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Fecha de caducidad

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Esto que vas a leer probablemente sea algo inocente al inicio y espero que conforme vayas leyendo más lleguemos a un nivel de profundidad casi mágico.

Siempre he amado la comida; sí, como Antón Ego de Ratatuille:

  • “no me gusta la comida, yo amo la comida”

Desde niña recuerdo tener una extraña relación con las fechas de caducidad específicamente de los alimentos. Recuerdo que el refrigerador en la casa de mi mamá siempre tenía muchísimas cosas, incluso productos que nunca probé, pero su empaque era muy lindo y se veían extraordinarios escoltando la puerta del refri.

Empecemos con las verduras, los cajones de las verduras siempre estaban llenos. Tuve la fortuna de que mi madre cocinara muy rico, variado, a veces sano y otras no tanto. Eso sí: siempre debía haber algo verde en algún momento del ritual alimenticio.

A mi madre le encantaba ir al mercado a comprar su verdura fresca, recién ahora como adulta que soy me doy cuenta de la diferencia en el sabor de las verduras del mercado y las del súper mercado. Sí la hay señores, no se engañen. Y si no lo crees: te reto a que te pongas tu cubreboca y vayas al mercado, a uno pequeño, de esos donde la marchanta tiene su montoncito de verduras acomodado en forma de pirámide, se emociona y sonríe cuando le dices que le comprarás más de uno.

Regresando a la cocina de la casa de mi mamá, además de la duda de por qué cuando iba al mercado compraba la misma verdura que ya tenía en el refri. El verdadero misterio radicaba en porqué utilizaba la verdura que ya estaba más “viejita” primero y después usaba la “nueva” cuando ya no era nueva sino hasta que caía en la categoría de “viejita” Nunca entendí por qué no podíamos comer la verdura recién comprada y disfrutar de su sabor en su punto. Supongo que cuando vuelva a encontrarme con ella en algún punto del cosmos se lo preguntaré al calor de unas calabazas a la mexicana preparadas con verdura recién comprada.

En el universo del refrigerador existen los toppers, esos contenedores místicos que pueden cambiar tu día en un segundo. Porque en realidad no sabes el manjar que resguardan. El mismo platillo extraordinario puede estar refugiado lo mismo que en un contenedor de un litro de yougurt que en el tupper más hermoso, con accesorios para que la comida respire al momento de calentarse, incluso el diseño con los colores de la temporada o del diseñador en tendencia.

Desconozco si mi condición tenga un nombre ya; me sucede que me cuesta trabajo registrar el tiempo transcurrido, es decir: puedo confundirme pensando que han transcurrido tres días o una semana completa; porque para mí los días son tan largos, que pierdo la noción.

Cuando estudiaba la preparatoria, en una ocasión abrí el refri en la casa de una de mis mejores amigas, a quien considero una hermana. Descubrí el secreto máximo en los toppers: su mamá le colocaba un masking tape como etiqueta y sobre ella escribía el contenido del topper y la fecha en que había sido elaborado dicho alimento. Mi mundo explotó en ése momento. Porque en la casa de mi mamá, tristemente era muy común que al momento de abrir un contenedor: la comida ya no estuviera en condiciones de ser ingerida. Fueron muchas las lágrimas derramadas por comida deliciosa que terminó en el bote de la basura debido a la pérdida de noción del tiempo. O incluso ésa estúpida terquedad de pensar “voy a reservar ése manjar para un momento especial”

Finalmente, regresemos a ésas botellas y contenedores hermosos que nunca supe qué eran, pero decoraban la puerta del refri. Las que se encontraban a un lado de la mayonesa, la cual se usaba todos los días para el sándwich del lunch. Podían pasar desapercibidas, pero en esos momentos de incertidumbre cuando abres el refri esperando a que te hable y te llegue la inspiración de qué comer, te topas con éstos contenedores y te roban una sonrisa de lo lindos que están: es justamente ahí cuando los notas. No necesariamente en los días de prisa en que estás preparando tu sándwich con solamente cinco minutos de tiempo antes de salir corriendo de casa.

Hace más de veinte años, en un día de esos en que necesitaba ordenar algo físicamente para generar el orden mental, decidí hacer una excursión al refrigerador. Para saciar mi curiosidad me puse a revisar pieza por pieza sus fechas de caducidad. Y descubrí que había contenedores con fechas vencidas hacía más de dos años…

Ahora recordando eso es que quiero compartirte que pienso que la vida es un refrigerador. Donde nosotros elegimos qué o a quiénes guardar ahí adentro.

Por favor piensa en quiénes son tus toppers de yogurt, a quienes tal vez hoy no has valorado tanto y su contenido es extraordinario, quienes te llenan de alegría en cuanto disfrutas de su existencia. Identifica quiénes son tus toppers nice, esos que lavas con la esponja especial para que no se rayen, para que sus colores no se distorsionen, a los que cuidan inmensamente.

A quiénes tratas como verdura… qué ironía, no estás disfrutando de su sabor, porque los tiempos que has establecido no son los idóneos para disfrutar de todo su sabor.

Puede que cueste un poco más de trabajo: ahora piensa en ésas botellas bonitas. Quiénes son en tu vida ésas personas que probablemente no conoces tan bien, pero te dan seguridad de saber que ahí están, que puedes verlas desde lejos y te roban una sonrisa, tal vez te inspiran, te retan a crecer, a seguir…

Finalmente, quiero invitarte a que revises las fechas de caducidad. Hay quienes en nuestra vida ya llegaron a su fecha de caducidad. Y no está mal, tal vez haya una versión distinta de ése mismo contenedor, una versión vegana, tal vez más pequeña en donde puedas seguir disfrutando de eso.

Te comparto una frase de Julia Child, si te gusta cocinar sabrás quien es ella, si no, por favor busca su libro, ve su película: es maravillosa.

“No tienes que cocinar comida elegante u obras maestras- solamente buena comida desde ingredientes frescos”
Julia Child

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