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¿Cómo reaccionaremos, antes de o en la campaña, si desde Estados Unidos insultan a López, como nosotros ofendimos a Trump?
No cabe duda que los mexicanos somos, por decir lo menos, especiales. Diga usted si no.
¿Habría usted imaginado a un intelectual del prestigio de Enrique Krauze, llamar a un candidato a la Presidencia de Estados Unidos, miserable o despreciable?
¿Y qué decir de Juan Pardinas, otro intelectual de prestigio, estudioso como el que más, quien, en un programa televisivo de análisis, expresó una larga lista de adjetivos ofensivos en contra del mismo candidato?
Larga sería la lista de personajes conocidos en México -todos ellos intelectuales de prestigio, poco importa si bien ganado o no-, quienes, una y otra vez se han lanzado en cuanto foro participan, en contra de aquel candidato para cubrirlo con toda clase de adjetivos, ofensivos todos por supuesto.
Esta conducta, a querer y no, se ha extendido a otros grupos sociales mexicanos; si Krauze y Pardinas, intelectuales serios y prestigiados, lanzan grosería y media en contra de aquel candidato, ¿por qué un barbaján promedio debería abstenerse de una conducta así?
¿A que nos ha llevado esa práctica de la casi totalidad de nuestros intelectuales, reales o sedicentes? Entre muchas otras consecuencias que dicha conducta habría generado, es confundir lejos de aclarar por qué en Estados Unidos, un candidato como el insultado, llegó a esa posición.
Lejos de contribuir nuestros intelectuales a que millones de mexicanos entendiéremos dichas razones, lo que aquellos estudiosos produjeron, fue elevar de manera escandalosa, el número de insultadores.
Bonito triunfo para tan importantes intelectuales, diría el clásico.
Veamos ahora, si le parece, una situación contraria la cual, muy posiblemente, podría haberse generado como parte de la respuesta a la conducta exhibida por nuestra intelligentsia (Grupo social compuesto por personas involucradas en complejas actividades mentales y creativas, orientadas al desarrollo y la diseminación de la cultura).
¿Qué pensaría usted, y cómo desearía actuar, si durante las campañas por la Presidencia de México, grupos amplios de la sociedad norteamericana se dedicaren, de manera sistemática y permanente, a insultar de diversas maneras a alguno o algunos de los candidatos propuestos por los partidos, y a los independientes, en caso de haberlos?
¿Vería bien que en Estados Unidos, grupos amplios de estudiosos se lanzaren en contra, por ejemplo, de López porque, esos intelectuales lo considerarían, de llegar a la Presidencia de México, una será amenaza para las relaciones económicas y políticas entre México y Estados Unidos y sus gobiernos?
¿Y si se unieren intelectuales canadienses, a este coro de ofensas?
¿Cuál sería su reacción? ¿La aceptaría de buen grado porque, usted, no sólo había sido testigo de los insultos que aquí se lanzaban en contra de uno de los candidatos, sino que habría contribuido, en no pocas ocasiones con unas cuantas mentadas?
Por otra parte, ¿cuál sería su reacción, si su concepto de la soberanía nacional fuere la que privaba durante el Siglo XIX, o antes? ¿Acaso organizaría marchas de iracundos mexicanos por las ofensas proferidas a uno o varios candidatos a la Presidencia de México?
¿Quemaría banderas de Estados Unidos frente a la Sede diplomática de ese país, aquí en la CDMX?
¿O se quedaría callado y votaría, por ejemplo, por un candidato cuyas ideas económicas fueren afines a la apertura y la integración a la globalidad?
De ser ésta última su posición y conducta, lo felicitaría pues habría actuado, con su voto, a favor del mejor futuro de México, y no en favor del peor de los pasados.