Mundo
Qué difícil es, si no es que imposible, construir el futuro con base en las prácticas del pasado. ¿Nos atreveremos, algún día, a cambiar?
Recién he terminado de ver la ceremonia celebrada ayer en Los Pinos, cuyo solo nombre (Pronunciamiento en Materia de Relaciones Exteriores) me remontó a los años del dorado autoritarismo o si lo prefiere, a los años felices del Partido casi Único.
La nostalgia me invadió; fue tal la dosis de antepasado que recibí, que sentí ganas de buscar un video de Nostalgia, aquel exitoso programa de Jorge Saldaña, allá por los años setenta o principios de los ochenta del siglo pasado.
También, algo digno de ser tomado en cuenta en este viaje al pasado, fue ver caminar con dificultades de la silla al atril, al ¿líder obrero? (¿En serio, líder?), representante de la CTM. Inevitablemente me hizo recordar al verlo, los tiempos aquellos cuando, Don Fidel, expresándose en fidelés, idioma que únicamente él hablaba y entendía, presidía las muy sui géneris conferencias de prensa, en el edificio de la CTM en las calles de Vallarta.
El pasado, ese tiempo en el cual nuestros políticos se sienten a sus anchas; donde sus largas colas dinosáuricas, las mueven de un lado a otro con cara de felicidad. Esas ceremonias, como la de ayer, son el hábitat donde, decenios después, vuelven a su espacio original, el jurásico.
Lo peor de dicha ceremonia, no fue ver esos ejemplares prehistóricos tratar -infructuosamente por lo demás-, de verse modernos; de verse como los que salieron del país a obtener un doctorado. Y como diría el clásico, lo más pior, fue ver a los modernos que salieron, tratando de verse como los dinosaurios ahí presentes, desenvolviéndose como lo hacían hace cosa de 50 o 60 años.
Total, una ceremonia bizarra, de un mundo al revés donde, los dinosaurios pretendían verse actuales, modernos y, los que supuestamente lo son, convertidos ya en unos perfectos dinosaurios. Grotesco el espectáculo. Pero, lo pior de lo pior, ¡qué vergüenza!, el lenguaje de Videgaray, el nuevo niño héroe que en Washington deberá batirse en defensa del honor patrio, hoy amenazado. Sus modos y verbo acedo, de dar pena.
¿Es posible que él y los demás, que como él fueron a doctorarse para ser modernos, sean hoy, a su regreso, ya incorporados a un sector público que venían a modernizar, más prehistóricos que los mismos dinosaurios como nuestros líderes obreros? ¡Sí, sí es posible!
Si hoy nuestra batalla como país fuere defender el derecho de México para seguir en ese largo y difícil camino de la construcción del futuro, ¿sería posible asignarle esa tarea a quien lo que deja ver es que vive en el pasado?
¿A qué se debe ese lenguaje servil de Videgaray para con el Presidente? Si ya sabe que no será candidato a la Presidencia de la República y de serlo, lo único a obtener sería una derrota aplastante, ¿por qué habla como un político de los años cincuenta del siglo pasado? ¿Eso aprendió en Boston, en el MIT?
¿Y al Presidente? ¿Le satisface ese trato zalamero y acedo de sus subalternos, como el que suele utilizar también Navarrete Prida? ¿Ésa es la modernidad -al menos en el lenguaje-, que piensan construir?
Ahora bien, si aceptáremos que no pueden dejar los hábitos y las formas del quehacer político del quinto o sexto decenio del Siglo XX, ¿por qué pensar entonces, que van a utilizar el lenguaje de la globalidad, del segundo decenio del Siglo XXI? De perdida, ¿por qué no copian los modos de Salinas, sobre todo si van a defender su obra, el TLCAN?
De aquí al miércoles o jueves, Videgaray podría practicar aquello de: Hay que hacer política, mucha política, más moderna política.
Pobre país, tan lejos del futuro, y tan cerca del antepasado.
ebv