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¿Qué irá a pasar cuando debamos recortar en serio?
¿Qué irá a pasar cuando debamos recortar en serio? ¿Imagina las reacciones de los llorones de hoy?
Los recortes aplicados a varias partidas presupuestales en el Proyecto de Decreto del Presupuesto de Egresos de la Federación 2017, entregado por el Ejecutivo al Congreso este 8 de septiembre, desató una llantería entre un numeroso grupo de adoradores del gasto, que me hizo recordar a las plañideras que hace no muchos años, aun rondaban las funerarias para, por una módica cantidad, llorarle a su difunto.
Los plañideros de ahora, no acuden a las funerarias para vender sus servicios, sino que pululan en las oficinas gubernamentales y desde ahí, lanzan sus quejidos y llantos por más y más recursos, para dilapidarlos en dádivas y compra de voluntades.
Todos los males se ciernen sobre los gobiernos que encabezan, como consecuencia de los recortes; poco importa que éstos sean de un porcentaje que cualquier administrador medianamente capaz podría resolver sin, como dicen ahora, hacerla de tos.
¿Pero cómo?, casi grita iracundo el Jefe de Gobierno de la CDMX; son ganas de fregar, exclama ante partidarios que so pena de perder su chamba, no se atreven a decirle que lo que plantea lo hace ver ridículo.
Las razones esgrimidas por los responsables de ésta o aquella dependencia, no abundan; es más, me atrevería a decir que más que argumentar, lo que hacen es asustar.
La más reciente de sus amenazas apocalípticas, tiene que ver con el abasto de agua en la CDMX. Dice el responsable, si no reponen el recorte anunciado, nos quedaremos sin agua, y así por el estilo se comportan los que cojean no conciben que en determinadas coyunturas los recursos presupuestales pudieren disminuir.
Ellos, acostumbrados a gastar no a administrar, ante el menor recorte, sólo responden con la amenaza apocalíptica que cual espada de Damocles nos amenaza con descabezarnos.
Para ellos, la máxima que norma su trabajo, no es otra que la vieja y conocida sentencia aquélla de que el que no chilla no mama. De ahí pues, que, desde este 8 de septiembre por la tarde, lo único que han hecho es chillar.
Nada de reajustar gastos, para realizar economías que permitirían enfrentar los recortes anunciados; menos en pensar en ajustar tarifas porque serían votos perdidos. Nada de eso, sólo chillar porque, así han sido educados, sólo de esta manera se puede mamar de la ubre presupuestal.
Los diputados, sin necesidad de llorar, modifican dos o tres variables en los Criterios Generales de Política Económica y ya está, aparecen como por arte de magia, $51 mil millones de pesos y como dice el gastólatra: A gastar, a gastar que el mundo se va a acabar.
Y frente a esta última conducta, la Secretaría de Hacienda, lejos de señalar la improcedencia e irresponsabilidad de las modificaciones, concede y aprueba con el absurdo argumento que las modificaciones son prudentes.
¿Imagina usted la reacción de tanto plañidero, cuando en verdad debamos hacer recortes sustanciales a un gasto público desbocado e ineficiente, que es la viva expresión del despilfarro, la compra de voluntades y búsqueda de votos?
Ahí los quiero ver.
ebv