Opinión

AMLO, el desarrollo social como capital electoral

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Lo de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) era una muerte anunciada cuando la cuarta transformación de López Obrador llegó al poder el 1 de julio. Con las reformas a la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, publicadas en el Diario Oficial de la Federación el 30 de noviembre de 2018, el Congreso de la Unión entregó el traje a la medida para el arranque del sexenio 2018-2024. La mutación de la Sedesol a la Secretaría del Bienestar comenzó cuando, en el período de transición, el reclutamiento de los servidores de la nación echó mano de personas necesitadas de empleo para iniciar los censos del Bienestar y detectar a ancianos y estudiantes candidatos a alguna de las becas o apoyos económicos asistencialistas del nuevo gobierno.

Sin capacitación, formación previa de levantamientos estadísticos o de estudios de campo, estos servidores fueron la mano de obra convocada por legisladores antes del 1 de diciembre de 2018. Al inicio de la LXIV Legislatura, cada uno de los diputados federales de Morena recibieron la encomienda de reclutar entre 20 y 30 jóvenes de sus distritos electorales. A través de la Coordinación del grupo parlamentario, los contratantes recibieron el equipo necesario para dotar a los futuros servidores. Armados con una mochila estampada con imágenes de los próceres de la 4T, el nombre del presidente de la República, la leyenda “Censo para el Bienestar”, identificados además de un tarjetón estampado con emblemas oficiales, chaleco, teléfono celular y, en ese momento, un pago de 3 mil pesos, esos reclutas tuvieron la encomienda de levantar los censos para los padrones de ancianos, discapacitados y estudiantes de los programas del Bienestar que, en esencia, es el reparto de recursos del Presupuesto de Egresos. Hoy esos servidores están en la nómina de la Secretaría del Bienestar gozando de un sueldo de 8 mil pesos.

En 2017, Sedesol celebró 25 años y nadie preveía que era su epitafio. Salpicada por las sospechas, la corrupción e ineficiencia de sus titulares, la Secretaría ejecutaba programas que eran modelo internacional para abatir el rezago social y la pobreza. Los distintos componentes de Prospera, Programa de Inclusión Social, fueron reconocidos por el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo y era permanentemente evaluado. Para la población, el componente de salud era de las mejores fórmulas para dotar de atención médica e insumos a comunidades marginadas, pueblos indígenas y zonas de atención prioritaria.

Prospera no sólo estuvo bajo la sospecha del nuevo gobierno que al final desmanteló el programa para sustituirlo con las clientelares becas para el Bienestar “Benito Juárez”.

No sólo fue Prospera. Se conocen de los miles de amparos por la extinción de estancias infantiles perjudicando a miles de niños escolares, padres y madres de familia, provocando una evidente tensión y descontento social, pero menos conocido fue la extinción del programa de los comedores comunitarios. Prácticamente, Sedesol tenía cubiertos los 32 estados del país en 198 municipios donde las familias de escasos recursos podían tener una comida caliente por menos de 10 pesos con alimentos de acuerdo con las regiones y las preferencias gastronómicas del país avalados por la Secretaría de Salud y bajo recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Con la integración de DICONSA y LICONSA al organismo de Seguridad Alimentaria (SEGALMEX) dependiente de la Secretaría de Desarrollo Rural, los comedores comunitarios fueron bloqueados de sus principales fuentes de abastecimiento. Y el Presupuesto de egresos 2019, extinguió al programa de comedores y más de 5 mil locales que, a la postre, perjudicarían a más de 43 mil personas de acuerdo con el último censo de la Cruzada Nacional contra el Hambre (2017).

Y aunque en el Plan Nacional de Desarrollo, recientemente avalado por la Cámara de Diputados, el jueves 27 de julio, se dice que el desarrollo sostenible es un factor de Bienestar para “subsanar las injusticias sociales e impulse el crecimiento económico sin provocar afectaciones a la convivencia pacífica, a los lazos de solidaridad, a la diversidad cultural ni al entorno, ¿En el desarrollo social o del bienestar popular hay algo que festejar?

A un año del triunfo electoral de López Obrador, es duramente cuestionado que los programas para abatir el rezago social y la pobreza sean usados como capital político. Ancianos y jóvenes son la apuesta de votos de un gobierno que busca invertir para perpetuarse en el poder. Y la Secretaría del Bienestar se convierte en lo mismo que López Obrador criticó bajo el criticado neoliberalismo: Ser caja del clientelismo electoral de la Cuarta Transformación.

Por: Guillermo Gazanini Espinoza

JAHA

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