¿Qué buena onda el Presidente? Nada de eso, un Jefe de Estado debe cuidar su lenguaje

¿Qué buena onda el Presidente? Nada de eso, un Jefe de Estado debe cuidar su lenguaje.

Hoy, no es una exageración afirmar que muchos mexicanos, con dos palabras escribirían, si se lo propusieren, una novela de las dimensiones de Los Miserables o El Conde de Montecristo. Dichas palabras, casi mágicas por todo lo que encierran y dicen, ¿podrían haber sido otras?, son cañón, y güey.

¿Lo duda? No tengo más prueba que el habla actual en la CDMX. Si le interesare corroborar lo que afirmo, dedique unos minutos en cualquier antro un fin de semana, a escuchar con detenimiento a una pareja de jóvenes y ya está, de inmediato quedaría convencido de la justeza de mi afirmación.

Sin embargo, cuando la palabra es el verbo que hoy parece estar prohibido mencionar, las cosas son diferentes.

¿Cuál es la acepción de dicho verbo en la cual estaba pensando el dicente del verbo prohibido? A continuación, le doy las definiciones que, para dicho verbo, da la Real Academia de la Lengua:

1. Practicar el coito.
2. Aguantarse o fastidiarse.
3. Estropearse o dañarse.
4. Poseer sexualmente a una mujer.
5. Molestar o fastidiar a alguien.
6. Destrozar, arruinar o echar a perder algo.
7. Interjección para expresar enfado, irritación, asombro, etc.

¿Cuál piensa usted que fue la acepción en la cual estaba pensando el Presidente Peña, cuando utilizó el verbo hoy proscrito? ¿La sexta? ¿Está seguro de que ésa y sólo ésa?

¿Y si hubiere sido otra? ¿Qué tal si en ese preciso momento, el Presidente estaba imaginando alguna escena de algunas X? ¿Podría ser o no? ¿Quién lo sabe? Nadie más que él. Sin embargo, al margen de la acepción en la cual haya estado pensando, todo deja ver que no fue una decisión muy afortunada el uso de ese verbo, hoy maldito.

En consecuencia, lo único que es posible afirmar, sin temor a equivocarnos, es que todo gobernante debe cuidar mucho, lo que dice; tanto en público como en privado. De otra forma, podría—–se.

ebv