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‘La Bella y la Bestia’: reseña

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Si hay algo que podemos estar seguros, ante la nueva adaptación del cuento francés de ‘La Bella y la Bestia’, es que Disney lo mismo rinde homenaje a su filme animado de 1991 –primera cinta de género nominada al Oscar de Mejor Película- que trae una producción con los merecimientos propios para ser celebrada y recordada.

En un mundo donde el lado oscuro de las “selfies” es el hedonismo, hablar de la fachada de un personaje como el príncipe convertido en Bestia, es más que oportuno. ¿Qué tanto nos atrevemos a asomarnos en verdad al otro?, ¿cuáles son nuestros estándares para definir que algo es bello o espantoso?

En las manos del director Bill Condon (ganador del Oscar por escribir la adaptación de ‘Chicago’ al cine y director del musical ‘Dreamgirls’), ‘La Bella y la Bestia’ es una cinta para experimentar los peligros de quienes deciden sólo reunirse con los que piensan como ellos y no desean saber más allá de sus fronteras. Aun en el pueblo de Bella, hay libros que permiten salir de sus confines.

La invitación de Emma Watson a personificar a Bella, no solo le trae el modernismo de su activismo por difundir acceso a la cultura y justicia para las mujeres, sino que posee en ella a la mejor embajadora para que revisitemos un cuento que exige a su protagonista lo mismo ser inteligente, que compasiva, ingeniosa y sobre todo… llena de curiosidad ante la vida.

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Condon consigue sumergirnos con escenarios reales, sets fastuosos, vestuarios espectaculares y animación digital a un sitio que ya conocimos, pero que aún posee más de una sorpresa aguardándonos. Mientras, Watson consigue darle esa sensación de frescura al revisitar escenas como aquel festín llamado “Be Our Guest”.

Del otro lado de la mesa, la Bestia. Él es interpretado por Dan Stevens (‘Downton Abbey’), vestido de animación por computadora, pero sabiendo conectarse con su co-protagonista. Aquí su príncipe-bestia tiene un sentido más juvenil que la versión animada, colocándolo más a la par de la joven Watson.

Entre los aciertos del filme es hacer que la Bestia cante –con una canción nueva escrita por Alan Menken y Tim Rice- con un eco a la ‘Fantasma de la Ópera’, donde el castillo y su criatura son la misma cosa y el deseo de no dejar ir a la amada pernea todo.

Y mientras un excelente Luke Evans nos obsequia su versión de Gastón, villano de nuestros tiempos, siempre listo para hablarle a la pantalla… ¡perdón, espejo! sobre qué tanto se ama. Tenemos a un fiel amigo y lleno de humor Josh Gad como LeFou, objeto de controversias que se quedarán en aspavientos cuando el espectador vea la película.

‘La Bella y la Bestia’ se alimenta de la nostalgia por la cinta de hace 26 años, pero también voltea a ver a la clásica versión en blanco y negro y en francés del genial poeta de la imagen Jean Cocteau en 1946. Nunca antes vimos un castillo tan encantado y misterioso como el de la versión de Condon.

Pero al final, está Watson. Con un candor que la vuelve la rosa central del filme, siempre brillando ante al mínimo rayo de luz. Llena de vida, pero con espinas listas a quien la menosprecie.

Como aquel baile emblemático bajo el candelabro, Watson se desliza con gracia por ‘La Bella y la Bestia’, retomando no sólo la coreografía, sino aquel legado que el dibujo de 1991 trazó hacia el siglo XXI, logrando que las princesas y mujeres de Disney jamás… nunca más… fueran vueltas a rescatar.

Porque el cine es para siempre…

apc Bella
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