrapado en esta maravillosa isla austral, sigo recorriendo sus territorios y estados de cabo a rabo. Quién sabe, quizás el día de mañana consiga ser como Audrey Walsworth, la primera mujer que en 2005 consiguió visitar todos los países del mundo. ¿Qué podría conseguir yo? ¿Ser el primer alérgico al gluten en conseguirlo? Quién sabe…

Con travesías así, son muchas las puertas que se cierran. Pero como todos sabemos, cuando una se cierra, muchas más se abren. Todo en la vida dependerá de si uno ve lo que tiene delante como una oportunidad, o como una miseria. Escuchar y seguir lo que nos indica nuestro corazón es tarea complicada pero muy reconfortante cuando se da. Debido a mis viajes por el mundo, quizás he tenido que decir que no a una gran carrera profesional, determinadas ganancias económicas o una comodidad permanente. Sin embargo, he ganado una riqueza de conocimiento tremenda, aprendiendo idiomas de todo tipo, conociendo gente y culturas de lo más variado, o simplemente aprendiendo a vivir profundamente el presente.

Han habido muchísimos obstáculos en el camino. Mis viajes son al final una analogía del camino de la vida: a veces es arduo pero pese a todo, vale la pena vivirlo, continuar dándolo todo y esforzándote por sacar lo mejor de ti. El dolor o el sufrimiento a veces no lo podemos espantar, pero si podemos hacerlo nuestro. Abrazarlo comprendiendo que es un bien para nosotros. A menudo le digo a mis amigos que la única diferencia entre ellos y yo es que yo he tenido más errores que ellos, y por lo tanto he llegado a conclusiones (o aciertos) en la vida antes que ellos. Como decía Albert Einstein, “la mayor inteligencia es adaptarse al cambio” y a las circunstancias presentes. Es cierto que el presente es un regalo que debemos valorar, la vida es un don preciado que todos debemos agradecer, incluso en los peores momentos.

No sería la primera vez que me desmayo por estar malnutrido, pero eso me ayuda a ser mucho más consciente de los problemas en países subdesarrollados donde escasean los alimentos, o simplemente a gestionar mejor mi tiempo y provisiones. De todo se aprende.

Es muy normal que a veces en la vida nos sintamos solos, pasamos por desiertos muy áridos que nos hacen reflexionar y mirar en lo más recóndito de nuestro ser, como en tiempo de confinamiento durante una pandemia global, o cruzando totalmente solo un país a dedo y sin comida disponible. Esas circunstancias te hacen romper con tu zona de confort y analizarte a ti mismo. Quizás tu pareja o tu familia no te entienda, pero una cosa es segura: lo que estás viviendo es para ti, y depende de ti hacerlo tuyo.

Para romper con esa soledad, uno tiene que saber qué es lo que más o menos le gusta (natación, lectura, videojuegos, cocina, películas, etc) y es tan sencillo como abrir cualquier App en el teléfono móvil para conocer a gente de su estilo con esos mismos intereses: ya sean Apps como Meetup, Bumble, los hangouts de Couchsurfing o los grupos de todo tipo en Facebook. Poco a poco, irás encontrando tu círculo y luego todo dependerá de tu compromiso con la actividad y con el otro, y si hay química entre unos y otros.

Yo animaría a cualquier persona en el mundo a viajar, a salir de su zona de confort y a cambiar su mirada sobre las cosas. No necesariamente uno tenga que recorrer el mundo entero, ni tener que sacrificarse a más no poder por lograr su sueño, pero si creo que es bueno para cualquier tipo de persona emplear cierto tiempo para cambiar la rutina del día a día y buscar nuevos rincones donde recargar pilas, y volver a casa con más energía y una mirada hacia la vida transformada.

Animo además, a todo aquel que me esté leyendo ahora mismo, a buscar un rincón o lugar físico concreto no muy lejos de su casa, donde pueda ir regularmente en solitario a meditar o reflexionar sobre lo que le sucede en el día a día. Puede ser un parque, un lugar cerca de la playa, una oficina con buenas vistas ¡donde sea! Y así poco a poco guardar un tiempo para ti por semana, que te ayude a mirar las cosas desde otra perspectiva. A menudo es un ejercicio que ayuda a calmar tu alma, y enfocarte en tus objetivos más íntimos.

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