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Jornada Mundial de la Juventud deja retos para la Iglesia y las familias: Arquidiócesis de México

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Ciudad de México.— La Arquidiócesis Primada de México aseguró que la primera Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) después de la pandemia y que se realizó la semana pasada en Lisboa ha sido un éxito rotundo en todos los sentidos.

A través de la editorial en Desde la Fe, la Arquidiócesis de México, consideró que quizá ninguna de las tres Jornadas Mundiales de la Juventud anteriores presididas por el Papa Francisco tuvo tanta proyección como fue en Lisboa, Portugal.

Señaló que el Papa Francisco hizo “clic” con los jóvenes desde la primera Jornada Mundial de la Juventud que le tocó encabezar en Brasil (2013), y posteriormente en Cracovia (2016) y en Panamá (2019).

“Con ellos, el Santo Padre se siente cómodo, se siente en casa: el pastor conoce muy bien a sus ovejas, y ellas lo reconocen”.

En ese sentido, indicó que el pontífice aprovechó Lisboa para establecer un mapa de ruta de acompañamiento a los jóvenes en sus realidades concretas, marcadas por un furioso ritmo de vida, las drogas, la violencia, la delincuencia, la falta de empleo y de oportunidades, altos costos de la vida, ideologías y demás situación que han llevado a la juventud a un desinterés o miedo por formar una familia y tener hijos.

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“A estas alturas, la mayoría de los jóvenes han regresado a sus países de origen, encontrándose de nuevo con esas realidades hirientes, y es muy probable que muchos de ellos pronto caigan de nuevo en la desilusión y el desánimo de la vida. Es ahí donde encontramos el primer gran desafío, principalmente como Iglesia: acompañarlos para que la semilla que el Papa ha sembrado en su corazón, dé frutos”.

En ese sentido, señaló que el Pontífice compartió en Lisboa por lo menos tres claves, tanto a la Iglesia como a la sociedad: trabajar en la educación, en el cuidado de la Casa Común y en la fraternidad, vivida, ésta, con gestos concretos de amor.

El Santo Padre ha sido muy directo con los jóvenes al pedirles que no dejen de tenderle la mano al necesitado, sin asco a tocar las miserias humanas.

“A ellos también les ha recordado que la vida es caer y recomenzar, sin darle la vuelta a las crisis, sino asumiéndolas y resolviéndolas. Pero siempre acompañados, porque en la Iglesia hay espacio para todos y ninguno sobra. Los mensajes del Papa a la juventud del mundo fueron muchos y muy valiosos, porque tocó las fibras más sensibles de sus interlocutores, sobre todo al hablar del mal de la soledad, que muchos padecen”.

Ante ello, emergen dos nuevos retos que involucran a la Iglesia y a las familias: hacer presente la ternura de Jesús para enjugar las lágrimas de los jóvenes, muchas veces escondidas; y ayudarlos a levantarse, haciéndoles conscientes de que tienen raíces familiares fuertes. Porque el Papa no ha dejado de lado a los abuelos: antes y después de la JMJ ha pedido proteger su sombra y contagiarse de su sabiduría.

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ebv

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