Análisis y Opinión

Lamentos de un país roto: a dos años del gobierno de AMLO

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Abunda en la conversación política un dejo de superioridad moral por no haber votado por el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador. “¿Ven cómo sí está destruyendo al país?”, dicen unos. “¿Cuándo nos van a pedir perdón por votar por AMLO?”, preguntan otros.

Esta superioridad moral es, en realidad, un recurso fácil para no analizar la cuestión de fondo: ¿por qué el presidente actúa como actúa? Y sobre todo, ¿por qué tiene todavía el apoyo popular del que goza?

Ahí está la clave del éxito de AMLO y del fracaso de la oposición, tanto a nivel político como comunicacional.

Dicha superioridad moral funciona, asimismo, como una banda en los ojos ante un hecho contundente que no se quiere ver ni confrontar: el país está roto desde sus cimientos.

Desde hace décadas hay un país roto, empobrecido, envuelto en ciclos de crisis económicas que no han dado oportunidades a todos y que han destruido el patrimonio de muchos.

Es el país al que no llega la ley ni las promesas de la democracia. Son zonas en las que los gobiernos los toman los más fuertes, los más violentos, los más gandallas.

Ese país quebrado es dirigido en muchas regiones por el crimen organizado en abierta complicidad de las autoridades formales; es el mismo país ensangrentado por una política anti narco que pocos resultados ha dado.

Hay millones de mexicanos que siguen esperando que alguien les cumpla las promesas que alguna vez le hicieron el PRI todopoderoso, el PAN de la alternancia y el PRD combativo. Y el único capaz de abanderar todos esos reclamos en las últimas décadas fue el presidente López Obrador.

¿Que el presidente juega con esa representación? Claro. ¿Que hace propaganda para mantenerse impoluto frente a esos votantes? También. ¿Que busca utilizar a esos dolientes para hacerlos clientelas electorales? No hay duda.

Al final, se trata de un pacto de mutua conveniencia: unos reciben un dinero extra que antes no tenían, el otro obtiene buena imagen y votos potenciales para las siguientes elecciones. Nadie pierde en esta ecuación.

Pero el fondo no está resuelto. El país continúa roto por tres razones básicas: porque los votantes del presidente se dejan utilizar, porque las alternativas de poder se niegan a mirar a los distintos Méxicos y porque el presidente fusilará en la plaza pública cualquier intento de oposición a su gobierno.

El país está roto porque esa realidad lacerante de pobreza, crisis e inseguridad no se resolverá con el reparto de dinero, aun cuando sus beneficiarios sean fieles votantes del proyecto de AMLO.

Por otro lado, el país sigue roto porque quienes piden disculpas a quienes votaron por el presidente no quieren ver esa realidad dolorosa de sus hermanos mexicanos y desprecian visceralmente cualquier cosa que se relacione con AMLO, sin entender que éste vive y medra de la división social.

Finalmente, el país permanece roto porque desde el poder se impide que nadie más hable en nombre del pueblo, y todo aquel que se oponga al régimen será traidor, por mucho que el proyecto sean costosísimos elefantes blancos o el reparto de dinero a mansalva.

Para rearmar a este país es necesario ir más allá de las diferencias políticas y partidistas.

Tenemos que ser capaces de trascender las divisiones impuestas desde el poder y construir desde lo que nos importa a todos: el bienestar y oportunidades para tantos mexicanos como sea posible, así como darnos instituciones que nos garanticen el ejercicio de nuestros derechos.

Para ello tenemos que ser capaces de entender, en sentido amplio, las distintas realidades de nuestro país; hay que escuchar esos lamentos del México oculto que llevan décadas y hasta siglos, y que exige justamente ser atendido -no manipulado- desde el poder.

Tarde o temprano esto tendrá que suceder, sólo espero que no nos tardemos tanto en comprenderlo y actuar en consecuencia.

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