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Austeridad republicana

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Con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, el pueblo de México refrendó la urgencia de un cambio ante el debilitamiento de administraciones pasadas aunque también influyeron los errores de candidatos, sus campañas fueron dedicadas a desmontar a quien fue puntero en las encuestas por mucho y, hasta el día de la jornada electoral, la abundancia de mensajes y guerra sucia pretendían influir para mover el supuesto “voto útil” para Ricardo Anaya quien no remontó.

A diferencia de la elección de 2006, López Obrador llega a la presidencia con una amplísima ventaja. No habrá voto por voto ni casilla por casilla, pero la asunción a la titularidad del Ejecutivo requiere acciones determinantes que no deben ser pausadas, pero bien calculadas si el virtual presidente electo quiere hacer honor a la palabra y al compromiso hecho con los millones de mexicanos a los que se dirigió en campaña. La posible conformación del Congreso de la Unión con una mayoría hacia el Movimiento encabezado por el virtual presidente, lo pondría en clara ventaja para efectuar los virtuales cambios constitucionales que revisarían las reformas estructurales. Tiene además otro factor clave como ningún otro en el Legislativo: el PRI herido en esta elección cuando prácticamente pierde todo en esta elección. En el 2000, momento de la alternancia, Francisco Labastida obtuvo más del 36 por ciento de los votos mientras que José Antonio Meade, poco más del 15. Ese es el tamaño de la debacle.

Además, la conformación del Frente por México entraría en una especie de recomposición si quieren ser verdadera oposición para la Coalición de AMLO en el Congreso de la Unión. En el reconocimiento de su derrota, Ricardo Anaya Cortés tuvo un atisbo que quizá le devolvió la conciencia sobre la vocación del PAN como partido auténtico de oposición. La conformación del Congreso de la Unión en 2006 llevó al PAN con una mayoría que pudo haber realizado las reformas estructurales que sólo tuvieron su consumación cuando el PRI regresó a Los Pinos y con mayoría en ambas Cámaras tras la elección de 2012 donde López Obrador cayó al tercer lugar de las preferencias del voto. Para el PAN fue oportunidad perdida.

Será entonces en el Congreso donde se libren las batallas legislativas más interesantes para consumar las promesas de campaña de quien ha sido llamado populista. Sin embargo, la urgencia estará en el abatimiento de la corrupción la cual no está, muchas veces, en los mandos superiores del gobierno sino en los estamentos medios de la burocracia con demasiados privilegios.

Delegaciones, Subdelegaciones, direcciones, mandos medios ahora pasan a la consideración del Ejecutivo que debe tener en cuenta a los mejore perfiles y no a los allegados y amigos de sus subordinados. El antídoto del próximo gobierno será el de “austeridad republicana” en la que AMLO dice pasará rastrillo para cortar a la mitad los sueldos de los servidores públicos con mando superior para generar ahorros hasta de 70, 360 millones pesos. Misma medida será aplicada a los mandos intermedios y trabajadores de honorarios donde se ahorrarían 7,619 millones de pesos según cálculos del virtual presidente. El diseño de la austeridad debe empatar con un gobierno transparente y ético como es el ideal de la próxima administración 2018-2024 la cual tendrá por ejes, tres principios proclamados en el discurso de la victoria: “No robar, no mentir, no traicionar”.

Eso espera el pueblo de México, no sólo de Andrés Manuel López Obrador, presidente, también de quienes ahora asoman el cuello para ocupar cualquier cargo en la Administración Pública Federal y que, colgados de la carrera política de López Obrador, le han salpicado por turbios actos, sinónimo de negocios e enriquecimiento ilícitos al amparo del poder público. La sociedad mexicana quiere sacudirse esas lacras.

@blogSursumCorda

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