Columna Invitada

¿Cuánto cuesta la violencia de género?

Sin estudios de caso es difícil saber impacto real que la agresión de género produce en el país

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Ciudad de México.- La violencia contra las mujeres, consecuencia de la desvalorización social y cultural, tiene repercusiones en muchos ámbitos de nuestra vida colectiva. 

Sin estudios de caso, es difícil como sociedad representar el impacto real que la agresión de género produce en la economía familiar, la productividad de una empresa y el país en general.

A ello hay que sumar el retroceso de más de una década en el nivel de participación de la mujer, que en América Latina y el Caribe durante el 2020 sumó a la pobreza a 23 millones de mujeres por el desempleo, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Estas cifras agravan la desigualdad y afectan el ingreso familiar al que valiosamente aporta la mujer en muchos casos como sostén de la casa. 

Desde el punto de vista social, la defensa de género tiene mucho por avanzar además del cuidado indispensable de la integridad física de la mujer. 

El problema es persistente a pesar de los esfuerzos institucionales. En un contexto en que disminuyó la generalidad de los delitos de alto impacto en el país, los feminicidios aumentaron 0.1%, mientras en la Ciudad de México la violación creció 4% en 2020, este último delito cometido por familiares o personas cercanas.

Una manera distinta de trabajar para erradicar la violencia de género es destinar presupuesto a investigaciones por rubro -social, económico, familiar, entre otros-, que aporten datos para identificar con claridad en dónde se requiere mayor inversión, énfasis y trabajo.

En forma general y en mi caso en contacto con mujeres e historias de diversos estratos socioeconómicos, es posible establecer que las agresiones de género propician pérdidas económicas por ausencia laboral, despidos, ruptura del tejido familiar con hijos incluidos, gastos para trascender la situación, tratamientos médicos, entre otros que configuran micro costos y un gran desajuste emocional.

No hay cifras exactas, ni diferenciadas por zonas urbanas y rurales. Pero lo que sí hay es el drama cotidiano de estos casos y sus consecuencias. La afectación económica -muchas veces en precario equilibrio- sin duda es otra de las secuelas de la irracional violencia de género. 

Si se contara con estudios y cifras actualizadas del impacto económico, el gobierno podría identificar la dimensión y trabajar aspectos específicos. No debe faltar la responsabilidad social de empresarios, para implementar juntos, una red de apoyo, talleres y cursos, útiles para la manutención de la mujer violentada, su famila, la empresa e incluso la institución en que labora.

La fuerza laboral de las mujeres debe preservarse porque es un valor de equidad, espacio de desarrollo y el natural aporte a proyectos, empresas y gobiernos. En una democracia las instituciones también pueden dotar de herramientas para lidiar con la vida cotidiana y el trabajo.

La afectación económica provocada por la violencia de género golpea en primer lugar a la víctima, pero el daño no para ahí. Hay resonancia en diferentes esferas que necesitamos integrar al análisis. 

Si lo vemos con cuidado, este planteamiento trata de no revictimizar a la mujer, sino frenar la violencia y su apuro económico.

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