Unión Mujer

Señales del abuso sexual infantil

Publicada

on

*Contenido sensible para víctimas de abuso sexual.

Era la primera y última vez que dejaba a mi bebé de aproximadamente 7 meses con su papá mientras yo iba al supermercado. Fuí tan rápido como pude. Una hora. Cuando iba entrando a la casa, escuché llorar a mi bebé, un llanto diferente, sentí angustia y desconfianza, intenté ver por la ventana hacia dentro, pero estaba borroso. Sólo ví como, mi entonces esposo, levantaba a la bebé del piso y ella dejó de llorar. No pude explicarme qué pasaba pero presentía que la estaba abusando.

Mi niña comenzó a tener periódos donde dormida gritaba, se semi-despertaba, abría sus ojitos y parecía que veía a alguien y le daba mucho miedo, algunas veces gritaba “no”, otras “no papá”. Investigué, leí y pregunté al pediatra. Concluyeron que eran terrores nocturnos, algo pasajero y normal en los niños, pero yo sentía que algo le había pasado a mi hija. Incluso una vez le dije a mi mamá: “Si yo dejara a mi nena con alguien más, diría que algo le hicieron”.

En otra ocasión, en un despacho jurídico le iba a prestar mi celular a mi niña, al pasárselo salieron unos videos pornográficos, no entendí qué había pasado porque yo no veía pornografía, así que le pedí a mi entonces esposo que le “bloqueara” o compusiera lo que fuera para que no salieran “promocionales” indebidos. No sabía que era precisamente él quien le mostraba pornografía a nuestra hija, en los celulares y en la televisión.

Casi al cumplir tres años, al salir del baño, mi hija, se acercó y me dijo, mostrándome con sus manitas: “mamá, mi papá me hizo fuerte con su dedo en mi chuchú (vulva)”. Después de hablar con el papá, rezar, comentar con alguna persona e investigar signos de abuso, creí que mi hija había dicho eso porque yo justo había comenzado a enseñarle seguridad corporal. En ese momento no pude ver que mi hija no había repetido lo que yo le expliqué, sino que había claramente expresado un tocamiento sexual. Lo dijo dos veces más, yo sentía mucho miedo de preguntarle, pensaba que le pondría palabras en la boca si indagaba más sobre lo que decía.

Su abuela paterna me mencionó que mi hija había tomado su mano y la había puesto sobre su vulva. Tiempo después en dos ocasiones hizo lo mismo conmigo. Esta es una conducta de un niño que está siendo abusado. Yo no lo sabía, después me lo explicó una psicóloga especializada en ASI.

En una terapia de juego con una psicóloga pasante, mi hija le quiso introducir un lapicero en su vulva a una muñeca, esto es otro signo de ASI. La psicóloga, desgraciadamente no estaba capacitada para verlo. Después me fué dicho en terapia especializada.

Durante mucho tiempo, mi hija no quería que su padre al llegar de trabajar se le acercara, la abrazara o jugara con ella. El papá se molestaba, en unos minutos se le pasaba esa actitud y convivía otra vez cariñosa y cercana él. Esto me daba muy mala espina, pero al investigar encontré que eran conductas “normales”, “pasajeras” en el desarrollo del niño. Pero no era así, yo sentía bien, el papá la abusaba, física, sexual y psicológicamente.

En otra ocasión, al querer su papá abrazar a la bebé, ella empezó a gritar por un par de minutos y decirle que no la abrazara, luego todo siguió normal.

Una vez al dormir, desperté muy inquieta y mi niña estaba del otro lado de la cama (no donde yo la había acostado) y su ropita estaba como si la hubieran desvestido, yo sentía que algo le habían hecho.

Mi niña era “demasiado” resistente al dolor, no lloraba casi nunca, se portaba demasiado madura para su corta edad y no hacía travesuras. Esto me latía muy mal, pero el pediatra y las lecturas que hice decían que era algo “normal”.

Con mi segunda hija sucedió que desde el primer día en casa de recién nacida, empezó a llorar muchísimo cada vez que le cambiaba el pañal y no había sido así en el hospital. También sangró vaginalmente al segundo día de nacida. Ella no quería que su papá la abrazara, sólo se calmaba conmigo.

Esta hija perdió el habla por un año y no existió ningún impedimento físico, auditivo o cognitivo, su desarrollo fué normal. Se le practicaron los estudios y evaluaciones requeridas, la pérdida del habla la atribuyo al ASI, aunque tristemente ningún profesional puede dar ese diagnóstico porque no tienen suficiente “evidencia”. Comenzó a tener infecciones en vías urinarias muy frecuentes desde los 6 meses de edad hasta los 5 años, sin ningún diagnóstico médico o daño físico.

También notaba que no sonreía. Al decirle “sonríe” como para las fotos, ella hacía unos gestos muy forzados, no naturales.

Ella denunció el ASI por primera vez al año ocho meses de edad,  una noche al dormirlas (no hablaba), tocó su vulva con su manita, hizo un gesto de dolor y señaló hacia la sala. En una entrevista con especialista hizo lo mismo con una muñeca y asintió a las preguntas de si su papá le hacía eso.

Mi hija mayor, al ya estar separada del padre, comenzó a tener llantos inexplicables y temblar cuando yo quería ponerle crema en sus piernitas y comenzó a narrar escenas pornográficas.

Meses después, al llevar separada del padre ocho meses, y viviendo con crisis diarias de llanto con duración de no menos de 4 horas,  pudo volver a contar ahora con más detalles los abusos sexuales, físicos y amenazas demasiados violentas que sufría del papá. Esa madrugada, 8 de febrero, no me quedó duda de que el ASI era cierto y hasta el día de hoy toda esa narrativa me destroza mental y emocionalmente.

Si sospechas que a tus hijos les sucede algo malo, grave o raro, con el dolor de mi experiencia te diría que así es. Que NO escuches a quienes tratan de convencerte que estás loca o que exageras. Que cuando investigues sobre ASI, además de los documentos generales u oficiales, por favor, lee testimonios y verás que cada uno desgraciadamente, nos confirma que lo que nuestros niños narran es verdad,  por imposible que parezca.

Toma tus precauciones (los agresores sexuales de infantes pueden ser muy peligrosos) y consulta  a un profesional en ASI, NO a cualquier médico o psicólogo.

La señal o signo de abuso más clara y frecuente es cuando el niño o la niña dice (muestra) que está siendo abusado sexualmente. También es la señal más ignorada.

Créele a tus niños, por imposible que suene lo que te cuentan.

Los niños NO mienten, los perpetradores SÍ.

¡Por un mundo donde cada niño esté a salvo!

Misión AE.

Te Recomendamos

Salir de la versión móvil