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“La angustia abate el corazón del hombre, pero una palabra amable, lo alegra”. (Salomón)

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¿Alguna vez se han acercado a ti a decirte “…recuerdo las palabras que me dijiste aquella vez que estaba pasando por una situación difícil…” y tú no te acuerdas qué fue lo que dijiste? El poder del lenguaje es enorme, por un lado, puede ayudar a una persona a encontrar un poco de luz cuando todo parece oscuridad y por otro, puede dejar una herida significativa.

Lenguaje no sólo son palabras, es todo lo que comunicamos con la mirada, el cuerpo, lo que decimos y lo que hacemos, incluso dejar de hablar también es comunicar. Hay ocasiones en las que las palabras no caben, no hay nada que decir, pero un abrazo, una sonrisa o un guiño harán el trabajo de expresar lo que sentimos.

La otra parte importante del leguaje está en saber escuchar, ser receptivo a eso que me están expresando y tener la templanza de dialogar y no simplemente responder por “ganar batallas”. El diálogo tiene la belleza de unir dos posturas en un vaivén de expresiones, aunque sea un punto de vista con el que no estoy de acuerdo, estar abierto a aprender algo o comprender a alguien sembrará algo en ti y en el otro.

Estamos en una época en la que parece importar más tener la razón que prestar atención a lo que alguien más está viviendo. Escuchar sin replicar no significa estar de acuerdo con las palabras o acciones del otro, pero la manera más asertiva de buscar acuerdos, puntos de encuentro y armonía, es saber dialogar pacíficamente. Aquella persona que grita no alcanza a escuchar lo que el de a lado está intentando expresar.

A lo largo de nuestra vida nos encontramos haciendo o diciendo algunas de las cosas que juramos jamás hacer, pero vamos madurando, cambiando y nuestra realidad se va transformando, es por eso que, evitar juzgar a los demás e intentar comprender que su realidad es diferente a la mía, me permitirá dialogar con más amor y comprensión con quienes tenemos alrededor.

Te invito a que, a partir de ahora, cada vez que expreses algo pienses en la huella que pueden dejar tus palabras o gestos en las personas, en lo que puedes construir junto a los demás y en la gran ayuda que podrías aportar cuando abres tus ojos y tus oídos a las expresiones de los demás.

“En la lengua hay poder de vida y muerte” (Salomón). Sumemos fuerzas como sociedad buscando luchas que todos empujamos y que nos lleven a remar hacia el mismo lado, escuchando, comprendiendo a quienes nos rodean y dialogando se generará un cambio, así podremos ver la grandeza del poder de las palabras.

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María Eugenia Llamas M.

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