Opinión

Tenga mucho cuidado con nosotros los opinantes; decimos muchas tonterías

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No sé si son las altas temperaturas o los elevados índices de contaminación de todo tipo que reinan sin obstáculo alguno en la CDMX, pero en estas últimas semanas -más que hace seis años en estas mismas fechas-, nuestros analistas políticos y opinantes de todo tipo y tema, se han soltado la greña.

No recuerdo haber escuchado -en los meses previos a la designación de los candidatos a la Presidencia de la República por los partidos políticos con registro-, tantas tonterías y pronósticos carentes de todo sustento.

Es de tal magnitud e intensidad la verborrea -dizque analítica- de decenas de expertos en la materia político-electoral, que no pocos se han evidenciado sin necesidad de crítica alguna, como acabados ejemplares de la charlatanería en lo que se refiere al análisis político.

¿Qué explica estos excesos, no vistos en sucesiones anteriores? ¿Qué impulsa a no pocos, a pontificar acerca de lo que ignoran? Sobre todo, ¿qué los lleva a afirmar -con la seguridad y contundencia que sólo otorga la ignorancia-, que éste o aquél será candidato por tal partido y, para redondear su aseveración -propia de Walter Mercado-, la cual ni por accidente califica como juicio debidamente sustentado?

¿Qué ha llevado a no pocos de nuestros analistas más prestigiados, que después de haber obtenido su doctorado en alguna de las grandes universidades de Estados Unidos o de algún país europeo, regresaron a México para convertirse en adeptos fundamentalistas de esa nueva religión que es la charlatanería política?

¿Dónde obtuvieron, no capacidades analíticas sino dotes adivinatorias que les permite predecir incluso, los porcentajes de la votación que obtendrá éste o aquel candidato?

En México, tenemos un grupo humano -en el que me cuento, aun cuando mi participación en él sea modesta-, que tomado como válida una mentira más que evidente. A sus integrantes les han hecho creer que, por el hecho de opinar en algún espacio mediático, se convierten automáticamente en líderes de opinión.

La realidad en lo que se refiere a su liderazgo, es que las más de las veces, ni los suyos atienden sus sesudas opiniones.

En mi caso, debo decirle a usted lo siguiente: Cuando joven, además de imprudente, era muy irresponsable: opinaba de lo que ignoraba o de lo que sabía poco. Hoy, a punta de golpes de la vida aprendí que debo opinar, únicamente, de temas de los cuales estoy informado, y poseo cierto dominio de los mismos. En los otros, prefiero, como consecuencia de más de un ridículo hecho por opinar de lo que ignoraba, abstenerme o reconocer mi ignorancia e ir a documentarme para conocer de ese tema.

Ese grupo, al que me referí en párrafo anterior, es de alta peligrosidad; sus integrantes decimos, en no pocas ocasiones, muchas tonterías sin el menor freno, y sin la prudencia y mesura a que obliga la ignorancia.

Nuestra peligrosidad obligaría a toda persona sensata a evitarnos y a hacer caso omiso de las más de las veces disparatadas opiniones que lanzamos a diestra y siniestra.

El tamaño de ese grupo, medido por el número de sus integrantes, ha crecido de manera exponencial estas últimas semanas; los analistas políticos y opinantes de temas relacionados con la política electoral que lo integramos, deberíamos -lo reconozco y acepto-, moderarnos; es decir, callar unos meses, en tanto los partidos designan a sus candidatos.

Temas interesantes, de una gran importancia para el bienestar de los mexicanos, abundan. No es fácil entenderlos porque, los conocimientos requeridos para ello no son de fácil adquisición. En consecuencia, usted tendrá que aguantarlos en éste o aquel espacio mediático.

Léalos, véalos y escúchelos, pero por favor, no les haga caso. Lo que le digan hoy, tanto de candidatos como de partidos frente al proceso electoral del año próximo, son puras afirmaciones sin el menor sustento; dicho con otras palabras, son puras fantasías para verse informados, y conocedores.

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