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Celebra el Papa Domingo de Ramos 

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Ciudad del Vaticano.—  Al celebrar la misa del Domingo de Ramos, el Papa Francisco instó a los jóvenes a alzar la voz y no quedarse callados, aunque la alegría que ellos tienen por su fe provoque “enojo e irritación en manos de algunos”.

Ante miles de personas congregadas en la Plaza de San Pedro, el Papa realizó la tradicional bendición de los ramos de olivo y la procesión hasta el atrio de la basílica vaticana, desde donde celebró la eucaristía que recuerda el ingreso de Jesús en Jerusalén antes de su crucifixión.

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En su homilía, constató que un joven alegre es “difícil de manipular” aunque reconoció que callar a los jóvenes es una tentación que siempre ha existido.

Señaló las muchas formas de silenciar y de volver invisibles a los jóvenes, anestesiarlos y adormecerlos para que no hagan “ruido”, para que no se pregunten y cuestionen.

“Hay muchas formas de tranquilizarlos para que no se involucren y sus sueños pierdan vuelo y se vuelvan ensoñaciones rastreras, pequeñas, tristes. (Entonces) nos hace bien escuchar la respuesta de Jesús a los fariseos de ayer y de todos los tiempos: Si ellos callan, gritarán las piedras”, siguió.

“Queridos jóvenes: Está en ustedes la decisión de gritar, está en ustedes no quedarse callados. Si los demás callan, si nosotros los mayores y los dirigentes callamos, si el mundo calla y pierde alegría, les pregunto: ¿Ustedes gritarán? Por favor, decídanse antes de que griten las piedras”, abundó.

Al recordar el ingreso de Cristo a Jerusalén, que fue recibido con palmas y ramos en reconocimiento a su divinidad por el pueblo judío, el Papa señaló que ese episodio bíblico desnuda los sentimientos contradictorios de muchos hombres y mujeres del tiempo actual.

Estableció que los seres humanos son de amar y de odiar, capaces de entregas valerosas y también de saber lavarse las manos en el momento oportuno; capaces de fidelidades, pero también de grandes abandonos y traiciones.

Según sostuvo, en el relato evangélico queda claro que la alegría de Jesús resulta incómoda, se transforma en una “sinrazón escandalosa” para quienes se consideran a sí mismos fieles a los preceptos rituales, es “alegría insoportable” para quienes han bloqueado la sensibilidad ante el dolor, el sufrimiento y la miseria.

“¡Qué difícil es comprender la alegría y la fiesta de la misericordia de Dios para quien quiere justificarse a sí mismo y acomodarse! ¡Qué difícil es poder compartir esta alegría para quienes solo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros!”, indicó.

Señaló que desde esa incomodidad surge el grito “¡crucifícalo!”, que no es espontáneo sino armado, producido, que se forma con el desprestigio, la calumnia y cuando se levanta falso testimonio.

“Es la voz de quien manipula la realidad y crea un relato a su conveniencia y no tiene problema en ‘manchar’ a otros para acomodarse. El grito del que no tiene problema en buscar los medios para hacerse más fuerte y silenciar las voces disonantes”, añadió.

Es el grito –ponderó- que nace de “trucar” la realidad y pintarla de manera tal que termina desfigurando el rostro de Jesús y lo convierte en un “malhechor”.

“Es la voz del que quiere defender la propia posición desacreditando especialmente a quien no puede defenderse. Es el grito fabricado por la ‘tramoya’ de la autosuficiencia, el orgullo y la soberbia que afirma sin problemas: Crucifícalo, crucifícalo”, apuntó.

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De esa manera, dijo, se termina silenciando la fiesta del pueblo, derribando la esperanza, matando los sueños y se termina suprimiendo la alegría, blindando el corazón a la caridad.

Ante esto, el Papa llamó a dejarse cuestionar en la propia sensibilidad ante el que está pasando o viviendo un momento de dificultad, sin avergonzarse porque Jesús le da prioridad a los pecadores, los últimos y los olvidados.

agch

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