México

Peregrinos desafían el frío y el cansancio en su camino a la Basílica de Guadalupe

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Imagen Israel Lorenzana

Ciudad de México.— La fría madrugada fue testigo del arribo de miles de peregrinos provenientes de la Diócesis de Atlacomulco, Estado de México, a la Basílica de Guadalupe, en la Ciudad de México.

Ni el cansancio ni las largas distancias lograron opacar la esperanza que los impulsaba, esa esperanza que año tras año los mueve a recorrer kilómetros en honor a la Virgen de Guadalupe, la Patrona de México.

El arribo al atrio del santuario mariano fue un espectáculo conmovedor. Hombres, mujeres, niños y adultos mayores con semblantes cansados pero con corazones llenos de fe, instalaron sus carpas dispuestos a pasar la noche. Sus pies, muchos llenos de polvo y ampollas, eran el reflejo de una travesía cargada de sacrificio, pero también de gratitud. No importaba el frío ni el suelo duro, porque esa noche la esperanza reposaba con ellos.

En la mañana, el ambiente se llenó de devoción al escuchar la misa dedicada a los ciclistas, otro grupo de peregrinos que rodaron desde distancias considerables para unirse a este mar de fe. Mientras tanto, muchos aprovecharon la oportunidad para conocer el cerro del Tepeyac y los templos que, a través de los siglos, han sido testigos de los incontables milagros atribuidos a la Virgen Morena. Cada rincón del santuario emanaba un aire de renovación espiritual, de encuentros con el pasado y con el futuro.

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La vigilia nocturna, preparada para la noche, se sentía en el ambiente como el momento cumbre de la peregrinación. Velas encendidas, cánticos y oraciones llenaban el lugar, una danza entre la fe y el espíritu de miles de personas que, a pesar de las adversidades de la vida cotidiana, encontraron en esta peregrinación un espacio de comunión y sanación.

Las autoridades de la alcaldía de Gustavo A. Madero desplegaron un operativo de seguridad, protección civil y tránsito para garantizar la integridad de los fieles. Las calles cercanas a la Basílica se cerraron al tráfico, lo que permitió a los peregrinos moverse con mayor libertad y seguridad, haciendo del santuario un lugar de encuentro seguro.

Entre los que llegaron, un grupo significativo decidió buscar refugio en la Casa del Peregrino. las puertas se abrieron y se les permitió descansar.

La peregrinación de la Diócesis de Atlacomulco, una de las más grandes que cada año visita el templo mariano, es el reflejo de un México que se sostiene en la fe. Cada paso hacia el Tepeyac es un recordatorio de la aparición de la Virgen María al Beato San Juan Diego, un milagro que sigue vivo en el corazón de millones de fieles.

Para los peregrinos, este recorrido es una tradición, un encuentro con la divinidad, una conversación íntima con la Virgen de Guadalupe, quien desde las alturas del cerro del Tepeyac sigue siendo su guía, su madre y su esperanza.

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ebv

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