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Hallan en Pino Suárez el calpulli de Cuezcontitlan

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México.— El arqueólogo Alfonso Caso, explicó que Teopan fue la más antigua e importante de las cuatro parcialidades de Tenochtitlan, y ese estatus se expresaba en la grandeza de los centros ceremoniales de sus 18 barrios, como ahora lo han comprobado arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) al descubrir a escasos centímetros de la Plaza Pino Suárez, restos de una subestructura prehispánica que debió ser parte de la delimitación del espacio sagrado del calpulli de Cuezcontitlan, “Lugar de las trojes” o “Donde están las trojes”.

La arqueóloga Donají Montero Guzmán, de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH, refiere que hace poco más de un mes se procedió al rescate de estos vestigios arquitectónicos que quedaron expuestos con la apertura de dos calas, durante los trabajos del proyecto de rehabilitación integral que realiza en el lugar la Autoridad del Espacio Público de la Ciudad de México.
 

En las inmediaciones de las avenidas José María Izazaga y San Antonio Abad, durante la construcción de la segunda línea del Metro para la capital a finales de los años 60, fueron descubiertos los restos de edificios que conformaron el centro ceremonial de Cuezcontitlan, entre ellos su adoratorio dedicado al dios mexica del viento, Ehécatl.

“Había pocas expectativas de encontrar elementos arquitectónicos prehispánicos, por el contrario, pensábamos hallar más evidencias de la época colonial considerando que a fines del virreinato hubo mayor urbanización hacia esta sección de la ciudad”, expresó.

El calpulli o barrio de Cuezcontitlan era estratégico, pues permitía una rápida y eficaz distribución de productos agrícolas en las parcialidades de Teopan (también llamado Zoquipan o Xochimilca) y Moyotlan.

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En la cala más amplia de las dos abiertas, se observa un muro de aproximadamente siete metros de largo que corre dirección este-oeste; y una sección más del muro de 1.20 metros de longitud que va en sentido norte-sur, alcanzando 1.70 metros en su punto más alto. Sobresalen restos de sus aplanados originales que están siendo debidamente conservados por la arqueóloga; ese mismo aplanado de cal destaca en el piso que tiene la misma longitud de los muros al rebasar los 8 metros.

“Tenemos aproximadamente 25 metros cuadrados de la estructura prehispánica, entre muros y piso”, calcula la arqueóloga Donají Montero.

En la segunda cala se identificó la sección de un piso de dos metros cuadrados y lo que al parecer es un segundo cuerpo del basamento, el cual alcanza 4 metros de altura.

Por la presencia de fragmentos de cerámica Azteca III y IV (1430-1521 d.C.), la experta de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH infiere que este edificio estuvo activo a lo largo de dicho siglo, el de mayor expansión militar y comercial del imperio mexica.

Vestigios de un rastro colonial

La parte sur de la parcialidad de San Pablo Teopan —pese a su innegable importancia en época prehispánica porque conectaba con la que hoy es la Calzada de Iztapalapa (por la que llegaron los españoles en 1519)— se convirtió en la época virreinal en un territorio extramuros y marginal, con escasa población y que agrupó un matadero, el Convento y Hospital de San Antonio Abad, la acequia real y algunas capillas de origen franciscano.

En la supervisión de los trabajos del proyecto de rehabilitación, en una cala de 30 metros de largo por seis de ancho y un metro de profundidad, frente a un hotel próximo a la Plaza y Capilla de San Lucas Evangelista, la arqueóloga Donají Montero identificó rellenos de la época colonial de los que sobresale una gran cantidad de restos animales, evidencia del citado rastro. Cabe señalar que las primeras constancias documentales en torno a San Lucas Cuezcontitlan de los Carniceros son de finales del siglo XVII y principios del XVIII.

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Como detalla la historiadora del INAH, Gabriela Sánchez Reyes, “la denominación del santo patrono de esta capilla (San Lucas, cuyo atributo iconográfico está identificado con un toro) quizás estuvo más en relación con sus feligreses, conformados originalmente por los operarios del matadero y el rastro, es decir, aquellos trabajadores cuya labor consistía en matar ganado, de ahí que eligieran a un santo asociado con un toro”.

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