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Monolito teotihuacano, consagrado altar en Texcoco

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Texcoco, Edomex.- Un monumental monolito de la histórica cantera de Coatlinchán donde fue tallada la deidad prehispánica que hoy da la bienvenida a los visitantes del Museo Nacional de Antropología e Historia fue consagrado el pasado jueves 23 de mayo, como el altar fijo de la Catedral de la diócesis de Texcoco.

 

A invitación del obispo de Texcoco, Juan Manuel Mancilla, el cardenal arzobispo de México, Carlos Aguiar Retes, y quince obispos de la región realizaron los solemnes ritos de consagración del altar de la catedral de la diócesis mexiquense, dedicada a la Inmaculada Concepción de María.

El recinto data del siglo XVI cuando los frailes franciscanos erigieron un primer monasterio en la zona en 1576; entre sus muros se estableció la primera escuela de estilo europeo en el continente americano y se elevó a rango de Catedral diocesana en 1961 con su primer obispo Francisco Ferreira Arreola. Sin embargo, desde su erección diocesana, la catedral no contó con un altar fijo.

Finalmente, la diócesis de Texcoco se hizo de un fragmento de monolito proveniente de la misma cantera donde los teotihuacanos solían tallar sus deidades para luego transportarlas hasta el centro religioso de su urbe. Hay que recordar que, cuando se construía el Museo Nacional de Antropología, el presidente Adolfo López Mateos ordenó la extracción y el traslado del monolito que se creyó correspondía al dios Tláloc de 164 toneladas para presidir el espacio escultórico del museo sobre Paseo de la Reforma.

Aún hoy en día hay diferencias sobre la identidad de la deidad que los prehispánicos comenzaron a tallar y que abandonaron; sin embargo, algunos pobladores de Coatlinchán consideran que tras la extracción de la también llamada Piedra de los Tecomates, las lluvias dejaron de ser copiosas y se afectó la agricultura local.

Hoy, un fragmento de la misma cantera quiere llevar fecundidad a la Iglesia católica de Texcoco como apuntó el obispo Juan Manuel Mancilla:

“Esta piedra como ustedes han de saber, fue tomada de la cantera de donde se tomó aquella enorme piedra de 164 toneladas, en el poblado de Coatlinchán. Hemos dicho que, si aquí un tiempo se quiso adorar a Tláloc, el dios del agua y de la vida, hoy se adora claramente con todas nuestras fuerzas y emoción a Jesucristo. “Y la roca era Cristo”. En realidad, aquí no se adoró a Tláloc, porque los teotihuacanos que la labraron descubrieron una profunda herida, una fisura, que les impidió levantarlo; nunca pudo estar en pie, quedó acostado, y bueno, le llevaban flores de vez en cuando, pero la adoración que ahora queremos se tribute a Cristo, queremos sea verdaderamente profunda, auténtica, y que de aquí brote esa agua, de aquí esa miel, ese vino, esa luz”.

Para el obispo de Texcoco, la roca que ahora es el altar fijo de la Catedral diocesana es representación de la vida e historia de la Iglesia local pero también de unión con la Iglesia universal. Por ello, en el altar fueron colocadas las reliquias de santos mexicanos y universales: san José Sánchez del Río (mártir); san Juan XXIII (papa); san José María Escrivá (fundador); san Pascual Bailón (franciscano); san Pío X (papa); san Antonio de Padua (doctor de la Iglesia); y san Martín de Porres (dominico).

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El altar es un bloque sólido de andesita y cristales “que de noche brillan como estrellas y también recoge por ello el gran ideal de la fe”, explica Mancilla: “Nuestro padre Abraham, que por primera vez expresó ‘soy polvo y ceniza’ recibió de Dios una gran promesa: ‘No, tu descendencia no será polvo y ceniza; tu descendencia será como las estrellas del cielo’. Esta roca (el altar), por su constitución, es una roca que conlleva infinidad de estrellas que quieren ser las almas de nuestra diócesis”.

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