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Olimón Nolasco: un historiador consecuente

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Falleció en Edimburgo este 2 de agosto, el sacerdote e historiador mexicano Manuel Olimón Nolasco, justo el día de la Porciúncula, víctima de una serie de complicaciones cardiacas. Nacido en la Ciudad de México en 1942 (por razones meramente circunstanciales, como él mismo decía), el sacerdote nayarita destacó por su prolífica producción bibliográfica sobre los más audaces temas históricos de México, de su amada Iglesia y su predilecta Nayarit.

Con la partida de Olimón, el último de los intelectuales cuyas agudas observaciones sobre el acontecimiento guadalupano pusieron alarmas en la propia Iglesia católica sobre sus certezas y procesos, concluye una muy audaz etapa de la actitud del clero mexicano ante las instituciones culturales del país. Olimón, al igual que sus maestros y colegas, alzó la voz con las herramientas del método científico, la investigación, la reflexión y el estudio, para denunciar los errores formativos que se forjan, divulgan y hasta promueven los centros de construcción cultural institucionales.

Para el fecundo historiador no había tema que no mereciera ser revisado y comentado. En 2007 decidió enfrentarse a un escritor de bestsellers pseudohistóricos y le dedicó un pequeño opúsculo donde refutó prácticamente todas las “pruebas históricas” que el literato presumía de su libro. Olimón no podía dejar pasar errores, la búsqueda de la verdad le obligaba a ser consecuente y responsable hasta el riesgo de ser señalado, temido y hasta confinado.

Fue ordenado sacerdote en Tepic, el 4 de febrero de 1973; administró diferentes servicios eclesiáticos pero su inquietud intelectual (forjada en México, Estados Unidos e Italia) dio frutos en la academia: impartió diferentes asignaturas y seminarios en la Universidad Pontificia de México, Universidad Iberoamericana, Universidad Intercontinental, UNAM, Universidad Autónoma de la CIudad de México y el IPADE.

Fue Director General de la Comisión Nacional de Arte Sacro y Consultor de la Comisión Pontificia para los Bienes Culturales de la Iglesia; en 2011 recibió la membresía en carácter de Corresponsal de la Academia Mexicana de Historia.

Autor de 16 libros propios (se habla de uno más que se editará póstumamente) y colaborador en artículos académicos para más de 40 títulos especializados, Olimón es recordado particularmente por su polémico libro: “La búsqueda de Juan Diego”. Un intenso tratado que cuestionó las razones de las autoridades de la Arquidiócesis de México para acelerar la canonización del vidente de las apariciones marianas de la Virgen de Guadalupe, Juan Diego Cuauhtlatoatzin acontecida en 2002: “En conclusión -apunta Stafford Poole en un apéndice de la obra-, hay serios cuestionamientos acerca de la existencia de Juan Diego. Estas cuestiones deben resolverse antes de cualquier intento de canonizarlo. En este asunto lo mejor es proceder lenta, prudente y cautelosamente. Nada se perderá por demora, mientras que mucho puede perderse por prisa”.

Olimón Nolasco advirtió los riesgos de llevar a los altares al indio Juan Diego si no se comprobaba plena y desinteresadamente su historicidad; y, aunque al final acató la canonización por tratarse de un tema de veneración, en su defensa nunca rechazó seguir buscando la verdad histórica.

Al final de su vida, el sacerdote Olimón reflexionaba sobre aquellas crisis que vivió y desató por atender con sacrificio el oficio de historiador: “La primera reconciliación de los espacios oscuros de nuestra vida -afirmó refiriéndose a los muchos márgenes negros de la cultura, vida e identidad mexicana- es con la purificación de la memoria histórica”. Afortunadamente don Manuel Olimón deja una vasta producción intelectual que seguramente ayudará a futuras generaciones a emprender esa necesaria reconciliación.

[La opinión aquí vertida es la del autor y no necesariamente la posición de Siete24.mx]

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