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El misterio de José Luis Cuevas

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Ciudad de México.- Los amigos y familiares del artista plástico José Luis Cuevas (1931-2017) se desbordaron apenas sus tres hijas, Ximena, Mariana y María José Cuevas, rodearon la urna con las cenizas para hacer la segunda guardia de honor, en el homenaje organizado por la Secretaría de Cultura para honrar la memoria del artista fallecido apenas un día antes.

Un aplauso que se convirtió en instantes en ovación resonó en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes, amigos de las “niñas Cuevas” como Patricia Reyes Spíndola, Marisol Gasé y Astrid Hadad, ente otros actores y cineastas -Daniel Giménez Cacho, Alfonso Arau-, y el público en su totalidad, unificaron el grito “no están solas” y “arriba Bertha”, refiriéndose a Bertha Cuevas, la primera esposa del dibujante y escultor.

Las hijas del pintor por fin pudieron despedirse de su padre, a quien no veían desde hacía por lo menos cuatro años, acariciaron y besaron la urna con las cenizas, depositaron rosas blancas, no lo vieron tampoco de cuerpo presente pues no se les permitió la entrada al velorio.

Ximena, la más afectada, estalló ante las muestras de apoyo y se arrodilló, mientras la viuda Beatriz del Carmen Bazán daba la espalda a la escena y la secretaría de Cultura, María Cristina García Cepeda, trataba de mantener la solemnidad de la ceremonia, en la primera fila observaba el cuadro Silvia Lemus, viuda de Carlos Fuentes.

¿De qué murió José Luis Cuevas? ¿Dónde reposarán sus cenizas? ¿Qué pasará con su legado? Esas y otras preguntas que nadie pudo responder flotaban en el ambiente; el poeta Homero Aridjis, quien dijo conocer al autor de La Giganta desde los años 60, no pudo callar más y fuera de programa, de manera espontánea tomó el micrófono para recordar al “amigo secuestrado”.

Relató que solían tomar café en la Zona Rosa y mantuvieron una amistad a lo largo de los años, y tuvo la oportunidad de hablar con Cuevas en los últimos años, pero algo había cambiado, se había desvanecido era otro Cuevas.

“Para mí todos estos últimos años han sido patéticos porque una mente brillante, artística, con gran sentido del humor, gran sentido de la amistad, de pronto se desvaneció”.

“Ese será un misterio para los investigadores del arte mexicano”.

Y agregó “Yo vine a ver el cuerpo presente de José Luis Cuevas y me toca con gran ironía que veo sus cenizas, ¿dónde está José Luis Cuevas? ¿por qué lo cremaron tan rápidamente?”

Antes habían tomado la palabra el político Porfirio Muñoz Ledo y el creador Fernando González Gortázar, para destacar los aportes artísticos del fundador de la Generación de la Ruptura, una corriente artística que rompió con el muralismo de la Escuela Mexicana de Pintura, y de la personalidad genial del dibujante y escultor que se formó de manera autodidacta.

¿Qué pasará con el legado de José Luis Cuevas?

Al finalizar la ceremonia luctuosa Ximena Cuevas respondió que desconocía el tema, pero minutos más tarde recordó que en vida sus padres habían decidido que todo lo suyo debía ser de México, “pues mi mamá era muy nacionalista”.

¿Cuál es tu herencia? Le preguntaron, “Lo llevo en la sangre, es mi piel, mi sentido del humor, mi creatividad… es mi padre”, dijo y mostró la pulsera de cuero en su muñeca, como solía portarla el pintor.

Recordó las cualidades de su papá, “un buen conversador, espléndido histrión, un conquistador extraordinario”…

Bajo una discreta llovizna, ya afuera, en la explanada del Palacio, compartió que los recuerdos son la mejor herencia “El olor de la tinta cuando trabajaba, el papel en blanco y el lápiz llenando la hoja de líneas que iban tomando formas; mi hermana Mariana y yo éramos niñas y lo veíamos trabajar en el taller, pues siempre tuvo el taller en casa… estoy orgullosa de ser su hija”.

La cantina La Ópera en la calle 5 de Mayo cerró sus puertas para recibir a la familia Cuevas y sus amigos, que partieron caminando para reunirse ahí sin las cenizas del artista pero con su memoria.

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José Luis Cuevas

npq

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